Tres grandes gasoductos, centro de complejas intrigas políticas

Se llaman Nabucodonosor, Corriente norte y Sur. El gasoducto asirio parte realmente de Adzerbaidyán, a orillas del Caspio. El Norte sale al fondo del golfo de Finlandia y llega a Gran Bretaña bajo el mar. El sur va de Georgia a Hungría.

29 abril, 2008

El trasfondo geopolítico es claro: los tres abastecen o abastecerán 60% del fluido consumido en Europa occidental, proporción que alcanzará 80% hacia 2020. En este momento, por otra parte, 25% de las necesidades totales de energía y combustibles en la Unión Europea las cubre el gas natural.

Nabuconosor, nombre nada lírico –especialmente para los judíos-, es por hoy un proyecto que llegará a dos cabeceras europeas, Viena y Otranto (taco de la bota italiana). Por supuesto, la clave del juego es el ruso Gazprom, el mayor monopolios estatal del mundo en su sector.

Pese al gigantesco dibujo que marcan los gasoductos sobre Europa central occidental y sudoriental, por ahora sólo hay una modesta línea que sale de Georgia, cruza el fondos del mar Negro y termina en Angora. Eventualmente, empalmará con el rey asirio de sangrienta fama.

Sin duda, los aspectos políticos son tales que priman sobre el cronograma de obras, aún en discusión. Entretanto, las necesidades europeas dependen de un extenso ducto que sí funciona: sale de Siberia occidental y llega al occidente europeo cruzando, de paso, Ucrania.

Ésa es es el arma de presión en manos de Gazprom. No sorprende, pues, que Dmitri Medvyéyev haya sido su presidente hasta que Vladyímir Putin lo digitara como su propio sucesor en Moscú. Tampoco extraña que Gerhard Schröder –ex canciller alemán- sea gestor de Gazprom para el gasoducto. Al respecto, Putin intentó otro enroque, pero internacional: le ofreció el gasoducto sur al flamante ex primer ministro italiano, Romano Prodi. El profesor no aceptó.

El trasfondo geopolítico es claro: los tres abastecen o abastecerán 60% del fluido consumido en Europa occidental, proporción que alcanzará 80% hacia 2020. En este momento, por otra parte, 25% de las necesidades totales de energía y combustibles en la Unión Europea las cubre el gas natural.

Nabuconosor, nombre nada lírico –especialmente para los judíos-, es por hoy un proyecto que llegará a dos cabeceras europeas, Viena y Otranto (taco de la bota italiana). Por supuesto, la clave del juego es el ruso Gazprom, el mayor monopolios estatal del mundo en su sector.

Pese al gigantesco dibujo que marcan los gasoductos sobre Europa central occidental y sudoriental, por ahora sólo hay una modesta línea que sale de Georgia, cruza el fondos del mar Negro y termina en Angora. Eventualmente, empalmará con el rey asirio de sangrienta fama.

Sin duda, los aspectos políticos son tales que priman sobre el cronograma de obras, aún en discusión. Entretanto, las necesidades europeas dependen de un extenso ducto que sí funciona: sale de Siberia occidental y llega al occidente europeo cruzando, de paso, Ucrania.

Ésa es es el arma de presión en manos de Gazprom. No sorprende, pues, que Dmitri Medvyéyev haya sido su presidente hasta que Vladyímir Putin lo digitara como su propio sucesor en Moscú. Tampoco extraña que Gerhard Schröder –ex canciller alemán- sea gestor de Gazprom para el gasoducto. Al respecto, Putin intentó otro enroque, pero internacional: le ofreció el gasoducto sur al flamante ex primer ministro italiano, Romano Prodi. El profesor no aceptó.

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