Tanzi: fueron días de leche, queso y dinero mal habido

Calisto Tanzi está en la cárcel de San Vittore, Milán, que alojó a cientos de reos por “mani pulite” (1993/4). Pero su caída los eclipsa. Según recientes estimaciones, faltan € 10/13.000 millones en Parmalat, fundada por él hace 43 años.

12 enero, 2004

Detrás del escándalo empresario más grande en la historia
italiana, surge -señala el “Financial Times”- un “caleidoscopio
de aventuras financieras, miles de turbias subsidiarias y fraudes desde Liechtenstein
o Luxemburgo hasta Caimán y Sudamérica. Facturas falsas en docenas
de países por cientos de millones y hasta un depósito de €
3.950 millones fraguado en el marco de una firma llamada Bucconero (agujero negro,
homófono de bucanero)”.

Fiscales, investigadores y Enrico Bondi, interventor judicial a cargo de la
compañía, no esperan recobrar gran cosa. Se sospecha que casi
todos esos fondos fueron sustraídos, cuando no devorados por pérdidas
operativas que el grupo ocultó bajo asientos contables y documentos falsos.
Esto puede haber tomado décadas.

Según las apariencias, la estafa fue perpetrada por Tanzi y unos pocos
allegados. Pero semejante red global de engaños no pudo haber sido armada
sin intervención de las mayores bancas del mundo. Entre ellas, Citigroup
-aportó la ingeniería financiera en Bucconero-, Bank of America,
JP Morgan Chase, Deutsche Bank o Merrill Lynch. Sin contar tres de las principales
entidades italianas, la calificadora Standard & Poor´s o dos estudios auditores,
Deloitte y Grant Thornton.

La Securities & Exchange Commision (SEC, Comisión Federal de Valores
norteamericana), junto a sus colegas italiana, alemana, tratan hoy de determinar
el papel que cumpliera cada entidad -por acción, omisión o negligencia-
en la sobrevivencia de los Tanzi y Parmalat, cuando ya estaban en bancarrota.
El 5 de enero, Milán y Washington le abrían sumarios a Deloitte
(ex Deloitte & Touche).

Banqueros e intermediarios de valores se dicen víctimas de las estafas.
No obstante, apuntan “The Economist” y el periódico financiero,
“sus métodos, fallas y avidez por comisiones tan altas como fáciles
reflejan los mismos errores por los cuales varias firmas de Wall Street fueron
multadas tras la serie de colapsos iniciada en Enron”.

Por cierto, a Parlamat suelen decirle “la Enron italiana”, pero hay
varios contrastes relevantes. Por un lado, la intermediaria tejana en energía
e hidrocarburos hizo humo US$ 66.000 en valor de mercado (capitalización
bursátil del paquete). Por el otro, los activos de Parmalat nunca representaron
más de US$ 3.500 millones y las ventas orillaban 7.500 millones anuales.
Enron dejó un eficaz sistema de distribución. Tanzi se limitaba
a comprar leche -con plata ajena- y vender subproductos.

Durante no menos de veinte años, Tanzi y sus amigos emitieron facturas
ficticias, inflaron ventas y obtuvieron mucho más crédito del
que merecían. Contratos e ingresos falsos se contabilizaban como activos
o usaban para avalar emisiones de deuda. Los fondos recaudados iban a cuentas
extraterritoriales (“off shore”), compras sobrepreciadas o el bolsillo
de colaboradores, amigos y apoyos políticos.

Los activos fraguados, a su vez, justificaban la emisión de nuevos bonos.
Más de € 7.000 millones siguen dando vueltas. Según confesó
Tanzi -antes de empezar a denunciar banqueros y empresarios cómplices-,
por lo menos hay 2.900 millones en recompras fraguadas (más el depósito
falso por 3.950 millones).

Don Calisto fue localizado en Ecuador, la víspera de Navidad. Al respecto,
los investigadores se preguntaban por qué usaría ese país
como escala antes de transferir fondos a plazas “off shore”. La respuesta
se llama Ettore Giugovaz, un dálmata íntimo de Tanzi -radicado
en Guayaquil-, que lo acompañaba al momento del arresto.

En declaraciones al “Financial Times”, Giugovaz negó haber
tenido tratos con Tanzi o Parmalat en los últimos diez años. No
obstante, documentos obtenidos por el periódico revelan que su firma,
Long Field Holdings, percibe US$ 5.000 mensuales por “servicios” no
especificados a Parmaleche (Costa Rica).

Por otra parte, hace pocos meses el empresario ocupaba una oficina en la sede
milanesa de Parmalat y viajaba por el mundo -desde Libia hasta Ecuador, Brasil
y Venezuela- gestionando negocios para el grupo. Este papel comenzó a
cumplirlo en los 70.

Tan llamativas como esos detalles son la candidez o la ceguera de auditores,
calificadores de riesgos y otros analistas ante cuyos ojos los balances se tornaban
cada año más turbios y difíciles de explicar. Hacia mediados
de los 90, describe un ex ejecutivo del grupo, “ya no se proporcionaban
siquiera cifras de ventas en Italia”.

Recién en febrero de 2003 empezaron a hacerse preguntas, cuando la firma
anunció otra emisión de títulos. Los inversores querían
saber por qué una empresa con € 3.000 millones en caja precisaba
tomar más deuda. Lehman Brothers y un puñado de bancas de inversión
formularon severas críticas.

Según la Commissione Nazionale per Società e Borse (Consob),
la reacción de Tanzi (inspirada por Gian Paolo Zini, amigo y abogado
suyo) consistió en pedir investigaciones sobre sus objetores. Igualmente,
Tonna tuvo que dimitir como director financiero, puesto que ocupaba desde 1987.
Lo sustituyó Alberto Ferraris, ex ejecutivo de Citicorp -hoy Citigroup-,
que había ingresado al grupo en 1997.

Ferraris prometió no emitir más bonos. A pesar de ello, se hicieron
dos colocaciones privadas (€ 300 millones en junio, 350 millones en septiembre).
La primera la tomó Nextra (Banca Intesa), la segunda Deutsche Bank, que
ahora debe darles explicaciones a la Consob y su paralela alemana. Nextra revendió
los papeles a Morgan Stanley en octubre.

Para entonces, aparecían rajaduras en el edificio Tanzi. El grupo, presionado
por la Consob para revelar su verdadera caja, admitió una colocación
por € 496.500.00 en Epicurum. Un ignoto “fondo mutual” con sede
en Caimán, dedicado a “invertir en actividades de recreación
y placeer” (sic). El representante del fondo en Italia, Zini, jamás
había informado sobre su existencia y fines. Pero, en noviembre, el abogado
le reveló al FT que “Epicurum estaba a punto de comprar cuatro firmas
privadas y una cotizante en la bolsa de Milán”.

Ahí ardió Troya. Nadie sabía qué era ese fondo
y dónde estaba aquel dinero. A fines de año, Zini fue preso, pues
se lo considera -junto a Tonna, Ferraris y Giovanni Bonici- entre los cerebros
involucrados en el masivo fraude. Las “cosas raras” asociadas a Epicurum
no le impidieron a un influyente consultor de Citigroup recomendar al fantasmal
fondo. Pero una reunión (14 de noviembre) entre analistas de mercado
y Parmalat había sembrado alarma general: la firma no supo cuantificar
el flujo de caja durante el III trimestre.

Semanas después, los mercados no sabían si el grupo podría
rescatar € 150 millones en bonos que vencían el 8 de diciembre.
Casi sobre la fecha, la compañía pidió más tiempo
y la Consob suspendió sus acciones. Al reiniciar la cotización
(1/12), perdieron 50% del valor previo. S&P, que en octubre había
repuesto a Parmalat en la categoría apta para inversores, le bajó
diez grados en dos días y la volvió a chatarra.

La calificadora afirmó que había sido engañada repetidas
veces. Pero el golpe de gracia sobrevino en 20 de diciembre: BofA reveló
a los auditores que el grupo jamás había tenido en la cuenta en
Nueva York ni había colocado € 3.950 millones (54% de sus ventas
en 2002). El certificado de depósito había sido falsificado.

También eran fraguados los documentos que usaba Grant Thornton para
revisar las cuentas de Bonlat Financing, sociedad ficticia de Caimán
y titular de aquel depósito inexistente. Deloitte, a cargo del balance
consolidado, había permitido que GT auditase 49% de los supuestos activos.
Caimán inclusive

GT afirma que fue engañada y Tonna confesó haber ayudado a pergeñar
el falso certificado, empleando papel con membrete de BofA “para salir
del paso”. Pero la justicia quisiera saber por qué GT no verificó
en detalle ni envió gente a Nueva York, donde supuestamente estaba la
cuenta.

El banco denunció velozmente la falsificación, pero igual cayó
bajo escrutinio. Hace cuatro años, BofA había tomado participaciones
en Food Holding y Daity Holdings, que compraron 18% de Parmalat Brasil. Dado
que esta filial nunca ingresó a la Bolsa de San Pablo, los accionistas
ejercieron la opción de revender su parte por US$ 400 millones, a mediados
de diciembre. El banco se niega a tocar el tema, pero algunos investigadores
sospechan que ambos inversores son testaferros de Tanzi o algún allegado.

Los bancos internacionales mencionados al principio, Morgan Stanley y los italiano
Capitalia, UniCredito e Intesa también se relacionan son emisiones de
bonos, cuentas extraterritoriales y adquisiones de Parmalat o los Tanzi.

Citigroup, en particular, queda expuesto en el caso Bucconero, una financiera
instalada en 1999, propiedad de Parmalat (51%) y una subsidiaria (49%). Luego
de ser sumariado por haber hecho lo mismo cientos de veces para Andrew Fastow
(cerebro financiero de Enron), la entidad dirigida por Sanford Weill se ha limitado
a decir que su actuación en Bucconero “fue correcta”. Formalmente,
recién en 2002 ese tipo de operaciones exige al cliente divulgar más
detalles ante la SEC.

Todo este lío indica que hará falta mucho tiempo para determinar
cuánto y cómo se saqueó, se desvió o se esfumó.
Parmalat tiene -o tenía- 260 subsidiarias alrededor del mundo, cada cual
con varias cuentas bancarias. Además, Calisto Tanzi ha comenzado a dar
nombres y detalles…

Detrás del escándalo empresario más grande en la historia
italiana, surge -señala el “Financial Times”- un “caleidoscopio
de aventuras financieras, miles de turbias subsidiarias y fraudes desde Liechtenstein
o Luxemburgo hasta Caimán y Sudamérica. Facturas falsas en docenas
de países por cientos de millones y hasta un depósito de €
3.950 millones fraguado en el marco de una firma llamada Bucconero (agujero negro,
homófono de bucanero)”.

Fiscales, investigadores y Enrico Bondi, interventor judicial a cargo de la
compañía, no esperan recobrar gran cosa. Se sospecha que casi
todos esos fondos fueron sustraídos, cuando no devorados por pérdidas
operativas que el grupo ocultó bajo asientos contables y documentos falsos.
Esto puede haber tomado décadas.

Según las apariencias, la estafa fue perpetrada por Tanzi y unos pocos
allegados. Pero semejante red global de engaños no pudo haber sido armada
sin intervención de las mayores bancas del mundo. Entre ellas, Citigroup
-aportó la ingeniería financiera en Bucconero-, Bank of America,
JP Morgan Chase, Deutsche Bank o Merrill Lynch. Sin contar tres de las principales
entidades italianas, la calificadora Standard & Poor´s o dos estudios auditores,
Deloitte y Grant Thornton.

La Securities & Exchange Commision (SEC, Comisión Federal de Valores
norteamericana), junto a sus colegas italiana, alemana, tratan hoy de determinar
el papel que cumpliera cada entidad -por acción, omisión o negligencia-
en la sobrevivencia de los Tanzi y Parmalat, cuando ya estaban en bancarrota.
El 5 de enero, Milán y Washington le abrían sumarios a Deloitte
(ex Deloitte & Touche).

Banqueros e intermediarios de valores se dicen víctimas de las estafas.
No obstante, apuntan “The Economist” y el periódico financiero,
“sus métodos, fallas y avidez por comisiones tan altas como fáciles
reflejan los mismos errores por los cuales varias firmas de Wall Street fueron
multadas tras la serie de colapsos iniciada en Enron”.

Por cierto, a Parlamat suelen decirle “la Enron italiana”, pero hay
varios contrastes relevantes. Por un lado, la intermediaria tejana en energía
e hidrocarburos hizo humo US$ 66.000 en valor de mercado (capitalización
bursátil del paquete). Por el otro, los activos de Parmalat nunca representaron
más de US$ 3.500 millones y las ventas orillaban 7.500 millones anuales.
Enron dejó un eficaz sistema de distribución. Tanzi se limitaba
a comprar leche -con plata ajena- y vender subproductos.

Durante no menos de veinte años, Tanzi y sus amigos emitieron facturas
ficticias, inflaron ventas y obtuvieron mucho más crédito del
que merecían. Contratos e ingresos falsos se contabilizaban como activos
o usaban para avalar emisiones de deuda. Los fondos recaudados iban a cuentas
extraterritoriales (“off shore”), compras sobrepreciadas o el bolsillo
de colaboradores, amigos y apoyos políticos.

Los activos fraguados, a su vez, justificaban la emisión de nuevos bonos.
Más de € 7.000 millones siguen dando vueltas. Según confesó
Tanzi -antes de empezar a denunciar banqueros y empresarios cómplices-,
por lo menos hay 2.900 millones en recompras fraguadas (más el depósito
falso por 3.950 millones).

Don Calisto fue localizado en Ecuador, la víspera de Navidad. Al respecto,
los investigadores se preguntaban por qué usaría ese país
como escala antes de transferir fondos a plazas “off shore”. La respuesta
se llama Ettore Giugovaz, un dálmata íntimo de Tanzi -radicado
en Guayaquil-, que lo acompañaba al momento del arresto.

En declaraciones al “Financial Times”, Giugovaz negó haber
tenido tratos con Tanzi o Parmalat en los últimos diez años. No
obstante, documentos obtenidos por el periódico revelan que su firma,
Long Field Holdings, percibe US$ 5.000 mensuales por “servicios” no
especificados a Parmaleche (Costa Rica).

Por otra parte, hace pocos meses el empresario ocupaba una oficina en la sede
milanesa de Parmalat y viajaba por el mundo -desde Libia hasta Ecuador, Brasil
y Venezuela- gestionando negocios para el grupo. Este papel comenzó a
cumplirlo en los 70.

Tan llamativas como esos detalles son la candidez o la ceguera de auditores,
calificadores de riesgos y otros analistas ante cuyos ojos los balances se tornaban
cada año más turbios y difíciles de explicar. Hacia mediados
de los 90, describe un ex ejecutivo del grupo, “ya no se proporcionaban
siquiera cifras de ventas en Italia”.

Recién en febrero de 2003 empezaron a hacerse preguntas, cuando la firma
anunció otra emisión de títulos. Los inversores querían
saber por qué una empresa con € 3.000 millones en caja precisaba
tomar más deuda. Lehman Brothers y un puñado de bancas de inversión
formularon severas críticas.

Según la Commissione Nazionale per Società e Borse (Consob),
la reacción de Tanzi (inspirada por Gian Paolo Zini, amigo y abogado
suyo) consistió en pedir investigaciones sobre sus objetores. Igualmente,
Tonna tuvo que dimitir como director financiero, puesto que ocupaba desde 1987.
Lo sustituyó Alberto Ferraris, ex ejecutivo de Citicorp -hoy Citigroup-,
que había ingresado al grupo en 1997.

Ferraris prometió no emitir más bonos. A pesar de ello, se hicieron
dos colocaciones privadas (€ 300 millones en junio, 350 millones en septiembre).
La primera la tomó Nextra (Banca Intesa), la segunda Deutsche Bank, que
ahora debe darles explicaciones a la Consob y su paralela alemana. Nextra revendió
los papeles a Morgan Stanley en octubre.

Para entonces, aparecían rajaduras en el edificio Tanzi. El grupo, presionado
por la Consob para revelar su verdadera caja, admitió una colocación
por € 496.500.00 en Epicurum. Un ignoto “fondo mutual” con sede
en Caimán, dedicado a “invertir en actividades de recreación
y placeer” (sic). El representante del fondo en Italia, Zini, jamás
había informado sobre su existencia y fines. Pero, en noviembre, el abogado
le reveló al FT que “Epicurum estaba a punto de comprar cuatro firmas
privadas y una cotizante en la bolsa de Milán”.

Ahí ardió Troya. Nadie sabía qué era ese fondo
y dónde estaba aquel dinero. A fines de año, Zini fue preso, pues
se lo considera -junto a Tonna, Ferraris y Giovanni Bonici- entre los cerebros
involucrados en el masivo fraude. Las “cosas raras” asociadas a Epicurum
no le impidieron a un influyente consultor de Citigroup recomendar al fantasmal
fondo. Pero una reunión (14 de noviembre) entre analistas de mercado
y Parmalat había sembrado alarma general: la firma no supo cuantificar
el flujo de caja durante el III trimestre.

Semanas después, los mercados no sabían si el grupo podría
rescatar € 150 millones en bonos que vencían el 8 de diciembre.
Casi sobre la fecha, la compañía pidió más tiempo
y la Consob suspendió sus acciones. Al reiniciar la cotización
(1/12), perdieron 50% del valor previo. S&P, que en octubre había
repuesto a Parmalat en la categoría apta para inversores, le bajó
diez grados en dos días y la volvió a chatarra.

La calificadora afirmó que había sido engañada repetidas
veces. Pero el golpe de gracia sobrevino en 20 de diciembre: BofA reveló
a los auditores que el grupo jamás había tenido en la cuenta en
Nueva York ni había colocado € 3.950 millones (54% de sus ventas
en 2002). El certificado de depósito había sido falsificado.

También eran fraguados los documentos que usaba Grant Thornton para
revisar las cuentas de Bonlat Financing, sociedad ficticia de Caimán
y titular de aquel depósito inexistente. Deloitte, a cargo del balance
consolidado, había permitido que GT auditase 49% de los supuestos activos.
Caimán inclusive

GT afirma que fue engañada y Tonna confesó haber ayudado a pergeñar
el falso certificado, empleando papel con membrete de BofA “para salir
del paso”. Pero la justicia quisiera saber por qué GT no verificó
en detalle ni envió gente a Nueva York, donde supuestamente estaba la
cuenta.

El banco denunció velozmente la falsificación, pero igual cayó
bajo escrutinio. Hace cuatro años, BofA había tomado participaciones
en Food Holding y Daity Holdings, que compraron 18% de Parmalat Brasil. Dado
que esta filial nunca ingresó a la Bolsa de San Pablo, los accionistas
ejercieron la opción de revender su parte por US$ 400 millones, a mediados
de diciembre. El banco se niega a tocar el tema, pero algunos investigadores
sospechan que ambos inversores son testaferros de Tanzi o algún allegado.

Los bancos internacionales mencionados al principio, Morgan Stanley y los italiano
Capitalia, UniCredito e Intesa también se relacionan son emisiones de
bonos, cuentas extraterritoriales y adquisiones de Parmalat o los Tanzi.

Citigroup, en particular, queda expuesto en el caso Bucconero, una financiera
instalada en 1999, propiedad de Parmalat (51%) y una subsidiaria (49%). Luego
de ser sumariado por haber hecho lo mismo cientos de veces para Andrew Fastow
(cerebro financiero de Enron), la entidad dirigida por Sanford Weill se ha limitado
a decir que su actuación en Bucconero “fue correcta”. Formalmente,
recién en 2002 ese tipo de operaciones exige al cliente divulgar más
detalles ante la SEC.

Todo este lío indica que hará falta mucho tiempo para determinar
cuánto y cómo se saqueó, se desvió o se esfumó.
Parmalat tiene -o tenía- 260 subsidiarias alrededor del mundo, cada cual
con varias cuentas bancarias. Además, Calisto Tanzi ha comenzado a dar
nombres y detalles…

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