Washington: ¿un tsar para hacer la guerra o afrontar el colapso?

Los tejanos gustan de dinastías y monarcas. George W.Bush, pues, ha nombrado “tsar de guerra” al teniente general Douglas Lute, tras el rechazo de otros tres militares de igual grado. Entretanto, en Londres auguran el colapso de Irak.

18 mayo, 2007

En tanto los candidatos iniciales eran retirados, Lute (laúd, en inglés) forma parte del estado mayor. En otras palabras, no podía negarse a cumplir la curiosa carga sin arriesgar insubordinación y perder un jugoso haber jubilatorio. En adelante, el “tsar” supervisará operaciones en Irak y Afganistán.

El decreto presidencial lo designa asesor principal del presidente para seguridad y políticas bélicas en ambos países. Se trata de funciones que, en teoría, ya llenaban dos departamentos (defensa, estado), la agencia nacional de seguridad y el propio Pentágono. Resta ver si el senado confirma un nombramiento tan peregrino.

Hasta ahora, Lute es director de operaciones en defensa. Si la designación prospera, el “tsar” (césar, en ruso) no lo será tanto, pues dependerá al mismo tiempo de Bush y de Stephen Hadley, consejero de seguridad nacional, un ultraconservador supérstite.

Su cometido formal también puede crear roces internos, ya que podrá “dar instrucciones” a Condoleezza Rice y Robert Gates. Justamente, la primera está tratando que un “tsar” en serio, Vladyímir Putin, digiera el “escudo nuclear” que la OTAN pretende apuntar a Europa oriental. En tanto, Moscú le torna Internet imposible a la pequeña Estonia, una vecina noroccidental, por derribar la estatua de un soldado soviético.

Resulta irónico que Lute aparezca mientras el gobierno norteamericano busca dos objetivos contradictorios. Uno, aumentar la cantidad de tropas en Bagdad y alrededores. Otro, generar sosiego y promover el diálogo político con Irán y otros vecinos de Irak. Probablemente, la divergencia entre ambas metas explique que los “cuatro estrellas” John Sheehan, Jacob Keane y Joseph Ralston no quisieran el puesto entregado a Lute.

Tanto la opinión pública como los militares en general cuestionan la guerra iraquí y su prosecución. En cuanto a la de Afganistán, que desborda sobre Pakistán, lleva más tiempo que la de Irak sin mejores perspectivas. Mientras tanto, tres soldados estadounidenses fueron tomados en rehenes por al-Qa’eda cerca de Bagdad. Interesa recordar que esta organización sunní es aliada de los talibán afganos y enemiga de los shiitas iraníes.

Mientras tanto, el centro de estudios geopolíticos británico Chatham House sostiene que “Irak sufre no una, sino varias guerras civiles y está por convertirse en un estado fallido. En cualquier momento, arriesga desintegrarse o fragmentarse en señoríos guerreros locales”.

Al igual que el informe del grupo de estudios encabezado por James Baker y Lee Hamilton (2006), el estudio londinense estima que “dividir Irak en un estado kurdo, uno shií y uno sunní parece la salida menos traumático, pues el primero existe desde 1991 y funciona, aunque no les guste a Turquía ni a Iràn”.

Esto es irónico pues, en 1922, el entonces secretario de gabinete Winston Churchill “inventó” Irak juntando las ex provincias otomanas de Mosul, Bagdad y Basora. Siglos antes, la mesopotamia se llamaba “Irak arabí” y, cruzando el Tigris al este, estaba “Irak adyemí”, o sea persa. Mucho después, en 1990, Saddam Huséin invadió Kuweit arguyendo que el emirato –otra creación británica- formaba parte de aquella provincia otomana. Segúan los mapas hasta la primera posguerra, Basora terminaba en lo que hoy es la Unión de emiratos. Vale decir, una parte de Omán, hasta que Londres se la arrebató.

De acuerdo con Chatham House, la Mesopotamia está dividida en regiones controladas por grupos étnicos o religiosos. En tanto, la organización terrorista profesional al-Qa’eda tiene presencia en ciudades del centro y el noroeste”. Dado que al-Qa’ed es sunní, apoya a las mismas fuerzas que Estados Unidos pero, en Afganistán, opera con los talibán contra Kabul, Islamabad y sus aliados occidentales. En lo atinente al gobierno de Nurí al-Malikí -un shií fuera de contexto-, “es en gran medida irrelevante para la vida política y la seguridad iraquíes”. En semejante cuadro irrumpe el “tsar” nombrado por Bush.

En tanto los candidatos iniciales eran retirados, Lute (laúd, en inglés) forma parte del estado mayor. En otras palabras, no podía negarse a cumplir la curiosa carga sin arriesgar insubordinación y perder un jugoso haber jubilatorio. En adelante, el “tsar” supervisará operaciones en Irak y Afganistán.

El decreto presidencial lo designa asesor principal del presidente para seguridad y políticas bélicas en ambos países. Se trata de funciones que, en teoría, ya llenaban dos departamentos (defensa, estado), la agencia nacional de seguridad y el propio Pentágono. Resta ver si el senado confirma un nombramiento tan peregrino.

Hasta ahora, Lute es director de operaciones en defensa. Si la designación prospera, el “tsar” (césar, en ruso) no lo será tanto, pues dependerá al mismo tiempo de Bush y de Stephen Hadley, consejero de seguridad nacional, un ultraconservador supérstite.

Su cometido formal también puede crear roces internos, ya que podrá “dar instrucciones” a Condoleezza Rice y Robert Gates. Justamente, la primera está tratando que un “tsar” en serio, Vladyímir Putin, digiera el “escudo nuclear” que la OTAN pretende apuntar a Europa oriental. En tanto, Moscú le torna Internet imposible a la pequeña Estonia, una vecina noroccidental, por derribar la estatua de un soldado soviético.

Resulta irónico que Lute aparezca mientras el gobierno norteamericano busca dos objetivos contradictorios. Uno, aumentar la cantidad de tropas en Bagdad y alrededores. Otro, generar sosiego y promover el diálogo político con Irán y otros vecinos de Irak. Probablemente, la divergencia entre ambas metas explique que los “cuatro estrellas” John Sheehan, Jacob Keane y Joseph Ralston no quisieran el puesto entregado a Lute.

Tanto la opinión pública como los militares en general cuestionan la guerra iraquí y su prosecución. En cuanto a la de Afganistán, que desborda sobre Pakistán, lleva más tiempo que la de Irak sin mejores perspectivas. Mientras tanto, tres soldados estadounidenses fueron tomados en rehenes por al-Qa’eda cerca de Bagdad. Interesa recordar que esta organización sunní es aliada de los talibán afganos y enemiga de los shiitas iraníes.

Mientras tanto, el centro de estudios geopolíticos británico Chatham House sostiene que “Irak sufre no una, sino varias guerras civiles y está por convertirse en un estado fallido. En cualquier momento, arriesga desintegrarse o fragmentarse en señoríos guerreros locales”.

Al igual que el informe del grupo de estudios encabezado por James Baker y Lee Hamilton (2006), el estudio londinense estima que “dividir Irak en un estado kurdo, uno shií y uno sunní parece la salida menos traumático, pues el primero existe desde 1991 y funciona, aunque no les guste a Turquía ni a Iràn”.

Esto es irónico pues, en 1922, el entonces secretario de gabinete Winston Churchill “inventó” Irak juntando las ex provincias otomanas de Mosul, Bagdad y Basora. Siglos antes, la mesopotamia se llamaba “Irak arabí” y, cruzando el Tigris al este, estaba “Irak adyemí”, o sea persa. Mucho después, en 1990, Saddam Huséin invadió Kuweit arguyendo que el emirato –otra creación británica- formaba parte de aquella provincia otomana. Segúan los mapas hasta la primera posguerra, Basora terminaba en lo que hoy es la Unión de emiratos. Vale decir, una parte de Omán, hasta que Londres se la arrebató.

De acuerdo con Chatham House, la Mesopotamia está dividida en regiones controladas por grupos étnicos o religiosos. En tanto, la organización terrorista profesional al-Qa’eda tiene presencia en ciudades del centro y el noroeste”. Dado que al-Qa’ed es sunní, apoya a las mismas fuerzas que Estados Unidos pero, en Afganistán, opera con los talibán contra Kabul, Islamabad y sus aliados occidentales. En lo atinente al gobierno de Nurí al-Malikí -un shií fuera de contexto-, “es en gran medida irrelevante para la vida política y la seguridad iraquíes”. En semejante cuadro irrumpe el “tsar” nombrado por Bush.

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