Sin Karl Rove ¿quién pensará por George W.Bush?…

El predicador fundamentalista renuncia y vuelve a Tejas. Estratega de ambas victorias presidenciales –la primera incluyó un poco de fraude en Florida-, fue ideólogo, junto a Richard Cheney, de las desastrosas aventuras en Irak y Afganistán.

14 agosto, 2007

Justamente, su papel en las mentiras del gobierno para explicar la invasión mesopotámica en 2003 ha sido blanco de críticas, aun dentro del partido Republicano. Hasta ahora era el principal asesor político y mentor religioso de Bush. Éste se queda cada día más solo bajo una carga que –en teoría- recién abandonará en enero de 2009.

Rove dejará el despacho el 31 de este mes y algunos lo atribuyen a severos problemas de salud. Después, el vicepresidente Cheney seguirá como único báculo de George W. De todas maneras continuarán en contacto: 34 años de amistad no son fáciles de aventar.

Sea como fuere, este pastor evangélico –de flacos valores cristianos- ya no funcionará como neurona cotidiana de un mandatario no caracterizado por su brillantez. Pero a Rove se le debe otro mérito: la primacía durante casi ocho años de los ultraconservadores en la Casa Blanca, para lo cual esa eminencia gris se alió con judíos ultraortodoxos. Esto explica el luengo ostracismo de Bush padre.

Ahora, presumen observadores en Washington, la secretaria de estado Condoleezza Rice y su colega en defensa, Robert Gates –dos moderados- ejercerán más poder real alrededor del mandatario. También recobrará espacios George W.H. Para empezar, hace poco reapareció junto al hijo durante la visita de Nicolas Sarkozy. Al parecer, el presidente francés no quería toparse con Cheney ni Rove, siguiendo el ejemplo del primer ministro británico, Gordon Brown.

Una serie de cabezas que rodaron ilustra la veloz declinación de Bush y su nuevo papel de “pato cojo” (lameduck). Semanas después de la derrota en elecciones legislativas, se derrumbó Donald Rumsfeld en defensa (diciembre). Al mes siguiente, echaron a Harriet Miers, asesora legal de la Casa Blanca. Irónicamente, Rove y los elementos más conservadores la rechazaron para la Corte suprema por “moderada”.

En mayo, debió marcharse Sarah Taylor, directora de políticas en la Casa Blanca, segunda de Rove e implicada en el escándalo por el despido de fiscales, que ahora puede acabar con el secretario de justicia, Alberto González, último miembro fundamentalista del gabinete. Ese mismo mes caía Meghan O’Sullivan, viceasesora de seguridad nacional e ideóloga de la “nueva estrategia” que está fracasando en Irak. En junio fueron a la calle Robert Portman (director de presupuesto, auspiciante de nuevas partidas para Irak y Afganistán) y Daniel Bartlett, ex consejero de gobierno y, como miembro de la “mafia tejana” -cuyo jefe era el hoy ex diputado Thomas DeLay-, allegado a Bush desde que era gobernador.

Poco antes de dejar el cargo, Rove apeló a sus amigos del “Wall Street journal” para que le hicieran una larga entrevista. Ahí formuló dos pronósticos típicos de su mentalidad: la senadora Hillary Rodham Clinton obtendrá la candidatura demócrata, pero “se trata de una mujer que ha cometido varios errores, le ganaremos y habremos retenido el poder por una generación”. Pero, claro, los republicanos se pasaron medio siglo XX tratando vanamente de conseguir alguien como Franklin D.Roosevelt o John F.Kennedy. Ni siquieran produjeron un James Carter o un William Clinton.

Justamente, su papel en las mentiras del gobierno para explicar la invasión mesopotámica en 2003 ha sido blanco de críticas, aun dentro del partido Republicano. Hasta ahora era el principal asesor político y mentor religioso de Bush. Éste se queda cada día más solo bajo una carga que –en teoría- recién abandonará en enero de 2009.

Rove dejará el despacho el 31 de este mes y algunos lo atribuyen a severos problemas de salud. Después, el vicepresidente Cheney seguirá como único báculo de George W. De todas maneras continuarán en contacto: 34 años de amistad no son fáciles de aventar.

Sea como fuere, este pastor evangélico –de flacos valores cristianos- ya no funcionará como neurona cotidiana de un mandatario no caracterizado por su brillantez. Pero a Rove se le debe otro mérito: la primacía durante casi ocho años de los ultraconservadores en la Casa Blanca, para lo cual esa eminencia gris se alió con judíos ultraortodoxos. Esto explica el luengo ostracismo de Bush padre.

Ahora, presumen observadores en Washington, la secretaria de estado Condoleezza Rice y su colega en defensa, Robert Gates –dos moderados- ejercerán más poder real alrededor del mandatario. También recobrará espacios George W.H. Para empezar, hace poco reapareció junto al hijo durante la visita de Nicolas Sarkozy. Al parecer, el presidente francés no quería toparse con Cheney ni Rove, siguiendo el ejemplo del primer ministro británico, Gordon Brown.

Una serie de cabezas que rodaron ilustra la veloz declinación de Bush y su nuevo papel de “pato cojo” (lameduck). Semanas después de la derrota en elecciones legislativas, se derrumbó Donald Rumsfeld en defensa (diciembre). Al mes siguiente, echaron a Harriet Miers, asesora legal de la Casa Blanca. Irónicamente, Rove y los elementos más conservadores la rechazaron para la Corte suprema por “moderada”.

En mayo, debió marcharse Sarah Taylor, directora de políticas en la Casa Blanca, segunda de Rove e implicada en el escándalo por el despido de fiscales, que ahora puede acabar con el secretario de justicia, Alberto González, último miembro fundamentalista del gabinete. Ese mismo mes caía Meghan O’Sullivan, viceasesora de seguridad nacional e ideóloga de la “nueva estrategia” que está fracasando en Irak. En junio fueron a la calle Robert Portman (director de presupuesto, auspiciante de nuevas partidas para Irak y Afganistán) y Daniel Bartlett, ex consejero de gobierno y, como miembro de la “mafia tejana” -cuyo jefe era el hoy ex diputado Thomas DeLay-, allegado a Bush desde que era gobernador.

Poco antes de dejar el cargo, Rove apeló a sus amigos del “Wall Street journal” para que le hicieran una larga entrevista. Ahí formuló dos pronósticos típicos de su mentalidad: la senadora Hillary Rodham Clinton obtendrá la candidatura demócrata, pero “se trata de una mujer que ha cometido varios errores, le ganaremos y habremos retenido el poder por una generación”. Pero, claro, los republicanos se pasaron medio siglo XX tratando vanamente de conseguir alguien como Franklin D.Roosevelt o John F.Kennedy. Ni siquieran produjeron un James Carter o un William Clinton.

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