Según Shinzo Abe, nunca hubo crímenes de guerra japoneses

Apelando a un formalismo legal, el flamante primer ministro negó sus existencia ante el parlamento. Justamente mientras se lo esperaba en Beijing y Seúl, donde su nacionalismo ya inquietaba.

8 octubre, 2006

Las nuevas expresiones de Abe dejaron heladas a China, Surcorea, Taiwán y Rusia. Precisamente mientras se agudizan tensiones geopolíticas en la región, tras anuncios norcoreanos de ensayos nucleares en tierra. En este punto, el “premier” usó el libreto de George W.Bush contra Irán: sugirió “un ataque preventivo sobre Pyongyang”.

Abe aludía específicamente a condenas aplicadas a catorce altos oficiales tras la II guerra mundial, entre ellos al almirante Hideki Tojo, virtual poder detrás de Hirohito, un emperador distante de la realidad. Por primera vez desde entonces, un jefe de gobierno japonés pide reformar la constitución pacifista de 1948, obra del general George Marshall (quizás uno de los máximos genios políticos del siglo XX).

El dirigente cuestiona no sólo eso sino, además, un fallo japonés de 2002 donde, 57 años después, se admite que miles de chinos y manchúes fueron eliminados en experimentos estilo III Reich con armas bacteriológicas. Irónicamente, ese tipo de instrumentos figura en el actual arsenal norcoreano.

“En Japón no existen y nunca existieron crímenes o criminales de guerra. El concepto recién fue introducido en la constitución posbélica”. Vale decir, Abe recurre a un truco jurídico que exige dos condiciones: reformar la carta y borrar veredictos en firme de tribunales propios e internacionales (sería como dejar sin efecto los procesos de Núremberg).

Las nuevas expresiones de Abe dejaron heladas a China, Surcorea, Taiwán y Rusia. Precisamente mientras se agudizan tensiones geopolíticas en la región, tras anuncios norcoreanos de ensayos nucleares en tierra. En este punto, el “premier” usó el libreto de George W.Bush contra Irán: sugirió “un ataque preventivo sobre Pyongyang”.

Abe aludía específicamente a condenas aplicadas a catorce altos oficiales tras la II guerra mundial, entre ellos al almirante Hideki Tojo, virtual poder detrás de Hirohito, un emperador distante de la realidad. Por primera vez desde entonces, un jefe de gobierno japonés pide reformar la constitución pacifista de 1948, obra del general George Marshall (quizás uno de los máximos genios políticos del siglo XX).

El dirigente cuestiona no sólo eso sino, además, un fallo japonés de 2002 donde, 57 años después, se admite que miles de chinos y manchúes fueron eliminados en experimentos estilo III Reich con armas bacteriológicas. Irónicamente, ese tipo de instrumentos figura en el actual arsenal norcoreano.

“En Japón no existen y nunca existieron crímenes o criminales de guerra. El concepto recién fue introducido en la constitución posbélica”. Vale decir, Abe recurre a un truco jurídico que exige dos condiciones: reformar la carta y borrar veredictos en firme de tribunales propios e internacionales (sería como dejar sin efecto los procesos de Núremberg).

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