Taylor: el FMI no debe exigir más, pese a Krueger y a acreedores

John Taylor, secretario norteamericano de Hacienda sugirió al Fondo no presionar sobre el superávit primario argentino. El mensaje se orienta a Anne Krueger, los bonistas y, por elevación, al Banco Mundial, criticado ahora por Kirchner.

29 abril, 2004

El alto funcionario, que estuvo días atrás en Buenos Aires, aconsejó al Fondo Monetario Internacional “no interferir” en definiciones acerca del superávit fiscal para 2005 y 2006 (el de 2004 figura ya en el acuerdo con la entidad). “Cualquier cifra superior al 3% del PBI surgirá de negociaciones con acreedores del exterior, que deben ser transparentes por ambas partes”.

Esto deja malparados a los tenedores locales de bonos, que le reclamaban a John Dodsworth –representante del FMI en Argentina- “presionar con más dureza al gobierno”. A ese grupo sólo le falta unirse a los vanos cacerolazos de rentistas por la calle Florida.

En lo tocante a Kirchner, criticó con ironía el excesivo gasto en estudios de consultorías –con frecuencia sin resultados tangibles, al menos para los países en desarrollo- en el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF o Mundial). El presidente estaba molesto por observaciones de James Wolfensohn (un funcionario vinculado al sector financiero) sobre el mal uso de planes sociales en Argentina.

En verdad, poco del gasto social federal, federal y municipal llega a los presuntos beneficiarios. Pero esto también es común, sólo que en mucha mayor escala, en el BIRF, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Unesco. En cuanto a Taylor, el viernes fuentes del FMI salieron a replicarle, pero eso no quita que el funcionario representa la opinión del país con mayor poder de voto.

Por ejemplo, años atrás una investigación hecha en India descubrió que una campaña contra el hambre incluía “técnicos” con sueldos superiores a US$ 6.000 mensuales. En tanto, una familia tipo rural vivía con US$ 2,75 diarios. Ergo, cada “técnico” absorbía fondos para casi 73 familias. Sin incluir viajes y alojamiento en hoteles cuatro estrellas.

El alto funcionario, que estuvo días atrás en Buenos Aires, aconsejó al Fondo Monetario Internacional “no interferir” en definiciones acerca del superávit fiscal para 2005 y 2006 (el de 2004 figura ya en el acuerdo con la entidad). “Cualquier cifra superior al 3% del PBI surgirá de negociaciones con acreedores del exterior, que deben ser transparentes por ambas partes”.

Esto deja malparados a los tenedores locales de bonos, que le reclamaban a John Dodsworth –representante del FMI en Argentina- “presionar con más dureza al gobierno”. A ese grupo sólo le falta unirse a los vanos cacerolazos de rentistas por la calle Florida.

En lo tocante a Kirchner, criticó con ironía el excesivo gasto en estudios de consultorías –con frecuencia sin resultados tangibles, al menos para los países en desarrollo- en el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF o Mundial). El presidente estaba molesto por observaciones de James Wolfensohn (un funcionario vinculado al sector financiero) sobre el mal uso de planes sociales en Argentina.

En verdad, poco del gasto social federal, federal y municipal llega a los presuntos beneficiarios. Pero esto también es común, sólo que en mucha mayor escala, en el BIRF, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Unesco. En cuanto a Taylor, el viernes fuentes del FMI salieron a replicarle, pero eso no quita que el funcionario representa la opinión del país con mayor poder de voto.

Por ejemplo, años atrás una investigación hecha en India descubrió que una campaña contra el hambre incluía “técnicos” con sueldos superiores a US$ 6.000 mensuales. En tanto, una familia tipo rural vivía con US$ 2,75 diarios. Ergo, cada “técnico” absorbía fondos para casi 73 familias. Sin incluir viajes y alojamiento en hoteles cuatro estrellas.

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