Todo lo que hay que saber sobre la soja

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 La producción de soja tuvo sus inicios en el país en la década de los años 70. Desde entonces, ha mostrado un ascenso constante en su producción y en su relevancia en la economía local. La sucesión de cambios que comenzaron en los 80, llevarían al país a ser el tercer productor mundial de este producto básico y el primer exportador mundial de sus derivados.

 En 2015, el complejo sojero es el primero en importancia en las exportaciones argentinas, alcanzando 31% del total exportado por el país. Desde el punto de vista biológico, la soja crece rápidamente y es altamente nutritiva, ya que contiene una gran cantidad de proteínas. Es un cultivo capaz de crecer bajo múltiples condiciones ambientales y de soportar mejor que otros la escasez o exceso de agua (lo que vuelve menos volátil su rendimiento).

Un informe especial elaborado por la consultora y auditora PriceWaterhnouse explica la singular importancia de este cultivo para el país, su significación económica, la historia de este cultivo y todos los ángulos de conocimiento acerca de nuestro principal producto de exportación.

Si bien los porotos de soja pueden ser consumidos directamente por los seres humanos, la mayoría son triturados para producir harina (rica en proteínas), aceite vegetal y otros sub-productos como lecitina, que es un emulsionante natural.

La harina se usa principalmente como fuente proteica para forraje animal, mientras el aceite de soja se usa para alimentos y para la producción de biocombustibles.

El crecimiento de este producto ha sido categórico. Sobre la base de los datos obtenidos del Ministerio de Agroindustria es posible observar que la participación de la siembra de soja, en promedio, no superaba 3% del total del

territorio sembrado en la década del 70, pasando a 13% en los 80, duplicándose en los 90 y superando 50% a partir del 2006.

La producción siguió la misma tendencia de crecimiento sistemático, que durante la segunda mitad de los 90s se

vio incrementada. Hubo tres factores que se combinaron para generar el salto en la producción de soja en el año 1996/1997: la implementación de la siembra directa, los avances en maquinaria agrícola y en biotecnología. Esto, a su vez, se vio reflejado en aumentos de rendimiento.

El sistema de siembra directa, que comenzó a ganar importancia a fines de los años 80, no sólo implica sembrar directamente sin remoción del suelo y sobre cobertura de residuos de la cosecha anterior, sino que involucra la rotación de cultivos y la fertilización.

A comienzos de la década de los 90 el área de soja implantada con siembra directa alcanzaba 6%, mientras que en la campaña 2001/2002 era de 74% y para 2006/2007 alcanzaba 85%.

Por otro lado, en 1996 fue introducida por primera vez en el mercado argentino la soja genéticamente modificada (GM)2. A partir de entonces, la incorporación de soja GM fue en aumento, siendo en la actualidad adoptada en 100% del cultivo.

Este nuevo proceso productivo requirió, además, de un conjunto de maquinarias caracterizadas por la necesidad de tractores con mayor potencia; lo que tuvo su correlato en el aumento de las importaciones de maquinaria agrícola.

Todo ello trajo como resultado la incorporación de tierras anteriormente no aptas para la producción agrícola y un aumento en el rendimiento por hectárea.

 

Zonas productoras y rendimiento

 

Aunque las tierras más aptas para el cultivo de soja se encuentran en la denominada región pampeana (Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba y La Pampa4), en la Argentina hay 15 provincias productoras de soja, que han ido ganando peso relativo. Mientras que en la campaña de 1995, anterior a la introducción de la soja GM, en la región Pampeana se sembró 91% de la soja total del país y se produjo 90% del grano; para 2015 la participación en la siembra había caído a 77% con 84% de la producción.

Al observar el rendimiento del cultivo, medido como tonelada producida por hectárea, se comprueba que ha mostrado crecimientos significativos. Mientras que el rendimiento absoluto en la región pampeana es superior a la no pampeana en todo el período, 1970-2015, el crecimiento ha sido más rápido en la segunda.

Este incremento sostenido en la producción de granos trajo aparejada una creciente necesidad de espacio para su almacenaje. De acuerdo a un estudio llevado adelante por la Fundación Producir Conservando5, la capacidad fija de almacenamiento de granos pasó de 17,75 millones de toneladas en 1977, a 32,2 millones de toneladas en 1987; a 41,6 millones de toneladas en 1997; para alcanzar una capacidad muy cercana a los 71 millones de toneladas en el

Asimismo, se dio un fuerte desarrollo del almacenamiento en silo bolsa. El sistema de embolsado, cuya innovación surgió en EE.UU, se ha vuelto masivo en la Argentina. Desde el ciclo agrícola 1998/99, con este sistema pasaron de almacenarse 2 millones de toneladas a 40 millones de toneladas de granos.

La expansión de la producción en zonas del NOA y NEA, que carecen de una infraestructura consolidada de almacenamiento y se encuentran lejos de los puertos, hizo que rápidamente el sistema se expandiera hacia allí.

Las bolsas permiten almacenar los granos, conservándolos por un año o dos. El productor se adaptó rápidamente a esta tecnología, porque le permitió independizarse de problemas de caminos, de transporte y de puertos de descarga.

 

Usos más comunes

 

El destino de la producción del grano es principalmente la industria aceitera (aceites y harinas). Las restantes actividades tienen participaciones muy pequeñas como destino final del grano, entre las que se encuentran la industria de alimentos balanceados y la compra de grano para consumo propio.

En la etapa de industrialización o molienda, las producciones de aceite crudo y harina están tecnológicamente asociadas, por lo que pueden producirse en las mismas plantas industriales. A lo largo de los años la capacidad de procesamiento de la industria de la soja ha venido creciendo. Actualmente, la Argentina cuenta con 47 plantas aceiteras distribuidas en 8 provincias, las cuales cuentan con una capacidad teórica de procesar 202.756 toneladas en 24 horas.

La mayor capacidad teórica de procesamiento se encuentra en Santa Fe en las zonas cercanas a los centros de embarque a lo largo del río Paraná (zona del up – river), desde Puerto San Martín hasta Arroyo Seco, debido a que la producción se destina a la exportación. En los últimos 10 años (2015 vs 2005)

la capacidad teórica total del país creció 54%. En las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos se incrementó 27%, 72% y 97%, respectivamente; mientras que Santa Fe, donde se encuentran 22 plantas

(47% del total país), incrementó su capacidad teórica en 53%.

Del total de la producción de aceite y harinas (incluye pellets y expellers),

más de 50% en el caso del primero y por encima del 80% en el segundo, tiene como destino la exportación.

En este contexto, la Argentina ha logrado un rol preponderante, siendo el primer exportador mundial en ambos rubros seguido por Brasil y EE.UU. Así, en los últimos 15 años la exportación de soja y sus derivados pasó de representar 18% del total exportado por el país, a 31%, volviéndose clave en la canasta de bienes exportados por Argentina.

 

Perspectivas a futuro

 

En un mundo con población en aumento y crecimiento de la urbanización, que asiste a la vez a un cambio en el poder económico global, la demanda de alimentos, y de recursos básicos en general, será creciente. Estas megatendencias que determinarán las relaciones económicas de las próximas décadas impactan directamente en los precios internacionales de los commodities alimentarios, que en el largo plazo, en tanto no cambien factores estructurales de la oferta, como nuevas áreas de siembra o tecnologías de producción, tenderán a permanecer relativamente altos, a pesar de que puede haber shocks de corto plazo que determinen ciclos.

En este contexto la mejora de la infraestructura vial y portuaria constituye un elemento clave para mejorar el acceso a nuevas áreas productivas o reducir costos de las existentes, que proporcionen ganancias de productividad al sector.

Argentina enfrenta oportunidades y desafíos en un sector que ha logrado a lo largo de los años capacidad de adaptarse y ser competitivo internacionalmente.

 

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