<p>Cuando se trata de salud, muchos países no obtienen bastante de sus inversiones. Por ejemplo, en Estados Unidos se estima que 30 a 40% del gasto médico total se derrocha, se subutiliza o se sobre-utiliza en forma sistémica, aun mientras los costos suben a tasas superiores a la de inflación.<br />
Si bien los gastos de la principal economía se cuentan este los mayores del planeta, su sistema médico figura en el puesto 37 por calidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entretanto, un estudio del Commonwealth Fund descubrió que Washington insume casi el doble per caput en atención médica que otros países. Pero marcha último en prevención de muertes.</p>
<p>Estados Unidos no está solo en este plano. Estadísticas como las citadas por Booz & Co. y las usuales advertencias que acompañan revelan la naturaleza insostenible de los sistemas médicos. Este tipo de datos ha venido circulando por el mundo durante años, cuando no décadas.</p>
<p>Muchas dirigencias políticas prestan atención a esa advertencia y algunos afrontan drásticas iniciativas reformistas. Esto incluye al presidente Barack Obama y sus masivos esfuerzos, que resultaron en la ley de acceso a la atención médica. Por su lado, la canciller Angela Merkel intenta frenar el alza de costos en Alemania. Pero las iniciativas nacionales, creen los analistas, generan interrogantes claves, tales como cuáles debieran ser los fines de una reforma y cómo han de lograrse.</p>
<p>Para Choudhury, “la respuesta a la primera pregunta es simple: las reformas debieran orientarse a controlar costos, pero mejorando la calidad de los servicios y el bienestar de los pacientes. En EE.UU., eso suele tergiversarse limitando los incrementos de costos a la tasa de aumento de los precios minoristas.</p>
<p>Esa finalidad es fácil de establecer, pero ¿cómo se obtiene? A diferencia de un negocio convencional, el sistema de atención médica no puede sencillamente cortar cabezas, operaciones o gastos excesivos para poner los gastos bajo control. Los efectos de esas medidas en los usuarios y su acceso a servicios de calidad serían draconianos.</p>
<p>En su lugar, la mayoría de sistemas afrontan un desafío: morigerar costos expandiendo el acceso de los pacientes y mejorando la calidad de la atención. La única manera de conseguirlo –opinan en Booz & Co.- es enfocarse en una gama de servicios que define las fuentes de los costos. En EE.UU., atención médica significa profesionales, paramédicos, clínicas, terapias, especialidades bajo receta, ensayos y procedimientos.</p>
<p>Todo eso representaba en 2010 casi 85% de los US$ 2,5 billones gastados en la actividad (el resto eran inversiones y gastos administrativos). Alguna estimación para 2011 son similares. Por ende, para lograr mejoras y reducciones de costos necesarias para asegurar el éxito del sistema a largo plazo, será preciso transformar de cuajo el espectro de la atención médica privada.</p>
<p>Ese desafío, en cuanto a transformar la atención médica, es magnificado por ineficiencias que persisten a través de todos los servicios y contribuyen a elevar costos. Estos factores a menudo tienen raíces en la propia estructura sistémica. Por ejemplo, en Estados Unidos existen cuatro fallas principales que impiden o dificultan prestar cuidados de calidad en forma eficaz.</p>
<p>En primer término, los proveedores de servicios (médicos, clínicas) son pagados por tipo, volumen y complejidad de las prestaciones. En el mejor de los casos, este modelo para pago de honorarios crea una inquietante desconexión entre proveedores y calidad de servicios. En el peor, da origen a prácticas abusivas tales como exceso de visitas repetidas –que inflan cuentas-, receta de prestaciones o medicamentos innecesarios. Generalmente, se trata de especialidades provistas por farmoquímicas ligadas al médico o la clínica.</p>
<p>En segundo lugar, muchos proveedores se necesitan para tratar severos casos y la consiguiente falta de coordinación entre ellos añade complejidad, gastos de terapia y múltiples oportunidades de errores médicos. Verbigracia, la clínica Cleveland investigó en 2007/08 una serie de “centinelas”, o sea eventos no anticipados en un contexto médico que resultaron en muertes o daños psicofísicos al paciente. Pero no se vinculaban al decurso natural de su enfermedad. El trabajo reveló que 43% de los casos se relacionaban con comunicaciones no óptimas.</p>
<p>El tercer factor ocurrió en Utah e Idaho. Implicaba la adopción de medidas probadas y estandarizadas, con escasos problemas en lo tocante a cuidados onerosos y negligentes. Los casos, todos registrados en la red local Intermountain Healthcare y subrayan las ventajas de instrumentar protocolos médicos adecuados. La compañía logró reducir en 50% los “centinelas” asociados a cirugías de coronarias (<em>bypasses</em>).</p>
<p>En cuarto término, aparecen los pacientes no bien cubiertos por sus propios servicios médicos. En EE.UU., apunta Saxena, “81% de enfermos están asegurados vía aportes salariales realizados por los Gobiernos federal, estadual o municipal (en esencia, el sistema Medicare) y planes privados. Por consiguiente, se halla desconectado de la red y no deben considerar costos-beneficios. Algunos pacientes tal vez prefieran seguir en ese estatu quo, su propio sistema no promueve decisiones informadas.<br />
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Transformaciones en materia de atención médica
Mientras los sectores público y privado buscan expandir actividades sin elevar costos, quienes pagan las cuentas o prestan los servicios deben complementarse entre sí. Así sostienen Saha Choudhury y Sanjay Saxena, de Booz and Company.