Woodward pone de manifiesto divergencias alrededor de Bush

Junto con Carl Bernstein, Robert Wood –entonces juntos en el “Washington post”- acabaron con Richard Nixon exponiendo el escándalo del Watergate. Ahora el segundo apunta a George W.Bush y las mentiras de su entorno.

2 octubre, 2006

Esta vez, el periodista ataca a la Casa Blanca vía el semanario liberal “New Yorker” y un libro que acaba de aparecer. No por casualidad, a un mes de elecciones parlamentarias decisivas para el futuro del gobierno y los ultraconservadores. Una de las revelaciones más serias es que Laura Bush, mujer del mandatario, y su aliada política, Condoleezza Rice (secretaria de estado) han planteado a Bush varias veces el despido de Donald Rumsfeld, secretario de defensa.

Sólo la intervención del vicepresidente Richard Cheney y el predicador fundamentalista Karl Rove –ambos operan como cerebros de un presidente anodino, sin ideas, pero con una simpatía que ellos no tienen- salvó a Rumsfeld. La clave de estos choques reside (sospecha Woodward) en George Padre y su esposa, Barbara, que no han tomado partido.

Por supuesto, el tema de fondo no son enfrentamientos personales, sino la interminable ocupación de Irak –ya casi unilateral- y los nuevos problemas en Afganistán (donde Estados Unido ha apelado a la Otán para sacarle las papas del fuego). Mentiras y medias verdades vienen caracterizando la política exterior por lo menos desde marzo de 2003, cuando EE.UU., Gran Bretaña y aliados menores invadieron la Mesopotamia. Por de pronto, Antony Blair se cae hoy en pedazos por esas mismas razones.

Al momento de invadir, Cheney calificaba de “exagerado decir que serán precisos cientos de miles de soldados en Irak”. Seis semanas antes, empero, la inteligencia militar norteamericana anticipaba que ”se necesitarán 450.000 tropas para controlar y pacificar ese país. En mayo –continúa Woodward-, Bush proclamaba que la ocupación era una victoria en la guerra global contra el terrorismo, denunciando nexos entre Saddam Huséin y al Qa’eda”.

Como en el caso de las armas nucleares imaginarias, “esa relación nunca existió. Más bien, Osama bin Laden fue financiado por EE.UU. y Saudiarabia cuando, en Afganistán, peleaba contra la entonces Unión Soviética”. En junio, “Jay Garner, ex director operativo de la CIA, declaró al congreso que había sido un error involucrar al ejército iraquí y no instalar inmediatamente un gobierno interino”.

El 13 de julio de 2004, Bush sostuvo que ”por casi tres años hemos defendido, amparado y difundido la paz y la democracia. Los norteamericanos viven hoy más seguros”. Obviamente –señala el libro- incluía las acciones en Afganistán contra los talibán y bin Laden. Pero, al mes siguiente, Steve Herbits, consultor del Pentágono, afirmaba: “evidentemente Rumsfeld se equivocó al no encarar la reconstrucción en los primeros dieciocho meses, por proteger los negocios de Halliburton”.

En mayo de 2006, el presidente declaraba: “en el futuro, se considerará la formación del gobierno en Bagdad como un momento decisivo de la historia de la libertad”. Desde ese momento, la guerra civil y la muerte de civiles no hicieron más que crecer. En tanto, Londres y otros aliados aceleraban el retiro de tropas, como indica otro informe interno del Pentágono, ese mismo mes.

Finalmente, el mes pasado, Bush sostenía: “Cinco años después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos es más seguro y hemos logrado proteger a la patria”. Días después, dieciséis agencias de inteligencia norteamericanas revelaban que la dyihad islámica y sus redes están en pleno auge, no obstante los esfuerzos contra el terrorismo internacional”. Mientras, Rice y Laura B. seguían operando contra la Casa Blanca.

Esta vez, el periodista ataca a la Casa Blanca vía el semanario liberal “New Yorker” y un libro que acaba de aparecer. No por casualidad, a un mes de elecciones parlamentarias decisivas para el futuro del gobierno y los ultraconservadores. Una de las revelaciones más serias es que Laura Bush, mujer del mandatario, y su aliada política, Condoleezza Rice (secretaria de estado) han planteado a Bush varias veces el despido de Donald Rumsfeld, secretario de defensa.

Sólo la intervención del vicepresidente Richard Cheney y el predicador fundamentalista Karl Rove –ambos operan como cerebros de un presidente anodino, sin ideas, pero con una simpatía que ellos no tienen- salvó a Rumsfeld. La clave de estos choques reside (sospecha Woodward) en George Padre y su esposa, Barbara, que no han tomado partido.

Por supuesto, el tema de fondo no son enfrentamientos personales, sino la interminable ocupación de Irak –ya casi unilateral- y los nuevos problemas en Afganistán (donde Estados Unido ha apelado a la Otán para sacarle las papas del fuego). Mentiras y medias verdades vienen caracterizando la política exterior por lo menos desde marzo de 2003, cuando EE.UU., Gran Bretaña y aliados menores invadieron la Mesopotamia. Por de pronto, Antony Blair se cae hoy en pedazos por esas mismas razones.

Al momento de invadir, Cheney calificaba de “exagerado decir que serán precisos cientos de miles de soldados en Irak”. Seis semanas antes, empero, la inteligencia militar norteamericana anticipaba que ”se necesitarán 450.000 tropas para controlar y pacificar ese país. En mayo –continúa Woodward-, Bush proclamaba que la ocupación era una victoria en la guerra global contra el terrorismo, denunciando nexos entre Saddam Huséin y al Qa’eda”.

Como en el caso de las armas nucleares imaginarias, “esa relación nunca existió. Más bien, Osama bin Laden fue financiado por EE.UU. y Saudiarabia cuando, en Afganistán, peleaba contra la entonces Unión Soviética”. En junio, “Jay Garner, ex director operativo de la CIA, declaró al congreso que había sido un error involucrar al ejército iraquí y no instalar inmediatamente un gobierno interino”.

El 13 de julio de 2004, Bush sostuvo que ”por casi tres años hemos defendido, amparado y difundido la paz y la democracia. Los norteamericanos viven hoy más seguros”. Obviamente –señala el libro- incluía las acciones en Afganistán contra los talibán y bin Laden. Pero, al mes siguiente, Steve Herbits, consultor del Pentágono, afirmaba: “evidentemente Rumsfeld se equivocó al no encarar la reconstrucción en los primeros dieciocho meses, por proteger los negocios de Halliburton”.

En mayo de 2006, el presidente declaraba: “en el futuro, se considerará la formación del gobierno en Bagdad como un momento decisivo de la historia de la libertad”. Desde ese momento, la guerra civil y la muerte de civiles no hicieron más que crecer. En tanto, Londres y otros aliados aceleraban el retiro de tropas, como indica otro informe interno del Pentágono, ese mismo mes.

Finalmente, el mes pasado, Bush sostenía: “Cinco años después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos es más seguro y hemos logrado proteger a la patria”. Días después, dieciséis agencias de inteligencia norteamericanas revelaban que la dyihad islámica y sus redes están en pleno auge, no obstante los esfuerzos contra el terrorismo internacional”. Mientras, Rice y Laura B. seguían operando contra la Casa Blanca.

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