Torturas y abusos, una contracara del creacionismo bíblico

Ahora, el semanario republicano “Time” acusa a los infantes de marina y desmiente al Pentágono. Mientras, Karl Rove –mano derecha del presidente George W.Bush- planea otra cruzada contra la ciencia, Biblia en mano.

21 marzo, 2006

“El creacionismo y la campaña de la ultraderecha evangélica contra Charles Darwin es la otra cara de las torturas y los abusos militares en Iraq, Guantánamo, etc.”. Así sostiene Kevin Philips, autor de un texto ya clásico “The emerging Republican majority”, donde –ya en 1969- anticipaba la presente ola de fanatismo sectario surgida en el “cinturón bíblico” de Estados Unidos y orientada a “redimir las ciudades de la llanura” (palabras del predicador ultramontano Karl Rove, jefe de gabinete en la Casa Blanca).

La denuncia de “Time” es más actual y concreta. En primer término, acusa a infantes de marina –el sector más duro de las FF.AA. norteamericanas- por haber “masacrado tres familias iraquíes durante una batida en Haditha, el 19 de noviembre. Las víctimas incluían siete mujeres y cinco niños”. En segundo lugar, la revista desmiente la excusa ofrecida por el Pentágono, según la cual los civiles estaban cubriendo a guerrilleros.

Las nuevas críticas de la prensa, dentro y fuera de EE.UU., ponen otra vez sobre el tapete las graves transgresiones a los derechos civiles, demasiado comunes en la interminable “posguerra” iraquí. Lo curioso del debate es que, de un modo u otro, los militares norteamericanos olvidan una frase de agente británico Thomas E.Lawrence (1888/1935): “combatir a los rebeldes es lento, sucio. Algo así como tomar sopa con tenedor”.

Así recordaba John Nagl, veterano de ambas guerras mesopotámicas. “Toda acción armada conducida sin analizar las consecuencias políticas será inútil aunque tenga éxito y, si fracasa, habrá ayudado al enemigo”. Bush, el vicepresidente Richard Cheney y Donald Rumsfeld (Defensa) no trepidan ante los excesos y, sin una salida a la vista, lanzan espectaculares ataques aéreos y proponen una “nueva estrategia”: sacar de las ciudades a los guerrilleros. Lo mismo trataron de hacer hace dos años, sin lograrlo.

Como señala el columnista italiano Gianni Rota, “Lawrence, Nagl y la experiencia en Vietnam fueron puestos a un lado por el Pentágono”. Eso ha llevado a las torturas y otros abusos ideológicamente atribuibles a la mentalidad de “cruzado”, típica de el extremismo evangélico. Por supuesto, ni siquiera han acabado con Osama bin Laden y sus dos lugartenientes, que manejan por control remoto la red de Al Qa’eda (talibán inclusive). Tampoco el creacionismo ha podido liquidar a Darwin, su obsesión desde fines del siglo XIX.

“El creacionismo y la campaña de la ultraderecha evangélica contra Charles Darwin es la otra cara de las torturas y los abusos militares en Iraq, Guantánamo, etc.”. Así sostiene Kevin Philips, autor de un texto ya clásico “The emerging Republican majority”, donde –ya en 1969- anticipaba la presente ola de fanatismo sectario surgida en el “cinturón bíblico” de Estados Unidos y orientada a “redimir las ciudades de la llanura” (palabras del predicador ultramontano Karl Rove, jefe de gabinete en la Casa Blanca).

La denuncia de “Time” es más actual y concreta. En primer término, acusa a infantes de marina –el sector más duro de las FF.AA. norteamericanas- por haber “masacrado tres familias iraquíes durante una batida en Haditha, el 19 de noviembre. Las víctimas incluían siete mujeres y cinco niños”. En segundo lugar, la revista desmiente la excusa ofrecida por el Pentágono, según la cual los civiles estaban cubriendo a guerrilleros.

Las nuevas críticas de la prensa, dentro y fuera de EE.UU., ponen otra vez sobre el tapete las graves transgresiones a los derechos civiles, demasiado comunes en la interminable “posguerra” iraquí. Lo curioso del debate es que, de un modo u otro, los militares norteamericanos olvidan una frase de agente británico Thomas E.Lawrence (1888/1935): “combatir a los rebeldes es lento, sucio. Algo así como tomar sopa con tenedor”.

Así recordaba John Nagl, veterano de ambas guerras mesopotámicas. “Toda acción armada conducida sin analizar las consecuencias políticas será inútil aunque tenga éxito y, si fracasa, habrá ayudado al enemigo”. Bush, el vicepresidente Richard Cheney y Donald Rumsfeld (Defensa) no trepidan ante los excesos y, sin una salida a la vista, lanzan espectaculares ataques aéreos y proponen una “nueva estrategia”: sacar de las ciudades a los guerrilleros. Lo mismo trataron de hacer hace dos años, sin lograrlo.

Como señala el columnista italiano Gianni Rota, “Lawrence, Nagl y la experiencia en Vietnam fueron puestos a un lado por el Pentágono”. Eso ha llevado a las torturas y otros abusos ideológicamente atribuibles a la mentalidad de “cruzado”, típica de el extremismo evangélico. Por supuesto, ni siquiera han acabado con Osama bin Laden y sus dos lugartenientes, que manejan por control remoto la red de Al Qa’eda (talibán inclusive). Tampoco el creacionismo ha podido liquidar a Darwin, su obsesión desde fines del siglo XIX.

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