Trasfondo empresario en puja Chávez-Lula

La puja entre Brasil y Venezuela en el Mercosur fue producto de la presión ejercida por temerosos productores y empresarios de ambos países más que por las declaraciones enardecidas de ambos presidentes.

6 julio, 2007

La presión de productores y empresarios venezolanos y brasileños
-que temen perjuicio por la adhesión de Venezuela al Mercosur- emergió
como trasfondo de la escalada verbal de sus gobiernos, cuando la versión
ingenua la adjudicaba a la reacción destemplada de Chávez contra
el Senado de Brasil, que Lula defendió.

Hasta ahora la cronología visible del entuerto se remontaba a que Chávez
retiró la concesión al canal RCTV, los senadores brasileños
lo criticaron en mayo, el presidente bolivariano los trató de “loros”
de Washington DC y desde Brasilia DF se le reclamó un pedido de disculpas
o explicación, aunque no fuera un acto de “contricción”.

Como consecuencia, los presidentes del Mercosur no fueron a Caracas a fundar el
Banco del Sur y Chávez faltó a la cumbre del bloque en Asunción
con sus colegas. Y mientras Lula admitía que se retrasaría en su
Congreso el voto de la membresía plena de Venezuela, su presidente desde
Irán le dio tres meses a los parlamentos de Paraguay y Brasil para que
lo hagan o retiraría la candidatura.

El primer efecto del ultimátum se sintió en Paraguay, que ingresó
de apuro a la cámara alta el protocolo de membresía plena venezolana,
tras intermediación del presidente del parlamento regional PARLASUR, Roberto
Conde, y pese a que el presidente de la Unión Industrial Paraguaya, Gustavo
Volpe, solicitó lo contrario al presidente paraguayo Nicanor Duarte. Por
su lado, el presidente argentino Néstor Kirchner dijo este jueves que pidió
a Lula “allanarle todo el camino a Venezuela para que sea parte activa del
Mercosur” y “seguir adelante también con la incorporación
de todos los que quieren unirse”.

“Queremos a Venezuela, a Bolivia, a Perú en el Mercosur” contestó
el primer mandatario brasileño, tras ser declarado socio estratégico
de Unión Europea, y desea dialogar con Chávez “para saber qué
está pasando”, aunque “imaginaba que iba a conversar con él
en Paraguay, pero no; él tenía otros compromisos”. Ante la
amenaza de plazo, Lula estampó que “si no quiere estar, que no esté”,
pues “hay reglas para entrar al Mercosur; no hay reglas para salir”,
dando claros indicios sobre la negociación inconclusa del último
semestre entre ambos países.
El ultimátum contra un Mercosur “neoliberal” que “hace agua”
enojó más a los legisladores brasileños, pero la realidad
es que, aunque terminen de votar su adhesión, Venezuela debe acordar todavía
la apertura comercial con sus socios aunque tardará luego 7 años
en completar el proceso con Argentina y Brasil.

El Senado brasileño es para Chávez parte de “la derecha”
opuesta al futuro miembro, pero luego admite que grandes corporaciones brasileñas
quieren su ingreso a costa de que reduzca sus protecciones a favor de la industria
paulista.

El senador más votado del oficialismo uruguayo de izquierda, el actual
ministro y ex guerrillero José Mujica, amigo del presidente venezolano,
explicó que le conviene a Uruguay el nuevo socio porque “el espacio
económico venezolano es complementario: es un país importador neto
de alimentos”. La crítica habitual es que Caracas predica integración
americana y compra lácteos a Nueva Zelanda.

Tres molestias subyacentes venezolanas emergen entre estas confrontaciones. Primero,
que Unión Europea relanzará en septiembre la negociación
del acuerdo con Mercosur para firmarlo en 2008 y la Comisión Europea sólo
quiere que Venezuela pueda sumarse a un tratado ya firmado con el cuarteto del
Cono Sur. Como el tratado prevé que recién en 4 años se sume
a la unión aduanera, no es esperable que el gobierno de Caracas se siente
con voto a tratar con Bruselas.

Segundo, la estrategia venezolana de extender por Sudamérica las refinerías
de crudo pesado del Orinoco, por medio de una prometida Petroamérica, choca
con el proyecto alentado por el presidente de EEUU, George Bush, junto a su colega
de Brasil, para difundir autos que acepten mezcla de etanol o uso de biodiesel.

Tercero, revela el trasfondo de intereses productivos y manufactureros cruzados
entre bambalinas de diplomáticos, emergiendo en el discurso de Chávez
donde empieza a admitir públicamente el temor a la invasión de productos
brasileños, desindustrialización de empresas, desmantelar aranceles
y desregular obligado.

Así garantizó a los “empresarios venezolanos (que) no los voy
a dejar desamparados ante nadie, ni ante Brasil, ni ante EEUU, ni ante Europa
ni ante Irán ni ante nadie”. Fue tajante en que “si nos piden
que nos suicidemos y abramos nuestra economía, no lo vamos a hacer, ni
con el Mercosur, ni con la Comunidad Andina de Naciones, ni con Europa ni con
nadie”.

Hugo Chávez confirmó que “en Brasil empezó un retardo
y el mensaje hace seis meses fue que, si no cedíamos en un conjunto de
productos para desregularlos, entonces en el Congreso no se aprobaría el
ingreso de Venezuela”, lo que prueba que el epíteto de “loros”
a esos senadores respondía a enojos anteriores a RCTV.
Para Lula, “si el presidente Chávez cree que no vale la pena entrar,
será una decisión soberana de él. Espero que entre, pero
Brasil o el Mercosur no tendrían ningún problema si eso no ocurriera:
logramos vivir hasta ahora sin Venezuela”. Su colega contesta que “no
estamos desesperados por entrar en el Mercosur” y “menos aún
cuando sentimos que allí no hay mucha voluntad de cambio”.

El líder bolivariano concluyó que Mercosur y Comunidad Andina de
Naciones “nacieron en el marco del neoliberalismo, es una integración
de élite, de empresa, de transnacionales”, por lo que los gobiernos
de América Latina deben “crear un mecanismo nuevo”, en alusión
evidente a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) que une
a Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua

por Carlos Montero, desde la sede del MERCOSUR

La presión de productores y empresarios venezolanos y brasileños
-que temen perjuicio por la adhesión de Venezuela al Mercosur- emergió
como trasfondo de la escalada verbal de sus gobiernos, cuando la versión
ingenua la adjudicaba a la reacción destemplada de Chávez contra
el Senado de Brasil, que Lula defendió.

Hasta ahora la cronología visible del entuerto se remontaba a que Chávez
retiró la concesión al canal RCTV, los senadores brasileños
lo criticaron en mayo, el presidente bolivariano los trató de “loros”
de Washington DC y desde Brasilia DF se le reclamó un pedido de disculpas
o explicación, aunque no fuera un acto de “contricción”.

Como consecuencia, los presidentes del Mercosur no fueron a Caracas a fundar el
Banco del Sur y Chávez faltó a la cumbre del bloque en Asunción
con sus colegas. Y mientras Lula admitía que se retrasaría en su
Congreso el voto de la membresía plena de Venezuela, su presidente desde
Irán le dio tres meses a los parlamentos de Paraguay y Brasil para que
lo hagan o retiraría la candidatura.

El primer efecto del ultimátum se sintió en Paraguay, que ingresó
de apuro a la cámara alta el protocolo de membresía plena venezolana,
tras intermediación del presidente del parlamento regional PARLASUR, Roberto
Conde, y pese a que el presidente de la Unión Industrial Paraguaya, Gustavo
Volpe, solicitó lo contrario al presidente paraguayo Nicanor Duarte. Por
su lado, el presidente argentino Néstor Kirchner dijo este jueves que pidió
a Lula “allanarle todo el camino a Venezuela para que sea parte activa del
Mercosur” y “seguir adelante también con la incorporación
de todos los que quieren unirse”.

“Queremos a Venezuela, a Bolivia, a Perú en el Mercosur” contestó
el primer mandatario brasileño, tras ser declarado socio estratégico
de Unión Europea, y desea dialogar con Chávez “para saber qué
está pasando”, aunque “imaginaba que iba a conversar con él
en Paraguay, pero no; él tenía otros compromisos”. Ante la
amenaza de plazo, Lula estampó que “si no quiere estar, que no esté”,
pues “hay reglas para entrar al Mercosur; no hay reglas para salir”,
dando claros indicios sobre la negociación inconclusa del último
semestre entre ambos países.
El ultimátum contra un Mercosur “neoliberal” que “hace agua”
enojó más a los legisladores brasileños, pero la realidad
es que, aunque terminen de votar su adhesión, Venezuela debe acordar todavía
la apertura comercial con sus socios aunque tardará luego 7 años
en completar el proceso con Argentina y Brasil.

El Senado brasileño es para Chávez parte de “la derecha”
opuesta al futuro miembro, pero luego admite que grandes corporaciones brasileñas
quieren su ingreso a costa de que reduzca sus protecciones a favor de la industria
paulista.

El senador más votado del oficialismo uruguayo de izquierda, el actual
ministro y ex guerrillero José Mujica, amigo del presidente venezolano,
explicó que le conviene a Uruguay el nuevo socio porque “el espacio
económico venezolano es complementario: es un país importador neto
de alimentos”. La crítica habitual es que Caracas predica integración
americana y compra lácteos a Nueva Zelanda.

Tres molestias subyacentes venezolanas emergen entre estas confrontaciones. Primero,
que Unión Europea relanzará en septiembre la negociación
del acuerdo con Mercosur para firmarlo en 2008 y la Comisión Europea sólo
quiere que Venezuela pueda sumarse a un tratado ya firmado con el cuarteto del
Cono Sur. Como el tratado prevé que recién en 4 años se sume
a la unión aduanera, no es esperable que el gobierno de Caracas se siente
con voto a tratar con Bruselas.

Segundo, la estrategia venezolana de extender por Sudamérica las refinerías
de crudo pesado del Orinoco, por medio de una prometida Petroamérica, choca
con el proyecto alentado por el presidente de EEUU, George Bush, junto a su colega
de Brasil, para difundir autos que acepten mezcla de etanol o uso de biodiesel.

Tercero, revela el trasfondo de intereses productivos y manufactureros cruzados
entre bambalinas de diplomáticos, emergiendo en el discurso de Chávez
donde empieza a admitir públicamente el temor a la invasión de productos
brasileños, desindustrialización de empresas, desmantelar aranceles
y desregular obligado.

Así garantizó a los “empresarios venezolanos (que) no los voy
a dejar desamparados ante nadie, ni ante Brasil, ni ante EEUU, ni ante Europa
ni ante Irán ni ante nadie”. Fue tajante en que “si nos piden
que nos suicidemos y abramos nuestra economía, no lo vamos a hacer, ni
con el Mercosur, ni con la Comunidad Andina de Naciones, ni con Europa ni con
nadie”.

Hugo Chávez confirmó que “en Brasil empezó un retardo
y el mensaje hace seis meses fue que, si no cedíamos en un conjunto de
productos para desregularlos, entonces en el Congreso no se aprobaría el
ingreso de Venezuela”, lo que prueba que el epíteto de “loros”
a esos senadores respondía a enojos anteriores a RCTV.
Para Lula, “si el presidente Chávez cree que no vale la pena entrar,
será una decisión soberana de él. Espero que entre, pero
Brasil o el Mercosur no tendrían ningún problema si eso no ocurriera:
logramos vivir hasta ahora sin Venezuela”. Su colega contesta que “no
estamos desesperados por entrar en el Mercosur” y “menos aún
cuando sentimos que allí no hay mucha voluntad de cambio”.

El líder bolivariano concluyó que Mercosur y Comunidad Andina de
Naciones “nacieron en el marco del neoliberalismo, es una integración
de élite, de empresa, de transnacionales”, por lo que los gobiernos
de América Latina deben “crear un mecanismo nuevo”, en alusión
evidente a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) que une
a Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua

por Carlos Montero, desde la sede del MERCOSUR

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