Unión Europea: festejos y, luego, dudas e incertidumbres

Polonia puede girar hacia el nacionalismo xenófobo, Chequia vacila y Gran Bretaña sigue escéptica. Los fuegos artificiales en Berlín sonaban tan insubstanciales como la declaración formal que pospone toda iniciativa hasta 2009.

26 marzo, 2007

El apresurado documento difundido desde la capital alemana subraya la falta de acuerdos y perspectivas concretas, mientras Josef Ratzinger condena el carácter laico del frustrado tratado constitucional. La declaración empieza reconociendo la necesidad de “volver a impulsar fundamentos jurídicos comunes antes de terminar 2009”.

En lo formal, resalta la importancia de combatir conjuntamente el terrorismo, el delito organizado y la inmigración ilegal. Los dos primeros temas no requieren una reforma constitucional. El tercero, tácitamente, apunta contra musulmanes y no blancos. Pero en España, Italia, Gran Bretaña, Francia, Holanda o Alemania, son mano de obra indispensable: la población local envejece y no aumenta.

Más concreta suena la intención de avanzar en la derregulación energética (prevista a partir de julio) y la proyección ambiental. Pero, en el primer caso, la tendencia a “campeones nacionales” implica abierta injerencia estatal en Francia, España e Italia. Olvidando los desbordes ultramontanos de los mellizos Kaczynski en Polonia, el documento condena el racismo y la xenofobia (dos rasgos de la oposición a inmigrantes, legales o no).

Para salvar las apariencias, se convoca a “otra conferencia, posiblemente durante el segundo semestre de 2008”. Pero, por otra parte, los mandamientos de Berlín eluden la palabra “constitución”, no contienen menciones a raíces judeocristianas de Europa (en sí, una omisión contraproducente) y evitan aludir a catástrofes del siglo XX; por ejemplo, las masacres de judíos y otras minorías.

En otro plano, no se mencionan fuerzas militares ni intervenciones bélicas conjuntas. Tampoco se habla -en un rasgo de sensatez- de seguir ampliando la UE. Lo malo es que ya se han incorporado miembros incompatibles con el desarrollo medio: Grecia, Malta, Chipre, Rumania y Bulgaria. Eso y la tozudez británica explican que la Eurozona (adherentes a la moneda común) tenga sólo trece socios. Por otra parte, la radicalización del régimen polaco puede llevar a su marginamiento y a una crisis del bloque. Como reflexiona un diario alemán, “cuarenta millones de católicos militantes no son mejores que setenta millones de turcos musulmanes”.

El apresurado documento difundido desde la capital alemana subraya la falta de acuerdos y perspectivas concretas, mientras Josef Ratzinger condena el carácter laico del frustrado tratado constitucional. La declaración empieza reconociendo la necesidad de “volver a impulsar fundamentos jurídicos comunes antes de terminar 2009”.

En lo formal, resalta la importancia de combatir conjuntamente el terrorismo, el delito organizado y la inmigración ilegal. Los dos primeros temas no requieren una reforma constitucional. El tercero, tácitamente, apunta contra musulmanes y no blancos. Pero en España, Italia, Gran Bretaña, Francia, Holanda o Alemania, son mano de obra indispensable: la población local envejece y no aumenta.

Más concreta suena la intención de avanzar en la derregulación energética (prevista a partir de julio) y la proyección ambiental. Pero, en el primer caso, la tendencia a “campeones nacionales” implica abierta injerencia estatal en Francia, España e Italia. Olvidando los desbordes ultramontanos de los mellizos Kaczynski en Polonia, el documento condena el racismo y la xenofobia (dos rasgos de la oposición a inmigrantes, legales o no).

Para salvar las apariencias, se convoca a “otra conferencia, posiblemente durante el segundo semestre de 2008”. Pero, por otra parte, los mandamientos de Berlín eluden la palabra “constitución”, no contienen menciones a raíces judeocristianas de Europa (en sí, una omisión contraproducente) y evitan aludir a catástrofes del siglo XX; por ejemplo, las masacres de judíos y otras minorías.

En otro plano, no se mencionan fuerzas militares ni intervenciones bélicas conjuntas. Tampoco se habla -en un rasgo de sensatez- de seguir ampliando la UE. Lo malo es que ya se han incorporado miembros incompatibles con el desarrollo medio: Grecia, Malta, Chipre, Rumania y Bulgaria. Eso y la tozudez británica explican que la Eurozona (adherentes a la moneda común) tenga sólo trece socios. Por otra parte, la radicalización del régimen polaco puede llevar a su marginamiento y a una crisis del bloque. Como reflexiona un diario alemán, “cuarenta millones de católicos militantes no son mejores que setenta millones de turcos musulmanes”.

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