Violencia en los piquetes
Salta fue el epicentro de serios incidentes. El Gobierno nacional intenta actuar con prudencia.
La ira es la peor consejera para adoptar actitudes políticas. Fernando de la Rúa lo tiene bien en claro y todas sus actitudes y directivas tendieron durante la semana a impedir que los piquetes que bloqueaban las rutas de tránsito internacional en Neuquén y Salta fueran reprimidos por la policía provincial y la Gendarmería Nacional. Para un hombre de ideas liberales y democráticas, el uso de la violencia, aún justificada, es la ultima ratio del poder.
En Cutral-Có y Plaza Huincul, en el sur petrolero, disminuyó el clima de tensión, cuando los manifestantes levantaron el bloqueo, tras algunas horas de negociaciones.
En Salta, desde el Gobierno provincial no se advirtió la necesaria cooperación para lograr un resultado análogo. Mientras en Buenos Aires se criticaba la displicencia del gobernador Romero, de visita en Israel, el ánimo de los manifestantes se caldeó cuando se rompió su diálogo con el comité de crisis, presidido por el subsecretario de Seguridad de la Nación, Luis Uriondo y el ministro de Gobierno salteño, Gilberto Ovideo. Los piqueteros acusaron de intemperancia a su coprovinciano.
Como se temía, la violencia se extendió por General Mosconi y sus aledaños, con secuelas que amenazaban la paz social. Heridos, contusos y alarma pública son las consecuencias no deseadas por el Gobierno nacional, que deslindó responsabilidades. El secretario de Cultura y Comunicación, Darío Lopérfido, señaló que los incidentes se produjeron en el ámbito de las fuerzas de seguridad de la provincia.
Por su parte, el gobernador de Salta, afirmó desde Israel que la crisis “está bien atendida, yo hubiera hecho lo mismo que están haciendo allí”, y responsabilizó al “activismo anarquista” por los incidentes.
El obispo de Orán, Rubén Lugones, y el de Salta , Mario Carnielo, hicieron un llamado a la reflexión, luego de mantener una reunión con de la Rúa. Lugones exhortó a la población a no prestarse “a que los manipulen violentamente”.
La ira es la peor consejera para adoptar actitudes políticas. Fernando de la Rúa lo tiene bien en claro y todas sus actitudes y directivas tendieron durante la semana a impedir que los piquetes que bloqueaban las rutas de tránsito internacional en Neuquén y Salta fueran reprimidos por la policía provincial y la Gendarmería Nacional. Para un hombre de ideas liberales y democráticas, el uso de la violencia, aún justificada, es la ultima ratio del poder.
En Cutral-Có y Plaza Huincul, en el sur petrolero, disminuyó el clima de tensión, cuando los manifestantes levantaron el bloqueo, tras algunas horas de negociaciones.
En Salta, desde el Gobierno provincial no se advirtió la necesaria cooperación para lograr un resultado análogo. Mientras en Buenos Aires se criticaba la displicencia del gobernador Romero, de visita en Israel, el ánimo de los manifestantes se caldeó cuando se rompió su diálogo con el comité de crisis, presidido por el subsecretario de Seguridad de la Nación, Luis Uriondo y el ministro de Gobierno salteño, Gilberto Ovideo. Los piqueteros acusaron de intemperancia a su coprovinciano.
Como se temía, la violencia se extendió por General Mosconi y sus aledaños, con secuelas que amenazaban la paz social. Heridos, contusos y alarma pública son las consecuencias no deseadas por el Gobierno nacional, que deslindó responsabilidades. El secretario de Cultura y Comunicación, Darío Lopérfido, señaló que los incidentes se produjeron en el ámbito de las fuerzas de seguridad de la provincia.
Por su parte, el gobernador de Salta, afirmó desde Israel que la crisis “está bien atendida, yo hubiera hecho lo mismo que están haciendo allí”, y responsabilizó al “activismo anarquista” por los incidentes.
El obispo de Orán, Rubén Lugones, y el de Salta , Mario Carnielo, hicieron un llamado a la reflexión, luego de mantener una reunión con de la Rúa. Lugones exhortó a la población a no prestarse “a que los manipulen violentamente”.
