Señales positivas, pese al clima creado por Krueger, Wolfensohn y algunos medios

Finalmente, la asamblea FMI-BIRF deparó señales optimistas para Argentina, ya adelantadas por dos bancas de inversión. Naturalmente, los elogios incluyen el rito habitual: admitir errores y pedir un poco más,en tono moderado.

25 abril, 2004

En el marco de la reunión semestral conjunta entre el Fondo Monetario y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF o Mundual), el Grupo de los 7 reconoció los avances argentinos. Tanto en la economía real como en aspectos financieros y fiscales. Aunque, en general, la prensa rioplatense lo omita, el tono era muy distinto al del comunicado emitido por el “comité monetario” del FMI, grupo de técnicos “ortodoxos” que responden al negocio financiero.

Otra señal positiva es que el Fondo admita estar analizando un plan que, escuchando planteos de Argentina y Brasil, para no computar las inversiones infraestructurales como gasto en los cálculos presupuestarios. Esto era muy resistido por Anne Krueger y varios columnistas conservadores en Buenos Aires.

Como si eso no alcanzase, un ex aliado de Krueger, Anup Singh, ahora reconoce que Argentina ha aumentado el superávit fiscal, Además, restó relevancia al debate sobre la necesidad de atar más excedentes al pago a acreedores privados. Otro indio, Raghuram Rajan, analista principal del FMI. admitió que la entidad se había equivocado al manejar el caso argentino en los 90.

Temiendo que Rodrigo Rato –virtual director gerente del FMI- la excluyese –en favor de Singh-, Krueger, secundada por James Wolfensohn, había criticado nuevamente la gestión de la deuda argentina. Pero las bancas de inversión piensan de otro modo.

La llamativa ola de reclamos y presiones, iniciada el anterior fin de semana, parecía relacionarse políticamente con la elección del español Rato para suceder a Horst Köhler como CEO del Fondo Monetario Internacional. Según un informe hecho llegar reservadamente a Economía, Rato preferiría que Estados Unidos cambiase la segunda autoridad del Fondo.

La vice y Wolfensohn –Banco Mundial- son considerados en la Unión Europea (que candidateó oficialmente a Rato) “virtuales gestores de cobros por cuenta de acreedores privados”. Por cierto, el jueves Wolfensohn, luego de secundar a Krueger y el “comité global” exigiendo superávit primario de 4% en términos de PBI, declaró que “es momento de pensar en las obligaciones, no en planes sociales”.

Pero no por nada el BM se llama “Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento” (BIRF). Su objeto es básicamente social, como lo recordaba Joseph Stiglitz, Nobel económico compartido en 2001. Justamente por esas opiniones perdió su cargo en el BM (2000) por presiones de Krueger, Teresa Ter Minassian y otros.

Naturalmente, la nueva campaña de presiones se hacía con vistas a asamblea en Washington. De hecho, todavía no llegaba a esa capital Roberto Lavagna y ya algunos medios financieros locales anunciaban su fracaso. Inclusive, lo identificaban como objeto de críticas formuladas por Néstor Kirchner a la devaluación efectuada en el paso de 2001 a 2002. En realidad, los objetados eran Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde y Arturo Remes Lenicov.

Obviamente, Lavagna defendió en Washington la propuesta de pago a los acreedores privados, señalando “poder pagar en el tiempo es lo más importante para no caer en nuevas crisis”. En medio de todo esto, Morgan Stanley y Deutsche Bank –que no habían querido participar en el comité que timonea la renegociación- se mostraban el viernes optimistas sobre la restructuración. De hecho, el primero recomendó comprar bonos argentinos, pese al mal momento que atraviesan los papeles de países emergentes –“en desarrollo”, para decirlo bien- y periféricos (subdesarrollados).

Otro dato poco claro: el FMI reclamaba ahora más superávit primario, aunque fuera pesimista respecto de la economía: estimó que el PBI crecería sólo 5,5 % este año (el Banco Central espera 8%). Pero “sólo si tuviesen sustento las políticas en marcha”. John Taylor, secretario norteamericano de Hacienda se mostró ambiguo en Buenos Aires; tal vez por que aún ignoraba qué haría Rato, una vez nombrado en el Fondo.

Fiel a las rígidas recetas de los 90, recientemente criticadas por Stiglitz, Krueger, Wolfensohn y un aliado táctico argentino, Ricardo Lóper Murphy, insisten en políticas astringentes. No obstante, cualquier superávit más allá de lo razonable –solía decir otro Nobel, Franco Modigliani- puede ser contraproducente.

Cabe consignar, empero, que no existe aún una declaración específica del organismo –como dan a entender algunos medios-, sino de un pasaje del informe general sobre perspectivas económicas mundiales. Redactado hace semanas, se destinaba a la actual asamblea. La actitud de Taylor les sirvió a ciertos analistas para dar la idea de que la reunión en Washington giraría en torno de Argentina, lo cual es un dislate.

Entre las medidas “prioritarias” que desean imponer funcionarios del Fondo figuran dos que suenan a “lobby”: fortalecer el sistema bancario y mejorar las condiciones para los negocios privados. Ante eso, el secretario de Hacienda, Carlos Mosse, replicó: “el superávit anual desbordará la meta ya convenida con el Fondo. Es lógico –dijoó- que haya modificaciones en el gasto contemplado en el presupuesto 2004. Por ejemplo, en seguridad. Pero la oferta de renegociación no contempla ningún pago en esta etapa”. Es decir, durante 2004.

Similares declaraciones hizo Lavagna. De paso, explicó que el tema que más preocupaba a Taylor es la crisis energética. Tanto la local como las que asoman en EE.UU. y China.

No obstante, Mosse sostuvo que “de ninguna manera el superávit anual superará los $ 15.000 millones”. En cuanto a estabilidad, el funcionario coincide con el BCRA: la inflación minorista del año pede oscilar alrededor de 6,9% (algo más que la proyección estadounidense, tomando el índice de marzo).

En el marco de la reunión semestral conjunta entre el Fondo Monetario y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF o Mundual), el Grupo de los 7 reconoció los avances argentinos. Tanto en la economía real como en aspectos financieros y fiscales. Aunque, en general, la prensa rioplatense lo omita, el tono era muy distinto al del comunicado emitido por el “comité monetario” del FMI, grupo de técnicos “ortodoxos” que responden al negocio financiero.

Otra señal positiva es que el Fondo admita estar analizando un plan que, escuchando planteos de Argentina y Brasil, para no computar las inversiones infraestructurales como gasto en los cálculos presupuestarios. Esto era muy resistido por Anne Krueger y varios columnistas conservadores en Buenos Aires.

Como si eso no alcanzase, un ex aliado de Krueger, Anup Singh, ahora reconoce que Argentina ha aumentado el superávit fiscal, Además, restó relevancia al debate sobre la necesidad de atar más excedentes al pago a acreedores privados. Otro indio, Raghuram Rajan, analista principal del FMI. admitió que la entidad se había equivocado al manejar el caso argentino en los 90.

Temiendo que Rodrigo Rato –virtual director gerente del FMI- la excluyese –en favor de Singh-, Krueger, secundada por James Wolfensohn, había criticado nuevamente la gestión de la deuda argentina. Pero las bancas de inversión piensan de otro modo.

La llamativa ola de reclamos y presiones, iniciada el anterior fin de semana, parecía relacionarse políticamente con la elección del español Rato para suceder a Horst Köhler como CEO del Fondo Monetario Internacional. Según un informe hecho llegar reservadamente a Economía, Rato preferiría que Estados Unidos cambiase la segunda autoridad del Fondo.

La vice y Wolfensohn –Banco Mundial- son considerados en la Unión Europea (que candidateó oficialmente a Rato) “virtuales gestores de cobros por cuenta de acreedores privados”. Por cierto, el jueves Wolfensohn, luego de secundar a Krueger y el “comité global” exigiendo superávit primario de 4% en términos de PBI, declaró que “es momento de pensar en las obligaciones, no en planes sociales”.

Pero no por nada el BM se llama “Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento” (BIRF). Su objeto es básicamente social, como lo recordaba Joseph Stiglitz, Nobel económico compartido en 2001. Justamente por esas opiniones perdió su cargo en el BM (2000) por presiones de Krueger, Teresa Ter Minassian y otros.

Naturalmente, la nueva campaña de presiones se hacía con vistas a asamblea en Washington. De hecho, todavía no llegaba a esa capital Roberto Lavagna y ya algunos medios financieros locales anunciaban su fracaso. Inclusive, lo identificaban como objeto de críticas formuladas por Néstor Kirchner a la devaluación efectuada en el paso de 2001 a 2002. En realidad, los objetados eran Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde y Arturo Remes Lenicov.

Obviamente, Lavagna defendió en Washington la propuesta de pago a los acreedores privados, señalando “poder pagar en el tiempo es lo más importante para no caer en nuevas crisis”. En medio de todo esto, Morgan Stanley y Deutsche Bank –que no habían querido participar en el comité que timonea la renegociación- se mostraban el viernes optimistas sobre la restructuración. De hecho, el primero recomendó comprar bonos argentinos, pese al mal momento que atraviesan los papeles de países emergentes –“en desarrollo”, para decirlo bien- y periféricos (subdesarrollados).

Otro dato poco claro: el FMI reclamaba ahora más superávit primario, aunque fuera pesimista respecto de la economía: estimó que el PBI crecería sólo 5,5 % este año (el Banco Central espera 8%). Pero “sólo si tuviesen sustento las políticas en marcha”. John Taylor, secretario norteamericano de Hacienda se mostró ambiguo en Buenos Aires; tal vez por que aún ignoraba qué haría Rato, una vez nombrado en el Fondo.

Fiel a las rígidas recetas de los 90, recientemente criticadas por Stiglitz, Krueger, Wolfensohn y un aliado táctico argentino, Ricardo Lóper Murphy, insisten en políticas astringentes. No obstante, cualquier superávit más allá de lo razonable –solía decir otro Nobel, Franco Modigliani- puede ser contraproducente.

Cabe consignar, empero, que no existe aún una declaración específica del organismo –como dan a entender algunos medios-, sino de un pasaje del informe general sobre perspectivas económicas mundiales. Redactado hace semanas, se destinaba a la actual asamblea. La actitud de Taylor les sirvió a ciertos analistas para dar la idea de que la reunión en Washington giraría en torno de Argentina, lo cual es un dislate.

Entre las medidas “prioritarias” que desean imponer funcionarios del Fondo figuran dos que suenan a “lobby”: fortalecer el sistema bancario y mejorar las condiciones para los negocios privados. Ante eso, el secretario de Hacienda, Carlos Mosse, replicó: “el superávit anual desbordará la meta ya convenida con el Fondo. Es lógico –dijoó- que haya modificaciones en el gasto contemplado en el presupuesto 2004. Por ejemplo, en seguridad. Pero la oferta de renegociación no contempla ningún pago en esta etapa”. Es decir, durante 2004.

Similares declaraciones hizo Lavagna. De paso, explicó que el tema que más preocupaba a Taylor es la crisis energética. Tanto la local como las que asoman en EE.UU. y China.

No obstante, Mosse sostuvo que “de ninguna manera el superávit anual superará los $ 15.000 millones”. En cuanto a estabilidad, el funcionario coincide con el BCRA: la inflación minorista del año pede oscilar alrededor de 6,9% (algo más que la proyección estadounidense, tomando el índice de marzo).

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