UE: la gente rechaza reformas pro mercado global

Tras la paliza electoral propinada a varios gobiernos europeos, algunos contemplan la posibilidad de atenuar o postergar reformas inspiradas desde el sector financiero o los mercados. Inclusive, se habla de “desglobalizar la Unión Europea”.

17 junio, 2004

Luego de que Jacques Chirac y Jean-Pierre Raffarin perdieran estrepitosamente votos en los comicios para el Parlamento europeo, la huelga general en Électricité de France contra la privatización anunciada puso en evidencia la creciente resistencia pública a esa política. El apoyo social al paro –aunque sus efectos perjudicasen a los usuarios- demostró el descontento hacia reformas pro mercado.

A criterio de analistas en Londres, Bruselas y Berlín, la resistencia de los votantes a medidas vistas como “globalizantes” tienta a los gobiernos alemán e italiano. En este país, votó 70% del padrón, contra menos de 30% en el resto de la UE, y el partido de Silvio Berlusconi fue muy castigado.

En el caso germano, el voto contra los socialdemócratas de Gerhard Schröder refleja los eventuales efectos deletéreos, en un contexto de alto desempleo relativo, de recortes en planes sociales y remuneraciones a la clase pasiva. “El gobierno federal ha aceptado presiones del Banco Central Europeo y el Bundesbank, en aras del pacto de estabilidad fiscal de 1996”, señala un columnista en “Die Welt”.

Los propios analistas financieros temen por el futuro de la UE ampliada (cuya constitución sigue en agua de borrajas) o la estabilidad política en varios países. “Olvídense de las reformas por algunos años. Después de estas elecciones o las próximas en Italia y Alemania, probablemente sean diferidas”. Así presume un informe de Bank of America, Londres.

Tampoco la economía real marcha bien. Desde hace tiempo, el crecimiento ha ido a la zaga de Estados Unidos y, hoy, también va a la de Japón. Paralelamente, Berlín, Roma y París se comprometían a “flexibilizar” el mercado laboral (o sea, promover despidos), gastar menos en materia social y bajarles impuestos a las empresas. En realidad, esas políticas no fomentan crecimiento, máxime en un contexto donde ya hay desempleo, como el alemán o el italiano. A su vez, la ampliación de la UE provoca reacciones chauvinistas, que pivotean en el temor a una “invasión” de mano de obra barata.

Luego de que Jacques Chirac y Jean-Pierre Raffarin perdieran estrepitosamente votos en los comicios para el Parlamento europeo, la huelga general en Électricité de France contra la privatización anunciada puso en evidencia la creciente resistencia pública a esa política. El apoyo social al paro –aunque sus efectos perjudicasen a los usuarios- demostró el descontento hacia reformas pro mercado.

A criterio de analistas en Londres, Bruselas y Berlín, la resistencia de los votantes a medidas vistas como “globalizantes” tienta a los gobiernos alemán e italiano. En este país, votó 70% del padrón, contra menos de 30% en el resto de la UE, y el partido de Silvio Berlusconi fue muy castigado.

En el caso germano, el voto contra los socialdemócratas de Gerhard Schröder refleja los eventuales efectos deletéreos, en un contexto de alto desempleo relativo, de recortes en planes sociales y remuneraciones a la clase pasiva. “El gobierno federal ha aceptado presiones del Banco Central Europeo y el Bundesbank, en aras del pacto de estabilidad fiscal de 1996”, señala un columnista en “Die Welt”.

Los propios analistas financieros temen por el futuro de la UE ampliada (cuya constitución sigue en agua de borrajas) o la estabilidad política en varios países. “Olvídense de las reformas por algunos años. Después de estas elecciones o las próximas en Italia y Alemania, probablemente sean diferidas”. Así presume un informe de Bank of America, Londres.

Tampoco la economía real marcha bien. Desde hace tiempo, el crecimiento ha ido a la zaga de Estados Unidos y, hoy, también va a la de Japón. Paralelamente, Berlín, Roma y París se comprometían a “flexibilizar” el mercado laboral (o sea, promover despidos), gastar menos en materia social y bajarles impuestos a las empresas. En realidad, esas políticas no fomentan crecimiento, máxime en un contexto donde ya hay desempleo, como el alemán o el italiano. A su vez, la ampliación de la UE provoca reacciones chauvinistas, que pivotean en el temor a una “invasión” de mano de obra barata.

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