Sin más economía formal, persistirán los problemas

Si con 6 años de crecimiento a 8% anual las pequeñas empresas no pudieron formalizarse, es poco plausible esperar que sólo con crecimiento económico se pueda disminuir la informalidad. Tal vez sea ésta la gran enseñanza que deja la bonanza argentina del 2003 al 2008.

16 febrero, 2009

<p><em>Por Jorge Colina (*)</em></p>
<p>Desafortunadamente, las estad&iacute;sticas oficiales han sido tergiversadas as&iacute; que no se puede saber con certezas cu&aacute;ntas son las personas que viven en la pobreza o como ha quedado la distribuci&oacute;n del ingreso luego de los a&ntilde;os buenos. Los &uacute;ltimos datos veraces se remontan al a&ntilde;o 2006. En aquel a&ntilde;o, la pobreza urbana era de 26,9% de la poblaci&oacute;n y la distribuci&oacute;n del ingreso, medida a trav&eacute;s del coeficiente de Gini, estaba en el orden de 0,485. <br />
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La forma m&aacute;s simple de entender estos n&uacute;meros es tener en cuenta que ambos indicadores tuvieron en el 2006 un nivel similar al periodo 1996 &ndash; 1998, previo a la crisis de la convertibilidad. A partir del 2007 y en el 2008, ya no hay m&aacute;s datos sociales confiables. El INDEC afirma que en el 3&ordm; trimestre del 2008 la pobreza urbana ser&iacute;a de 17,8% de la poblaci&oacute;n, pero el n&uacute;mero no es cre&iacute;ble porque al subestimar la inflaci&oacute;n de precios en la canasta b&aacute;sica con la que se mide la pobreza se est&aacute; subestimando la medici&oacute;n de la pobreza, y con respecto a la distribuci&oacute;n del ingreso, directamente, no se la mide m&aacute;s.<br />
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Las mediciones privadas afirman que la pobreza en el 2008 no estar&iacute;a por debajo de 30% y que no hay elementos objetivos que sugieran un mejoramiento en la distribuci&oacute;n del ingreso. La atenuaci&oacute;n del crecimiento de la actividad econ&oacute;mica y el resurgimiento de la inflaci&oacute;n son dos obst&aacute;culos complicados que atentan contra cualquier objetivo social. Lo que se puede afirmar es que la bonanza ha dejado buenos dividendos en t&eacute;rminos de expansi&oacute;n de las oportunidades de negocios y del empleo, fundamentalmente del empleo formal, pero, no parece haber dejado iguales logros en t&eacute;rminos sociales. &iquest;Qu&eacute; puede haber pasado?</p>
<p><strong>Empleo formal e informal</strong></p>
<p>Los datos del Ministerio de Econom&iacute;a se&ntilde;alan que el pa&iacute;s ha crecido desde el &ldquo;piso&rdquo; del 2002 hasta finales del 2008 a una tasa superior a 8% anual. Esto significa que el nivel de actividad econ&oacute;mica es en el 2008, 65% m&aacute;s grande que en el 2002. El empleo total, por su parte, considerando toda forma de empleo (asalariado, cuentapropista, patr&oacute;n o empleador, etc) ha pasado desde 12 millones de personas a 14,8 millones, lo que significa un incremento de 2,8 millones de nuevos ocupados. Si se focaliza la atenci&oacute;n en lo que fue el crecimiento s&oacute;lo del empleo asalariado formal surge que subi&oacute; desde 4,4 millones en el 2002 a 6,8 millones en el 2008, lo que significa un crecimiento en 2,4 millones de nuevos puestos asalariados formales. Aunque no son plenamente comparables, si el empleo total aument&oacute; en 2,8 millones de personas y los puestos de trabajo asalariados formales aumentaron en 2,4 millones, parece que la mayor parte del incremento del empleo ha sido empleo formal. Efectivamente, ha sido as&iacute;. <br />
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El impresionante crecimiento econ&oacute;mico que tuvo la Argentina trajo aparejado un igualmente impresionante crecimiento del empleo formal. Sin embargo, aunque parezca parad&oacute;jico, esto no se ha traducido en una reducci&oacute;n en la cantidad de empleos informales. La cantidad de personas empleadas en trabajos asalariados informales se mantuvo en todo momento por encima de los 4 millones de personas. <br />
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La serie comienza en el 2004 porque son los datos disponibles y comparables respecto al empleo informal. All&iacute; se puede observar como el empleo asalariado registrado crece a igual ritmo que el Producto Bruto Interno (PBI), mientras que el empleo asalariado no registrado se mantiene constante. Es muy importante tener en cuenta que en 2004 la tasa de no registraci&oacute;n era de aproximadamente 46%,&nbsp; que disminuy&oacute; a 36% en el 2008. Esto llev&oacute; a muchos a confundir disminuci&oacute;n de la incidencia con disminuci&oacute;n en la cantidad de empleo no registrado. La incidencia (la tasa) de no registraci&oacute;n cay&oacute;, no porque haya menos cantidad de trabajadores no registrados, sino porque hay m&aacute;s registrados con igual cantidad de no registrados.<br />
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Adem&aacute;s de que la cantidad de trabajadores no registrados no cay&oacute;, otro dato importante es que, seg&uacute;n el INDEC, aproximadamente 77% del empleo no registrado se concentra en empresas con menos de 10 trabajadores. Es decir, lo que com&uacute;nmente se conoce como &ldquo;trabajo en negro&rdquo; es un fen&oacute;meno persistente y propio de las peque&ntilde;as empresas.<br />
Si la informalidad no se puede disminuir, ni a&uacute;n con crecimiento, significa que los problemas sociales van a persistir incluso en las &eacute;pocas de bonanza econ&oacute;mica. Esto es as&iacute; porque las peque&ntilde;as empresas son los lugares donde la gente pobre (o que est&aacute;n muy cerca de serlo) encuentran el refugio laboral. <br />
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En la informalidad, los empleos siempre van ser precarios y mal pagos porque las peque&ntilde;as empresas tienen vedado el acceso a formar parte de las cadenas de producci&oacute;n de mayor productividad, a acceder al cr&eacute;dito, o a aprovechar las m&uacute;ltiples promociones que brinda el Estado para las peque&ntilde;as empresas. Con informalidad no hay acceso a buenos negocios, y sin buenos negocios los empleos van a ser de pobre calidad. En este sentido, la informalidad de las peque&ntilde;as empresas es la condena al subdesarrollo de la gran parte de la fuerza laboral que trabaja en ellas, que en general son j&oacute;venes, mujeres y adultos hombres con bajos niveles educativos.&nbsp; </p>
<p><strong>Legislaci&oacute;n no pensada</strong></p>
<p>El factor que induce a la informalidad en las peque&ntilde;as empresas es el hecho de que formalizar es muy costoso. Las regulaciones tributarias, laborales y de la seguridad social no est&aacute;n pensadas para que las pueda cumplir una empresa chica.&nbsp; Por ello, s&oacute;lo terminan formalizando las empresas grandes y medianas.<br />
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Los aspectos m&aacute;s gruesos y visibles que prueban lo caro que es formalizar son, por ejemplo, en el tema impositivo la superposici&oacute;n de los tres niveles de gobierno (naci&oacute;n, provincias y municipios) pretendiendo todos cobrar impuestos similares a los mismos contribuyentes (IVA, Ingresos Brutos, tasas de comercio e industria, impuestos a los activos, tasas de inmuebles y veh&iacute;culos, impuesto el cheque, etc). <br />
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En el tema laboral, formalizar un trabajador implica para las empresas chicas explicitar la relaci&oacute;n con los consiguientes riesgos de judicialidad que ello conlleva y asumiendo sobrecostos importantes como es el oneroso sistema de indemnizaci&oacute;n por despido. En el tema de seguridad social, las cargas sociales (ANSES, PAMI, obras sociales, riesgos del trabajo), m&aacute;s las cargas que imponen los sindicatos desde la legislaci&oacute;n convencional, hacen que por cada $1.000 de salario bolsillo que una peque&ntilde;a empresa le paga a su trabajador tengan que abonar en concepto de impuestos al trabajo $600. Si la formalizaci&oacute;n para el peque&ntilde;o empleador significa que tiene que afrontar un costo laboral de $1.600 para que el trabajador se lleve a su casa $1.000, los incentivos a favor de la informalidad son verdaderamente potentes. <br />
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No hay que dejar de lado que, en Argentina, las cargas sociales no son percibidas como un beneficio dado que cuando se llega a la vejez los haberes jubilatorios son magros se hayan hecho aportes o no; cuando se necesita atenci&oacute;n m&eacute;dica la m&aacute;s de las veces se termina en el hospital p&uacute;blico o bien d&aacute;ndola o pag&aacute;ndola la persona de su propio bolsillo, o cuando se tiene una accidente de trabajo la exacerbada litigiosidad judicial cuestiona la validez de la cobertura que brinda el seguro de la ART.<br />
Con estas reglas de juego, es improbable que las peque&ntilde;as empresas se vuelquen masivamente a la formalidad, aunque haya crecimiento econ&oacute;mico. Es por esto que se necesita una reforma estructural en la legislaci&oacute;n para las peque&ntilde;as empresas. Es imprescindible pensar en un r&eacute;gimen especial para peque&ntilde;as empresas. <br />
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En este r&eacute;gimen, todos los tributos nacionales, provinciales, municipales y las cargas sociales a la seguridad social deber&iacute;an estar unificados en un solo impuesto y el r&eacute;gimen de despido deber&iacute;a ser similar al que tiene el sector de la construcci&oacute;n que no es un esquema indemnizatorio basado en la antig&uuml;edad sino un fondo acumulativo propiedad del trabajador en donde el empleador deposita mensualmente un porcentaje del salario. Este ser&iacute;a el comienzo de un camino para que la formalidad masiva sea una realidad, y no un mero discurso.<br />
El crecimiento econ&oacute;mico es condici&oacute;n necesaria para el desarrollo social, pero no suficiente. Para que el crecimiento venga de la mano del progreso social es imprescindible que las regulaciones tributarias, laborales y de la seguridad social sean cumplibles para el segmento m&aacute;s vulnerable del sector productivo: las peque&ntilde;as empresas.</p>
<p>(*) Jorge Colina es economista de IDESA (<a href="&quot;&quot;&quot;&quot;&quot;&quot;http://www.idesa.org&quot;&quot;&quot;&quot;&quot;&quot;">www.idesa.org</a>)</p>
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