Sigue demorándose la sucesión de Greenspan en el SRF

Alan Greenspan se retira a fin de enero, pero su reemplazante no surge aún. Ahora aparece en liza un ex asesor de George W.Bush y otros. Pero, en el seno del Sistema de Reserva Federal, nadie arriesga apuestas.

4 agosto, 2005

A primera vista, el cuarto precandidato –Lawrence Lindsey- ostenta más méritos técnicos que Glenn Hubbard, uno de los tres nombres que se barajaban hasta el momento. Pero no tan buenos como los de Benjamin Bernanke (el favorito dentro de Wall Street) o Martin Feldstein, el hombre que tratan de imponer Harvard y su influyente “lobby”.

Según observadores de Washington, ajenos al mundillo académico o a la interna del SRF, la Casa Blanca no descarta a ninguno de los tres, pero prefiere tener más opciones. Dicho de otro modo, nadie en el entorno de Bush y su vice, Richard Cheney, tiene candidato propio. Tampoco lo tiene la bandada de neoconservadores y fundamentalistas que revolotea alrededor del salón oval.

La sucesión del casi octogenario Greenspan ya es un problema político porque, tradicionalmente, el substituto se conoce un año antes de que se jubile el incumbente. Hoy quedan menos de seis meses. La demora ha obligado a Cheney y al jefe de asesores económicos presidenciales a tomar el asunto en sus manos.

En este punto, aparece otro factor infrecuente: ese funcionario es Bernanke –favorito entre analistas-, que fue colega e inspirador de Greenspan. “Esto ha sido mal manejado desde el principio. Bernanke no debió ingresar a la Casa Blanca o, de lo contrario, debió renunciar a ser candidato”. Eso piensa Paul Volcker, antecedor de Greenspan y, en su momento, más influyente que éste.

Pero la lista no termina en Lindsey. También se han agregado esta semana Andrew Card, jefe de gabinete en Hacienda, Joshua Bolten (presupuesto) y el mismísimo secretario de Hacienda, John Snow. Los tres representan la mediocridad de los equipos económicos que ha tenido Bush, por su escaso interés y su nula versación en la materia. En realidad, Snow sobrevive gracias a su falta de talento.

Por su parte, Lindsey es un tenaz partidario de reducir impuestos a sectores de altos ingresos y asistencia social a los más pobres. Como jefe de asesores económicos de Bush, tuvo que dejar el cargo en 2002, en medio del descrédito generado por sucesivas grescas internas. Hoy hace “lobby” profesional en Washington. Quizá para bloquear a Lindsey, el martes la interna del SRF propuso a Donald Kohn, miembro del directorio.

A primera vista, el cuarto precandidato –Lawrence Lindsey- ostenta más méritos técnicos que Glenn Hubbard, uno de los tres nombres que se barajaban hasta el momento. Pero no tan buenos como los de Benjamin Bernanke (el favorito dentro de Wall Street) o Martin Feldstein, el hombre que tratan de imponer Harvard y su influyente “lobby”.

Según observadores de Washington, ajenos al mundillo académico o a la interna del SRF, la Casa Blanca no descarta a ninguno de los tres, pero prefiere tener más opciones. Dicho de otro modo, nadie en el entorno de Bush y su vice, Richard Cheney, tiene candidato propio. Tampoco lo tiene la bandada de neoconservadores y fundamentalistas que revolotea alrededor del salón oval.

La sucesión del casi octogenario Greenspan ya es un problema político porque, tradicionalmente, el substituto se conoce un año antes de que se jubile el incumbente. Hoy quedan menos de seis meses. La demora ha obligado a Cheney y al jefe de asesores económicos presidenciales a tomar el asunto en sus manos.

En este punto, aparece otro factor infrecuente: ese funcionario es Bernanke –favorito entre analistas-, que fue colega e inspirador de Greenspan. “Esto ha sido mal manejado desde el principio. Bernanke no debió ingresar a la Casa Blanca o, de lo contrario, debió renunciar a ser candidato”. Eso piensa Paul Volcker, antecedor de Greenspan y, en su momento, más influyente que éste.

Pero la lista no termina en Lindsey. También se han agregado esta semana Andrew Card, jefe de gabinete en Hacienda, Joshua Bolten (presupuesto) y el mismísimo secretario de Hacienda, John Snow. Los tres representan la mediocridad de los equipos económicos que ha tenido Bush, por su escaso interés y su nula versación en la materia. En realidad, Snow sobrevive gracias a su falta de talento.

Por su parte, Lindsey es un tenaz partidario de reducir impuestos a sectores de altos ingresos y asistencia social a los más pobres. Como jefe de asesores económicos de Bush, tuvo que dejar el cargo en 2002, en medio del descrédito generado por sucesivas grescas internas. Hoy hace “lobby” profesional en Washington. Quizá para bloquear a Lindsey, el martes la interna del SRF propuso a Donald Kohn, miembro del directorio.

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