Vietnam: otra economía de mercado sin ingredientes democráticos

En 15 años, la ex colonia francesa pasó del comunismo a un capitalismo estilo chino, o sea sin pluralidad. Hoy tiene la segunda tasa de crecimiento del PBI en la zona -8,4%- y sus exportaciones a EE.UU. suben a mayor ritmo que las chinas.

25 octubre, 2006

Empresas norteamericanas como Intel o Nike e inversores de la región están radicando miles de millones en el país. En tanto, muchos vietnamitas vuelven para instalar o manejar emprendimientos. Las últimas señales son claras: tras más de diez años discutiendo, la Organización mundial de comercio se apresta a incorporar a Vietnam. Al mismo tiempo, Hu Jintao, George W.Bush, Vladyímir Putin, Shinzo Abe y otros jefes de estado asistirán, a mediados de noviembre, a la cumbre anual de cooperación económica Asia-Pacífico, en Hanoi.

El país “es una segunda China”, cree Michael Smith, de Hongkong & Shanghai Banking Corporation. “No está en la misma escala, pero pesa en la región”. A fines de diciembre, el ritmo expansivo del producto bruto interno superaba los de Tailandia, Malasia, Taiwán, Surcorea y hasta India, su rival más cercana.

En la actualidad, Vietnam produce y usa más cemento que Francia, la ex metrópoli colonial de media Indochina. Pero el crecimiento trae controversias. Especialmente en Estados Unidos, donde los legisladores republicanos deberán votar, luego de los inminentes comicios, si se concede a Vietnam la condición de socio comercial permanente. Pesa una contra: Hanoi exporta a EE.UU. nueve veces lo que importa de ahí.

También el sector privado norteamericano está dividido por una idea de la Casa Blanca: concesiones a estados textiles sureños para asegurar el apoyo de sus senadores a la iniciativa sobre las relaciones comerciales con Vietnam. Por su parte, ese gobierno lo ve como un intento proteccionista contra las importaciones de indumentaria vietnamita. Para componer las cosas, los minoristas que importan prendas de ese origen en EE.UU. temen quedarse sin mercadería para vender.

De vuelta a Vietnam, ese crecimiento superior a 8% anual está comenzando a generar las misma falta de mano de obra calificada que padecen China e India. Grandes multinacionales señalan que contadores, jefes de personal y otros profesionales con tan escasos que los salarios suben de 30 a 50% por año (cifras que, en verdad, parecen exageradas o poco serias).

Entretanto, rutas, ferrocarriles y puertos, en un país con 85 millones de habitantes, están cada día más congestionados. Los atascamientos son peores que en China, pero aún no alcanzan el nivel indio. Otra traba es la corrupción sistémica, común a Asia, África y buena parte de Latinoamérica. Hace poco, a la sazón, Hanoi frenó un programa de carreteras en el norte, tras descubrir un escándalo de coimas que llevó a renuncias, despidos y detenciones hasta en la cúpula del ministerio de transportes.

Las políticas de derregulación económica datan de hace unos quince años, o sea de cuado malas cosechas y pésimos manejos burocráticos arriesgaron severos problemas de nutrición. Entre los principales arquitectos del cambio está Le Dang Doanh, máximo asesor del gobierno y el partido Comunista, en su momento desencantado ante la corrupción y la ineficiencia del estado empresario. Hoy, ”las reformas son definitivamente irreversibles. Cualquier intento de volver a la economía centralmente planificada o rearmar el sector estatal sería irracional, inútil y contraproducente”.

En varios aspectos, Vietnam es más pro sector privado que China. La renuencia a irritar la clase media urbana hace que las eléctricas de ese país no toquen los barrios prósperos cuando escasea energía. En cambos, las áreasa industriales sufren hasta tres días de cortes por semana y deben apelar a costosos generadores a diesel. Hanoi hace lo contrario y sus fábricas ni siquiera tiene generadores de emergencia. En contraste, los barrios residenciales de Saigón y otras ciudades sufren hasta dos breves cortes por día.

Como China, Vietnam ha sacado buen partido de una diáspora que regresa. Miles vuelven manejando inglés, con formación técnica y experiencia empresaria. Las empresas norteamericanas, europeas y japonesas aprovechan esas ventajas “gratuitas”, pero están muy detrás de Singapur y Taiwán, las dos mayores fuentes de inversión. La mano de obra local, entretanto, es joven y menos preparada, en un país cuyos dos tercios de población tienen menos de 25 años.

Por supuesto, la doble guerra de liberación -contra Francia, luego contra EE.UU.- diezmó la generación que hoy tiene más de cincuenta años. En otro plano, la política de limitar las familias a dos hijos por pareja (más flexible que la china: sólo uno) asegura un largo futuro con gran proporción de obreros y empleados fáciles de capacitar.

Vietnam ha reducido la población sometida a extrema pobreza (menos de un dólar diario) de 51% en 1990 a apenas 8% en 2005, una mejora superior a las de China e India. Pero el ingreso medio se halla todavía muy lejos de cánones occidentales, japoneses o surcoreanos. Como contrapartida, el superávit comercial cono EE.UU. llega a niveles inquietantes para Washington: Hanoi le vende por US$ 5.560 millones, pero le compra por apenas 625.900.000.

Empresas norteamericanas como Intel o Nike e inversores de la región están radicando miles de millones en el país. En tanto, muchos vietnamitas vuelven para instalar o manejar emprendimientos. Las últimas señales son claras: tras más de diez años discutiendo, la Organización mundial de comercio se apresta a incorporar a Vietnam. Al mismo tiempo, Hu Jintao, George W.Bush, Vladyímir Putin, Shinzo Abe y otros jefes de estado asistirán, a mediados de noviembre, a la cumbre anual de cooperación económica Asia-Pacífico, en Hanoi.

El país “es una segunda China”, cree Michael Smith, de Hongkong & Shanghai Banking Corporation. “No está en la misma escala, pero pesa en la región”. A fines de diciembre, el ritmo expansivo del producto bruto interno superaba los de Tailandia, Malasia, Taiwán, Surcorea y hasta India, su rival más cercana.

En la actualidad, Vietnam produce y usa más cemento que Francia, la ex metrópoli colonial de media Indochina. Pero el crecimiento trae controversias. Especialmente en Estados Unidos, donde los legisladores republicanos deberán votar, luego de los inminentes comicios, si se concede a Vietnam la condición de socio comercial permanente. Pesa una contra: Hanoi exporta a EE.UU. nueve veces lo que importa de ahí.

También el sector privado norteamericano está dividido por una idea de la Casa Blanca: concesiones a estados textiles sureños para asegurar el apoyo de sus senadores a la iniciativa sobre las relaciones comerciales con Vietnam. Por su parte, ese gobierno lo ve como un intento proteccionista contra las importaciones de indumentaria vietnamita. Para componer las cosas, los minoristas que importan prendas de ese origen en EE.UU. temen quedarse sin mercadería para vender.

De vuelta a Vietnam, ese crecimiento superior a 8% anual está comenzando a generar las misma falta de mano de obra calificada que padecen China e India. Grandes multinacionales señalan que contadores, jefes de personal y otros profesionales con tan escasos que los salarios suben de 30 a 50% por año (cifras que, en verdad, parecen exageradas o poco serias).

Entretanto, rutas, ferrocarriles y puertos, en un país con 85 millones de habitantes, están cada día más congestionados. Los atascamientos son peores que en China, pero aún no alcanzan el nivel indio. Otra traba es la corrupción sistémica, común a Asia, África y buena parte de Latinoamérica. Hace poco, a la sazón, Hanoi frenó un programa de carreteras en el norte, tras descubrir un escándalo de coimas que llevó a renuncias, despidos y detenciones hasta en la cúpula del ministerio de transportes.

Las políticas de derregulación económica datan de hace unos quince años, o sea de cuado malas cosechas y pésimos manejos burocráticos arriesgaron severos problemas de nutrición. Entre los principales arquitectos del cambio está Le Dang Doanh, máximo asesor del gobierno y el partido Comunista, en su momento desencantado ante la corrupción y la ineficiencia del estado empresario. Hoy, ”las reformas son definitivamente irreversibles. Cualquier intento de volver a la economía centralmente planificada o rearmar el sector estatal sería irracional, inútil y contraproducente”.

En varios aspectos, Vietnam es más pro sector privado que China. La renuencia a irritar la clase media urbana hace que las eléctricas de ese país no toquen los barrios prósperos cuando escasea energía. En cambos, las áreasa industriales sufren hasta tres días de cortes por semana y deben apelar a costosos generadores a diesel. Hanoi hace lo contrario y sus fábricas ni siquiera tiene generadores de emergencia. En contraste, los barrios residenciales de Saigón y otras ciudades sufren hasta dos breves cortes por día.

Como China, Vietnam ha sacado buen partido de una diáspora que regresa. Miles vuelven manejando inglés, con formación técnica y experiencia empresaria. Las empresas norteamericanas, europeas y japonesas aprovechan esas ventajas “gratuitas”, pero están muy detrás de Singapur y Taiwán, las dos mayores fuentes de inversión. La mano de obra local, entretanto, es joven y menos preparada, en un país cuyos dos tercios de población tienen menos de 25 años.

Por supuesto, la doble guerra de liberación -contra Francia, luego contra EE.UU.- diezmó la generación que hoy tiene más de cincuenta años. En otro plano, la política de limitar las familias a dos hijos por pareja (más flexible que la china: sólo uno) asegura un largo futuro con gran proporción de obreros y empleados fáciles de capacitar.

Vietnam ha reducido la población sometida a extrema pobreza (menos de un dólar diario) de 51% en 1990 a apenas 8% en 2005, una mejora superior a las de China e India. Pero el ingreso medio se halla todavía muy lejos de cánones occidentales, japoneses o surcoreanos. Como contrapartida, el superávit comercial cono EE.UU. llega a niveles inquietantes para Washington: Hanoi le vende por US$ 5.560 millones, pero le compra por apenas 625.900.000.

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