Wolfowitz: Europa occidental lo quiere fuera del Banco Mundial

En una ofensiva, Alemania, Francia, Holanda, Noruega, Dinamarca, Bélgica y Gran Bretaña pidieron la dimisión lisa y llana en el seno de la junta del Banco internacional de reconstrucción y fomento (BIRF). El apoyo de Estados Unidos se agrieta, mientras

9 mayo, 2007

Robert Bennet, abogado de Wolfowitz, pide más tiempo. Sabe que el directorio barajando una alternativa nada propicia: exigirle la renuncia al presidente, suspenderlo por tiempo indefinido o pedirle a George W.Bush que nombre sucesor. En el último caso, pesa un motivo político: el presidente debe resolver otro defenestramiento, el de Alberto González como secretario de justicia (por el escándalo de ocho fiscales despedidos en 2006 por “no cooperar con la Casa Blanca”).

.

Bush quisiera seguir protegiendo a Wolfowitz y en eso persiste Antonio Fratto, vocero de la Casa Blanca. No obstante, ya circulan candidatos al cargo. Entre ellos, dos ex subsecretarios de la Casa Blanca: Robert Kimmit (hacienda, poco conocido) y Robert Zoellick (ex representante comercial viajero, hoy con Condoleezza Rice). El reemplazante de Wolfowitz terminará el mandato 2005-8.

Ya ni el Fondo Monetario se juega por él. Calificado por varios medios como ”el peor presidente en 45 años”, su gestión pone en duda la conveniencia de que Estados Unidos siga cubriendo el cargo. En los papeles, EE.UU. tiene 16,4% de acciones con voto. Una primera minoría pero, ni de lejos, una mayoría en el BIRF. Lo siguen Japón -7,9%, sin voz ni voto, un anacronismo absurdo-, Alemania (4,5%), Francia (4,3%) y Gran Bretaña (igual). La masa de accionistas menores, mudos también, alcanza pues 62,6%. En el grupo principal, sólo Japón acompaña aún a EE.UU. en defender a Wolfowitz. El miércoles fracasaba una idea de Karl Rove, todavía máximo asesor de Bush: hacer firmar una declaración en su favor por un grupo ultraconservador que incluía fundamentalistas evangélicos y judío.

Como sucede en el FMI, el poder de voto en el BIRF refleja reflejan una imagen congelada en 1945, inmediatamente tras la II guerra mundial, hace 62 años. Rusia, China, India, Brasil, México y otros casi no cuentan. Esto se agrava ante la manifiesta incapacidad y falta de ética mostradas por Wolfowitz, un ideólogo d extrema derecha sin experiencia financiera. La lista de sus últimos seis antecesores lo pone en evidencia, comenzando por Robert McNamara.

En apariencia, éste tiene antecedentes similares a los de su lejano sucesor. Pero McNamara había sido titular de defensa bajo John F.Kennedy, un presidente infinitamente más talentoso que Bush. Además, McNamara dirigió el Banco Mundial largo tiempo -1968 a 1981- y conocía el planeta al dedillo.

Lo siguió casi un opuesto, Alden W.Clausen, ex presidente ejecutivo de Bank of America. Permaneció un mandato (1981/6), pero su larga experiencia como banquero le evitó papelones como los de Wolfowitz. A continuación, Barber Conable (senador republicano, 1986/91) encarnó el estilo distante pero prudente de Ronald Reagan.

La pelota pasó a Wall Street con Lewis Preston (CEO de JP Morgan Chase, 1991/6) y, en 1995, recaló diez años en James Wolfensohn. Este ortodoxo, experto en banca de inversión, realizó una gestión orientada al negocio financiero, antes que a promover desarrollo. Pero ésa era la impronta después de McNamara y nadie le reprochó pecados como los de su reemplazante.

Robert Bennet, abogado de Wolfowitz, pide más tiempo. Sabe que el directorio barajando una alternativa nada propicia: exigirle la renuncia al presidente, suspenderlo por tiempo indefinido o pedirle a George W.Bush que nombre sucesor. En el último caso, pesa un motivo político: el presidente debe resolver otro defenestramiento, el de Alberto González como secretario de justicia (por el escándalo de ocho fiscales despedidos en 2006 por “no cooperar con la Casa Blanca”).

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Bush quisiera seguir protegiendo a Wolfowitz y en eso persiste Antonio Fratto, vocero de la Casa Blanca. No obstante, ya circulan candidatos al cargo. Entre ellos, dos ex subsecretarios de la Casa Blanca: Robert Kimmit (hacienda, poco conocido) y Robert Zoellick (ex representante comercial viajero, hoy con Condoleezza Rice). El reemplazante de Wolfowitz terminará el mandato 2005-8.

Ya ni el Fondo Monetario se juega por él. Calificado por varios medios como ”el peor presidente en 45 años”, su gestión pone en duda la conveniencia de que Estados Unidos siga cubriendo el cargo. En los papeles, EE.UU. tiene 16,4% de acciones con voto. Una primera minoría pero, ni de lejos, una mayoría en el BIRF. Lo siguen Japón -7,9%, sin voz ni voto, un anacronismo absurdo-, Alemania (4,5%), Francia (4,3%) y Gran Bretaña (igual). La masa de accionistas menores, mudos también, alcanza pues 62,6%. En el grupo principal, sólo Japón acompaña aún a EE.UU. en defender a Wolfowitz. El miércoles fracasaba una idea de Karl Rove, todavía máximo asesor de Bush: hacer firmar una declaración en su favor por un grupo ultraconservador que incluía fundamentalistas evangélicos y judío.

Como sucede en el FMI, el poder de voto en el BIRF refleja reflejan una imagen congelada en 1945, inmediatamente tras la II guerra mundial, hace 62 años. Rusia, China, India, Brasil, México y otros casi no cuentan. Esto se agrava ante la manifiesta incapacidad y falta de ética mostradas por Wolfowitz, un ideólogo d extrema derecha sin experiencia financiera. La lista de sus últimos seis antecesores lo pone en evidencia, comenzando por Robert McNamara.

En apariencia, éste tiene antecedentes similares a los de su lejano sucesor. Pero McNamara había sido titular de defensa bajo John F.Kennedy, un presidente infinitamente más talentoso que Bush. Además, McNamara dirigió el Banco Mundial largo tiempo -1968 a 1981- y conocía el planeta al dedillo.

Lo siguió casi un opuesto, Alden W.Clausen, ex presidente ejecutivo de Bank of America. Permaneció un mandato (1981/6), pero su larga experiencia como banquero le evitó papelones como los de Wolfowitz. A continuación, Barber Conable (senador republicano, 1986/91) encarnó el estilo distante pero prudente de Ronald Reagan.

La pelota pasó a Wall Street con Lewis Preston (CEO de JP Morgan Chase, 1991/6) y, en 1995, recaló diez años en James Wolfensohn. Este ortodoxo, experto en banca de inversión, realizó una gestión orientada al negocio financiero, antes que a promover desarrollo. Pero ésa era la impronta después de McNamara y nadie le reprochó pecados como los de su reemplazante.

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