Turbulencias que ponen en tela de juicio la ortodoxia financiera

“La inflación de los 70 sorprendió a todos. Tampoco habían visto venir la depresión de 1929/32 o la crisis en Asia oriental y sudoriental (1997). Cada una, precedida por anuncios de prósperas eras”. Ahora sucede lo mismo con las turbulencias.

28 diciembre, 2007

Lo encomillado figura en el último informe anual, junio, del Banco de Ajustes internacionales (BAI, Basilea). La memoria del “banco central de bancos centrales” es tan rica como incómoda para otras entidades financieras multilaterales. Recuerda, verbigracia, que “la quiebra de Long-term Capital Management, fondo especializado en derivativos, produjo en 1998 perturbaciones casi diez veces peores que las previsibles. Por tanto, todas las presunciones básicas –se lo suponía adecuadamente diversificado, líquido y capitalizado- resultaron estrepitosamente erróneas”.

Otros análisis vinculan ese tipo de errores con el libreto habitual de los gurúes porteños “cuando reiteran advertencias sobre la ‘imprevisibilidad’ de la política económica argentina y sus ‘efectos negativos’ en las decisiones de quienes operan en el país. Supuestamente, la ausencia de reglas claras y la permanente intervención estatal desalientan a potenciales inversores”.

Lo anterior parece especialmente grave en el caso del capital extranjero, habituado –se sostiene- a la habitual certidumbre de los países serios, cuyos gobiernos no se meten con los mercados. Pero lo cierto es que, en los últimos meses, las autoridades monetarias centrales vienen interviniendo al punto de dejar malparados a los ortodoxos de cabotaje que miran desde Buenos Aires. La lección que dejan los países serios es que esa ortodoxia funciona a la hora de repartir ganancias, pero deben intervenir cuando se trata de pérdidas.

Tras el festín especulativo de 1997/2001, burbuja puntocom inclusive, desde 2001 las tasas básicas bajaron (la japonesa casi tocó cero). Pero eso no funcionó bien y, desde 2004, la Reserva Federal reinició el alza, desde 1% hasta llegar en 2007 a 6,25% anual (redescuento) y 5,25% (tipo referencial). En agosto, empero, fue preciso bajar a 5,75% el primer guarismo y, ya en diciembre, a 4,25% la tasa básica. Esperando lo contrario, en julio comenzó una corrida contra activos financieros –en buena parte, bonos chatarra- que terminó de desfinanciar el segmento de malas hipotecas.

Como señala la Fundación de Investigaciones y Desarrollo, todo era “un gran casino apalancado con crédito barato y laxas regulaciones aplicadas por el gobierno de George W.Bush al sistema bancario privado”. Pero la marea pasó a maremoto en agosto y afectó a los sistemas de otros países centrales. Entonces “¿qué hizo la RF? Bajar las tasas claves, exactamente lo contrario de las señales emitidas semanas antes. La inyección de US$ 500.000 millones –dos veces el producto bruto interno argentino-, entre ‘call’ de varios emisores y baja del redescuento norteamericano, debía calmar los mercados”. Pero, hace una semana, el Banco Central europeo debió añadir € 348.600 millones, o sea unos US$ 505.500 millones.

Sin embargo, desde mediados de septiembre cundía el mal humor, el euro pasó a US$ 1,49 el 26 de noviembre y todos se pasaban a letras de Tesorería huyendo de bonos privados. Esto comprueba la vacuidad de los supuestos que maneja el neoconservadurismo financiero (mal llamado “liberal”: Chicago o la escuela de economía londinense nunca lo fueron).

Una vez más, entonces, los mercados especulativos globales vuelven a experimentar alta volatilidad. Pero, ahora, con grados de incertidumbre sin precedentes. Existe un consenso cada vez más general de que, tal vez, estemos asistiendo –teme Lawrence Summers- al principio de una crisis de grado superior en el sistema financiero impuesto durante más de treinta años”.

El auge especulativo fue un viraje trascendente en la economía mundial, do a inicios de los años 70 y es causa esencial de la permanente inestabilidad actual. La relación entre la masa de activos financieros y el PB global pasó de 109% en 1980 a 316% en 2005. Pero, en la Eurozona lo hizo a 300% y al 405% en Estados Unidos. Así señala Raúl Zibecchi en “Turbulencias financieras y América latina”, editado en la web (21 de agosto).

Otro síntoma relevante es que el mundo financiero ya no se centra en crédito a largo plazo, sino en simples transacciones, lo cual eleva considerablemente los riesgos y, claro, las posibilidades de enriquecerse de golpe. La cantidad de fondos de cobertura (derivados) creció de 610 en 1990 a 9.575 a mediados de 2007. A partir de la crisis deflacionaria japonesa de 1990/1, el sistema se ha vuelto más imprevisible que nunca. Ni la RF ni el BCE parecen capaces de desactivar el engendro. Ahora bien, ¿qué pueden hacer?

“Poco o nada”, según Paul Craig, subsecretario de hacienda bajo Ronald Reagan. “La RF no puede moverse, sencillamente porque ya no depende de sí sino de China, cuyas reservas ascienden a más de US$ 1,3 billones, tres veces el total de la Eurozona. Si decidiera desprenderse de sus US$ 900.000 millones en letras de Tesorería, el dólar dejaría de funcionar como moneda de reserva o cálculo”. Sin duda, Beijing tiene razones para su actual cautela. Una desvalorización traumática del dólar perjudicaría las exportaciones chinas y de las empresas norteamericanas radicadas allá. Además, ¿qué divisa podría reemplazar al dólar en sus diversas funciones?

Lo decisivo, sostiene la entidad, es “una permanente vulnerabilidad en las finanzas globales, cuyo origen debe buscarse en los estímulos a la especulación generados por el pensamiento neoconservador”. No es casual que, desde hace un tiempo, una caterva de ejecutivos y analistas de mercado reactualicen a Ayn Rand en todo el hemisferio. Hace cincuenta años. Esta psicópata anticipó lo que luego serían la “cientología” de Lewis Ronald Hubbard o la teología del dinero lanzada en los años 90. Todos comparten con grupos conservadores locales el mismo pensamiento: “ser rico es bueno y la codicia es una virtud”.

A criterio de Zibecchi y Valle, “esta vez la crisis se origina en el centro mismo del sistema, al estallar la burbuja hipotecaria, no sólo en EE.UU. Aun así, ese país no parece querer pagar el precio de una severa recesión ni de una profunda reforma financiera”. Los acontecimientos posteriores a la rebaja de medio punto en el redescuento y la tasa básica explican el pesimismo exhibido por Benjamin Bernanke ante el congreso. Pero ningún alto funcionario formula en voz alta una dura pregunta: “¿cuál sería la suerte del sistema si, como sucediera con la libra en 1931, ahora tocase a chinos, rusos o exportadores petroleros desdeñar el dólar como moneda de reserva?. El tema es delicado, porque hoy los espacios económicos reales más dinámicos no se encuentran en Europa occidental ni EE.UU.”

Lo encomillado figura en el último informe anual, junio, del Banco de Ajustes internacionales (BAI, Basilea). La memoria del “banco central de bancos centrales” es tan rica como incómoda para otras entidades financieras multilaterales. Recuerda, verbigracia, que “la quiebra de Long-term Capital Management, fondo especializado en derivativos, produjo en 1998 perturbaciones casi diez veces peores que las previsibles. Por tanto, todas las presunciones básicas –se lo suponía adecuadamente diversificado, líquido y capitalizado- resultaron estrepitosamente erróneas”.

Otros análisis vinculan ese tipo de errores con el libreto habitual de los gurúes porteños “cuando reiteran advertencias sobre la ‘imprevisibilidad’ de la política económica argentina y sus ‘efectos negativos’ en las decisiones de quienes operan en el país. Supuestamente, la ausencia de reglas claras y la permanente intervención estatal desalientan a potenciales inversores”.

Lo anterior parece especialmente grave en el caso del capital extranjero, habituado –se sostiene- a la habitual certidumbre de los países serios, cuyos gobiernos no se meten con los mercados. Pero lo cierto es que, en los últimos meses, las autoridades monetarias centrales vienen interviniendo al punto de dejar malparados a los ortodoxos de cabotaje que miran desde Buenos Aires. La lección que dejan los países serios es que esa ortodoxia funciona a la hora de repartir ganancias, pero deben intervenir cuando se trata de pérdidas.

Tras el festín especulativo de 1997/2001, burbuja puntocom inclusive, desde 2001 las tasas básicas bajaron (la japonesa casi tocó cero). Pero eso no funcionó bien y, desde 2004, la Reserva Federal reinició el alza, desde 1% hasta llegar en 2007 a 6,25% anual (redescuento) y 5,25% (tipo referencial). En agosto, empero, fue preciso bajar a 5,75% el primer guarismo y, ya en diciembre, a 4,25% la tasa básica. Esperando lo contrario, en julio comenzó una corrida contra activos financieros –en buena parte, bonos chatarra- que terminó de desfinanciar el segmento de malas hipotecas.

Como señala la Fundación de Investigaciones y Desarrollo, todo era “un gran casino apalancado con crédito barato y laxas regulaciones aplicadas por el gobierno de George W.Bush al sistema bancario privado”. Pero la marea pasó a maremoto en agosto y afectó a los sistemas de otros países centrales. Entonces “¿qué hizo la RF? Bajar las tasas claves, exactamente lo contrario de las señales emitidas semanas antes. La inyección de US$ 500.000 millones –dos veces el producto bruto interno argentino-, entre ‘call’ de varios emisores y baja del redescuento norteamericano, debía calmar los mercados”. Pero, hace una semana, el Banco Central europeo debió añadir € 348.600 millones, o sea unos US$ 505.500 millones.

Sin embargo, desde mediados de septiembre cundía el mal humor, el euro pasó a US$ 1,49 el 26 de noviembre y todos se pasaban a letras de Tesorería huyendo de bonos privados. Esto comprueba la vacuidad de los supuestos que maneja el neoconservadurismo financiero (mal llamado “liberal”: Chicago o la escuela de economía londinense nunca lo fueron).

Una vez más, entonces, los mercados especulativos globales vuelven a experimentar alta volatilidad. Pero, ahora, con grados de incertidumbre sin precedentes. Existe un consenso cada vez más general de que, tal vez, estemos asistiendo –teme Lawrence Summers- al principio de una crisis de grado superior en el sistema financiero impuesto durante más de treinta años”.

El auge especulativo fue un viraje trascendente en la economía mundial, do a inicios de los años 70 y es causa esencial de la permanente inestabilidad actual. La relación entre la masa de activos financieros y el PB global pasó de 109% en 1980 a 316% en 2005. Pero, en la Eurozona lo hizo a 300% y al 405% en Estados Unidos. Así señala Raúl Zibecchi en “Turbulencias financieras y América latina”, editado en la web (21 de agosto).

Otro síntoma relevante es que el mundo financiero ya no se centra en crédito a largo plazo, sino en simples transacciones, lo cual eleva considerablemente los riesgos y, claro, las posibilidades de enriquecerse de golpe. La cantidad de fondos de cobertura (derivados) creció de 610 en 1990 a 9.575 a mediados de 2007. A partir de la crisis deflacionaria japonesa de 1990/1, el sistema se ha vuelto más imprevisible que nunca. Ni la RF ni el BCE parecen capaces de desactivar el engendro. Ahora bien, ¿qué pueden hacer?

“Poco o nada”, según Paul Craig, subsecretario de hacienda bajo Ronald Reagan. “La RF no puede moverse, sencillamente porque ya no depende de sí sino de China, cuyas reservas ascienden a más de US$ 1,3 billones, tres veces el total de la Eurozona. Si decidiera desprenderse de sus US$ 900.000 millones en letras de Tesorería, el dólar dejaría de funcionar como moneda de reserva o cálculo”. Sin duda, Beijing tiene razones para su actual cautela. Una desvalorización traumática del dólar perjudicaría las exportaciones chinas y de las empresas norteamericanas radicadas allá. Además, ¿qué divisa podría reemplazar al dólar en sus diversas funciones?

Lo decisivo, sostiene la entidad, es “una permanente vulnerabilidad en las finanzas globales, cuyo origen debe buscarse en los estímulos a la especulación generados por el pensamiento neoconservador”. No es casual que, desde hace un tiempo, una caterva de ejecutivos y analistas de mercado reactualicen a Ayn Rand en todo el hemisferio. Hace cincuenta años. Esta psicópata anticipó lo que luego serían la “cientología” de Lewis Ronald Hubbard o la teología del dinero lanzada en los años 90. Todos comparten con grupos conservadores locales el mismo pensamiento: “ser rico es bueno y la codicia es una virtud”.

A criterio de Zibecchi y Valle, “esta vez la crisis se origina en el centro mismo del sistema, al estallar la burbuja hipotecaria, no sólo en EE.UU. Aun así, ese país no parece querer pagar el precio de una severa recesión ni de una profunda reforma financiera”. Los acontecimientos posteriores a la rebaja de medio punto en el redescuento y la tasa básica explican el pesimismo exhibido por Benjamin Bernanke ante el congreso. Pero ningún alto funcionario formula en voz alta una dura pregunta: “¿cuál sería la suerte del sistema si, como sucediera con la libra en 1931, ahora tocase a chinos, rusos o exportadores petroleros desdeñar el dólar como moneda de reserva?. El tema es delicado, porque hoy los espacios económicos reales más dinámicos no se encuentran en Europa occidental ni EE.UU.”

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