Stephen Hawking, de cosmólogo a sociólogo

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El científico más famoso del mundo, quien vivió y trabajó la mayor parte de su dura vida en la Universidad de Cambridge, tiene como nadie la cabeza lúcida para interpretar el mundo. Publicó en The Guardian una explicación y una advertencia.

En su afán por interpretar los recientes acontecimientos en Gran Bretaña y Estados Unidos — Brexit y Trump – hace en pocos pero seguros trazos una pintura oscura del mundo en que vivimos. Pero la hace para que las élites cultas, como esa a la que él pertenece, entiendan la verdadera razón de lo que pasó. Para Hawking, las masas votaron contra las élites, votaron contra los gobiernos que no las ayudan a defenderse del avance de la tecnología que las deja sin trabajo, votaron contra la insultante desigualdad económica y financiera que se ha vuelto más evidente que nunca. “Los votos en ambos países fueron un grito de furia de la gente que se sintió abandonada por sus líderes”.

Mucha gente parece estar de acuerdo en esto, en que los olvidados juntaron sus voces para rechazar el consejo y el asesoramiento de los expertos y las élites. Pero lo que más importa ahora, mucho más que las victorias del Brexit y de Trump, es cómo reaccionan las élites. “Ni yo mismo soy una excepción a esta regla. Yo advertí antes del referéndum en Gran Bretaña que optar por salir de la Comunidad dañaría la investigación científica. Y el electorado – o una parte importante del electorado – ni me escuchó a mí ni a ninguno de los líderes políticos, sindicalistas, artistas, empresarios y celebridades que daban todos el mismo consejo al resto del país.

Si las élites optan por rechazar esos votos como pura expresión de populismo sin entender las razones verdaderas cometerán una terrible equivocación.

Es perfectamente comprensible que la gente esté preocupada por las consecuencias económicas de la globalización y de la aceleración del cambio tecnológico. La automatización de las fábricas ya redujo los puestos de trabajo en la manufactura tradicional y la inteligencia artificial va a seguir con la destrucción del empleo en la clase media. Sólo quedarán algunos cargos para los más creativos o para supervisar.

Esto a su vez acelera la gran desigualdad económica que existe en el mundo. Internet ha permitido que unos pocos hagan mucho dinero empleando a poca gente. Esto es inevitable porque es el progreso, pero también es socialmente destructivo.

Si además pensamos que el crac financiero hizo ver a mucha gente cuánto ganaron algunos pocos individuos apostando a la bolsa, entendemos el aumento de la indignación. Por todo esto estamos viviendo en un mundo de creciente desigualdad financiera donde mucha gente no solo no puede mantener su nivel de vida sino que hasta pierde la capacidad de ganarse el pan. Por eso fue en busca de algo nuevo como parecían representar Trump o Brexit.

Otra consecuencia no buscada de la difusión global de Internet y las redes sociales es que la cruda naturaleza de esas desigualdades es mucho más evidente hoy que en el pasado. Nadie duda de sus ventajas, pero también significa que la vida de los más ricos en las partes más prósperas del mundo están a la vista de todos los que tienen un celular en la mano. Los pobres también.Y como hoy hay más gente con acceso a teléfono que a agua potable en Ãfrica, se entiende que los del campo emigren a las ciudades con la esperanza de vivir mejor; que las villas miseria les muestren que lo que veían en Instagram no está allí y que entonces emigren a otros países en busca de una vida mejor; que esa migración genere presiones de infraestructura y de empleo en los países receptores; que esa migración genere reacciones nacionalistas, de intolerancia y populismo político.

“Lo que más me preocupa es que en este momento de nuestra historia la especie humana debe trabajar junta para luchar contra el cambio climático, la producción de alimentos, la sobrepoblación, la destrucción de especies, las epidemias y la acidificación de los océanos.

Todo eso nos recuerda que estamos en el momento más peligroso en el desarrollo de la humanidad. Tenemos la tecnología para destruir el planeta en que vivimos pero todavía no desarrollamos la habilidad para escaparnos de él. Tal vez lo logremos en el futuro, pero por ahora es el único que tenemos.

Para hacer eso debemos tirar abajo paredes entre naciones, no levantarlas. Pero antes, los líderes del mundo deberán reconocer que le fallaron a la gente, que los recursos se concentraron en unos pocos y que tenemos que aprender a compartir mucho más que hoy. Si la inmigración molesta habrá que fomentar el desarrollo global. Es la única forma en que millones de buscar su futuro en su propio país. Las élites tendrán que aprender, también, un poco de humildad.

 

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