Ya con economías relativamente rezagadas como Grecia, Eslovaquia, Polonia y Chipre (o sus dos tercios de habla helena), Rumania y Bulgaria plantean severos problemas. Tampoco encuentran apoyo público en varios miembros. Por ejemplo, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Francia o Italia. Además, esta nueva ampliación aleja posibilidades de que Suiza abandone su “espléndido aislamiento”.
En efecto, algunos medios hélvetas llaman la atención sobre un factor que ya preocupa en Italia y debiera hacerlo en Argentina: la sistemática “exportación” de mendigos profesionales rumanos (gitanos, en verdad), que usan chicos o se mutilan para causar compasión. También lo hacen sus colegas albaneses, pero este país aún no entrará en la Unión Europea.
Se trata de la quinta ampliación de la UE y resulta casi tan discutida como el eventual ingreso turco, cada vez más dudoso. También serán los primeros socios con mayoría católica oriental, no ya romana, y –en el caso búlgaro- minoría musulmana. Rumania tiene 237.000 km2 de superficie, 22.500.000 habitantes y € 7.000 como producto bruto “per caput”. Bulgaria, respectivamente, 111.000 km2, ocho millones y € 6.000. La incorporación de Budapest implica otro problema: Moldavia, étnicamente rumana y parte de ese país entre 1878 y 1945 (luego ocupada por la ex Unión Soviética), ha quedado como una cuña independiente entre Rumania, Ucrania y Transdñestria. Se parece a la relación Kósovo- Albania.
Pero el ingreso del dúo es a su vez producto de una típica maniobra política de Bruselas. En efecto, su aceptación involucró el congelamiento “sine die” de Turquía, Croacia y la poco viable Macedonia. Simplemente, las tres candidaturas deberán esperar que, alguna vez, se apruebe la futura constitución europea, un mamotreto bochado ya en dos plebiscitos (Francia, Holanda), en tanto eran suspendidos otros cuatro. Aparte, el surgimiento de un gobierno ultranacionalista en Polonia ha puesto en ridículo los ideales de la UE, cuyo poder ejecutivo está en manos de un portugués sin fuerza propia.
En general, analistas y observadores europeos dividen el largo proceso de integración en cuatro etapas naturales y dos forzadas. La fundacional (1957), originada en la comunidad europea del carbón y el acero (CECA, 1949), abarcaba Francia, Alemania, Italia, Holanda, Benelux y Luxemburgo. La segunda, 1973, añadió Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda (ésta era una economía retrasada). La tercera, 1986, comprendió Portugal y España (el primero estaba como Irlanda años antes). La cuarta (1995) aportó Suecia, Finlandia y Austria.
Una incorporación prematura se produjo en 1981 (Grecia). Mientras tanto, quedaba afuera un país avanzado, Noruega, y uno sociopolíticamente adelantado, Islandia. Por fin, la apresurada y masiva incorporación de 2004 tal vez haya sembrado la futura crisis de la UE. Por un lado, entraron países tan maduros como Chequia, Hungría, Eslovenia y Hungría. Pero también lo hicieron “subdesarrollados” como Chipre, Letonia, Lituania, Polonìa, Malta y Eslovaquia. Algunos, simples semilleros de mano de obra barata para industrias occidentales, en particular la alemana.
Los conflictos no terminan ahí. Recién separado de Serbia, Montenegro ha adoptado el euro sin pertenecer a la UE ni permiso del Banco central europeo. Albania ha firmado un acuerdo económico y financiero este mismo año, pero queda en lista de espera con Turquía, Serbia, Croacia y Bosnia-Hertsegóvina (país donde conviven tres religiones y dos alfabetos). En el otro extremo de semejante marquetería geopolítica, la Eurozona es un selecto grupo de doce que adhieren a una moneda única. El fiasco constitucional y las disparidades con el resto impiden que el euro se convierta en verdadera moneda común y esto puede durar largo tiempo. Quizás, hasta que la propia UE deje de ser viable en su forma actual.
En cuanto a Turquía, Bruselas acaba de señalar que “sus reformas van a ritmo demasiado lento”, por lo cual ha elevado al parlamento de Estrasburgo una “resolución crítica” , velozmente aprobada. Esto crea nuevas trabas a un proceso iniciado, en 1987, con la solicitud forma de Angora. Las negociación recién empezaron en octubre de 2005 y llevarán diez años, que los turcos consideran excesivos y sus oponentes (Grecia y Polonia, en particular) demasiado pocos.
Los mayores obstáculos son el reconocimiento de Chipre –Angora controla un tercio-, el respeto a la minoría kurda y a los derechos civiles. Pero también el Vaticano, en forma discreta, objeta desde hace tiempo el ingreso de 70 millones de musulmanes. Aparte, el reciente “faux pas” papal en Ratisbona puso en duda la inminente visita de Benito XVI a Turquía.
Ya con economías relativamente rezagadas como Grecia, Eslovaquia, Polonia y Chipre (o sus dos tercios de habla helena), Rumania y Bulgaria plantean severos problemas. Tampoco encuentran apoyo público en varios miembros. Por ejemplo, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Francia o Italia. Además, esta nueva ampliación aleja posibilidades de que Suiza abandone su “espléndido aislamiento”.
En efecto, algunos medios hélvetas llaman la atención sobre un factor que ya preocupa en Italia y debiera hacerlo en Argentina: la sistemática “exportación” de mendigos profesionales rumanos (gitanos, en verdad), que usan chicos o se mutilan para causar compasión. También lo hacen sus colegas albaneses, pero este país aún no entrará en la Unión Europea.
Se trata de la quinta ampliación de la UE y resulta casi tan discutida como el eventual ingreso turco, cada vez más dudoso. También serán los primeros socios con mayoría católica oriental, no ya romana, y –en el caso búlgaro- minoría musulmana. Rumania tiene 237.000 km2 de superficie, 22.500.000 habitantes y € 7.000 como producto bruto “per caput”. Bulgaria, respectivamente, 111.000 km2, ocho millones y € 6.000. La incorporación de Budapest implica otro problema: Moldavia, étnicamente rumana y parte de ese país entre 1878 y 1945 (luego ocupada por la ex Unión Soviética), ha quedado como una cuña independiente entre Rumania, Ucrania y Transdñestria. Se parece a la relación Kósovo- Albania.
Pero el ingreso del dúo es a su vez producto de una típica maniobra política de Bruselas. En efecto, su aceptación involucró el congelamiento “sine die” de Turquía, Croacia y la poco viable Macedonia. Simplemente, las tres candidaturas deberán esperar que, alguna vez, se apruebe la futura constitución europea, un mamotreto bochado ya en dos plebiscitos (Francia, Holanda), en tanto eran suspendidos otros cuatro. Aparte, el surgimiento de un gobierno ultranacionalista en Polonia ha puesto en ridículo los ideales de la UE, cuyo poder ejecutivo está en manos de un portugués sin fuerza propia.
En general, analistas y observadores europeos dividen el largo proceso de integración en cuatro etapas naturales y dos forzadas. La fundacional (1957), originada en la comunidad europea del carbón y el acero (CECA, 1949), abarcaba Francia, Alemania, Italia, Holanda, Benelux y Luxemburgo. La segunda, 1973, añadió Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda (ésta era una economía retrasada). La tercera, 1986, comprendió Portugal y España (el primero estaba como Irlanda años antes). La cuarta (1995) aportó Suecia, Finlandia y Austria.
Una incorporación prematura se produjo en 1981 (Grecia). Mientras tanto, quedaba afuera un país avanzado, Noruega, y uno sociopolíticamente adelantado, Islandia. Por fin, la apresurada y masiva incorporación de 2004 tal vez haya sembrado la futura crisis de la UE. Por un lado, entraron países tan maduros como Chequia, Hungría, Eslovenia y Hungría. Pero también lo hicieron “subdesarrollados” como Chipre, Letonia, Lituania, Polonìa, Malta y Eslovaquia. Algunos, simples semilleros de mano de obra barata para industrias occidentales, en particular la alemana.
Los conflictos no terminan ahí. Recién separado de Serbia, Montenegro ha adoptado el euro sin pertenecer a la UE ni permiso del Banco central europeo. Albania ha firmado un acuerdo económico y financiero este mismo año, pero queda en lista de espera con Turquía, Serbia, Croacia y Bosnia-Hertsegóvina (país donde conviven tres religiones y dos alfabetos). En el otro extremo de semejante marquetería geopolítica, la Eurozona es un selecto grupo de doce que adhieren a una moneda única. El fiasco constitucional y las disparidades con el resto impiden que el euro se convierta en verdadera moneda común y esto puede durar largo tiempo. Quizás, hasta que la propia UE deje de ser viable en su forma actual.
En cuanto a Turquía, Bruselas acaba de señalar que “sus reformas van a ritmo demasiado lento”, por lo cual ha elevado al parlamento de Estrasburgo una “resolución crítica” , velozmente aprobada. Esto crea nuevas trabas a un proceso iniciado, en 1987, con la solicitud forma de Angora. Las negociación recién empezaron en octubre de 2005 y llevarán diez años, que los turcos consideran excesivos y sus oponentes (Grecia y Polonia, en particular) demasiado pocos.
Los mayores obstáculos son el reconocimiento de Chipre –Angora controla un tercio-, el respeto a la minoría kurda y a los derechos civiles. Pero también el Vaticano, en forma discreta, objeta desde hace tiempo el ingreso de 70 millones de musulmanes. Aparte, el reciente “faux pas” papal en Ratisbona puso en duda la inminente visita de Benito XVI a Turquía.