¿Se llega al futuro en marcha atrás?

En Estados Unidos, el ciclo más prolongado de crecimiento económico en tiempos de paz coincide con un preocupante agravamiento de las desigualdades en la distribución del ingreso. Por Dolores Valle *

3 febrero, 2000

Un informe que acaban de difundir, en Washington, el Instituto de Política Económica y el Centro para las Prioridades Presupuestarias revela que esta última década de excepcional bonanza dejó a la sociedad norteamericana más profundamente escindida entre pobres y ricos.

Los ingresos de la quinta parte más acaudalada de la población suman ahora US$ 137.000 anuales, 15% más que a fines de los ’80. Pero en el escalón más bajo de la pirámide las cosas casi no han cambiado: esa franja de 20% de la población recibe un promedio de US$ 13.000 anuales, lo que equivale a un magro incremento de 1% con respecto a una década atrás.

La desigual distribución de los frutos de la prosperidad es aún más evidente contemplada desde otro ángulo: los ingresos anuales de los más ricos aumentaron US$ 17.480 en este período, en tanto que los de los más pobres apenas se incrementaron en US$ 110.

Casi tan sugestivas como estas cifras son las explicaciones que aportan los autores del estudio a la hora de examinar este fenómeno.

La brecha se ahondó, dicen, como consecuencia de la globalización de la economía, el debilitamiento de los sindicatos, la precarización del trabajo, la desregulación, el carácter regresivo de las reformas impositivas y la eliminación de las redes de protección social.

El mensaje implícito es tan claro como inquietante: los mismos ingredientes que conformaron la receta universalmente consagrada para el éxito económico en los ’90 contribuyeron, al mismo tiempo, a instaurar una situación de creciente desigualdad en la mayor potencia mundial.

Ahora, los ingresos de la quinta parte más rica de la sociedad estadounidense son diez veces más elevados que los del quintil más pobre.

Visto desde la Argentina, el panorama muestra trazos particularmente sombríos, sobre todo si se considera que la brecha es, aquí, mucho más amplia: las familias que ocupan la franja superior de la escala exhiben ingresos casi 27 veces más altos que los de la quinta parte menos pudiente. Y la tendencia histórica también marca un retroceso: el índice de hogares argentinos por debajo de la línea de pobreza se triplicó en los últimos diez años.

* Jefa de Redacción de MERCADO

Un informe que acaban de difundir, en Washington, el Instituto de Política Económica y el Centro para las Prioridades Presupuestarias revela que esta última década de excepcional bonanza dejó a la sociedad norteamericana más profundamente escindida entre pobres y ricos.

Los ingresos de la quinta parte más acaudalada de la población suman ahora US$ 137.000 anuales, 15% más que a fines de los ’80. Pero en el escalón más bajo de la pirámide las cosas casi no han cambiado: esa franja de 20% de la población recibe un promedio de US$ 13.000 anuales, lo que equivale a un magro incremento de 1% con respecto a una década atrás.

La desigual distribución de los frutos de la prosperidad es aún más evidente contemplada desde otro ángulo: los ingresos anuales de los más ricos aumentaron US$ 17.480 en este período, en tanto que los de los más pobres apenas se incrementaron en US$ 110.

Casi tan sugestivas como estas cifras son las explicaciones que aportan los autores del estudio a la hora de examinar este fenómeno.

La brecha se ahondó, dicen, como consecuencia de la globalización de la economía, el debilitamiento de los sindicatos, la precarización del trabajo, la desregulación, el carácter regresivo de las reformas impositivas y la eliminación de las redes de protección social.

El mensaje implícito es tan claro como inquietante: los mismos ingredientes que conformaron la receta universalmente consagrada para el éxito económico en los ’90 contribuyeron, al mismo tiempo, a instaurar una situación de creciente desigualdad en la mayor potencia mundial.

Ahora, los ingresos de la quinta parte más rica de la sociedad estadounidense son diez veces más elevados que los del quintil más pobre.

Visto desde la Argentina, el panorama muestra trazos particularmente sombríos, sobre todo si se considera que la brecha es, aquí, mucho más amplia: las familias que ocupan la franja superior de la escala exhiben ingresos casi 27 veces más altos que los de la quinta parte menos pudiente. Y la tendencia histórica también marca un retroceso: el índice de hogares argentinos por debajo de la línea de pobreza se triplicó en los últimos diez años.

* Jefa de Redacción de MERCADO

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