Se habría terminado la recesión

Señales económicas positivas generan expectativas, movilizan análisis y abren esperanzas de reactivación, pero la temática del déficit fiscal y los apremios electorales provocan dudas. por Sergio Cerón

10 febrero, 2001

El viernes 9 se difundió el informe de la Universidad Torcuato Di Tella que, en base a los indicadores del índice de confianza del consumidor (ICC) y del índice del nivel de actividad correspondientes a enero y los primeros días de febrero, dan la percepción de que el país podría salir de la recesión.

El incremento de 4,6% del ICC con respecto a diciembre último y de 1,1%, comparado con el vigente en enero de 1999, establece 99% de posibilidades de quiebre de la tendencia en el nivel de actividad; este valor supera el umbral considerado necesario – 95% – para pronosticar el fin de la etapa recesiva.

Esta apreciación de fuente privada responsable coincidía con las señales registradas en otros niveles, aunque no faltaron en Nueva York expertos financieros que planteaban sus reparos, basados en sus dudas sobre el mantenimiento del compromiso asumido por Buenos Aires sobre el nivel del déficit fiscal y las exigencias planteadas por la campaña política.

En la Alianza surgieron con nitidez dos personajes de fuerte perfil: por un lado del ex vicepresidente Carlos Alvarez, cuyos mensajes suelen desconcertar por su labilidad a los observadores; por el otro, Raúl Alfonsín, cuyas convicciones ideológicas marcan un paso hacia la izquierda respecto de las que prefiere sostener Fernando de la Rúa.

En trance de simplificar el análisis, apelando al recurso fácil de aplicar etiquetas, los comentaristas suelen ubicar a los dos primeros en las filas del “progresismo de izquierda” y al primer mandatario en las del liberalismo más identificado con el proceso de globalización mundial.

Quienes se empeñan en apelar a este recurso analítico se asieron esta semana de dos episodios en los que las partes marcaron actitudes discrepantes, al menos de manera parcial: las opiniones que generaron los fiscales Freiler y Delgado al apelar el fallo del juez Liporaci sobre la causa por supuestos actos de corrupción en el Senado de la Nación y la reacción que produjeron las invectivas de Fidel Castro contra el gobierno nacional. (Ver ” Alvarez insiste en cambiar el Senado” y “Alto voltaje entre Cuba y la Argentina”).

El viejo escándalo de las coimas atribuidas a IBM en la venta de equipos al Banco Nación tomó inmediata actualidad al disponer el juez federal Adolfo Bagnasco detener a Aldo Dadone, ex presidente de la institución, vinculado a Domingo Cavallo y cercano a altos funcionarios del gobierno de Carlos Menem.

Simultáneamente, la jueza María Servini de Cubría atiende las denuncias de los diputados socialistas Alfredo Bravo y Jorge Rivas, y la legisladora radical Elisa Carrió, contra el presidente del Banco Central, Pedro Pou.

Este ominoso clima donde se manejan presunciones no fáciles de demostrar sobre la actividad de grupos mafiosos, contribuye a enturbiar el panorama político argentino y a aumentar la pérdida de confianza de la ciudadanía respecto de las clases dirigentes, en particular la dirigencia .

No son pocos aquellos que se preguntan si, como lo proclama Carlos Alvarez, es posible que la sensatez y la solidaridad se unan para iluminar la mente y la decisión de quienes tienen la responsabilidad del liderazgo social.

El viernes 9 se difundió el informe de la Universidad Torcuato Di Tella que, en base a los indicadores del índice de confianza del consumidor (ICC) y del índice del nivel de actividad correspondientes a enero y los primeros días de febrero, dan la percepción de que el país podría salir de la recesión.

El incremento de 4,6% del ICC con respecto a diciembre último y de 1,1%, comparado con el vigente en enero de 1999, establece 99% de posibilidades de quiebre de la tendencia en el nivel de actividad; este valor supera el umbral considerado necesario – 95% – para pronosticar el fin de la etapa recesiva.

Esta apreciación de fuente privada responsable coincidía con las señales registradas en otros niveles, aunque no faltaron en Nueva York expertos financieros que planteaban sus reparos, basados en sus dudas sobre el mantenimiento del compromiso asumido por Buenos Aires sobre el nivel del déficit fiscal y las exigencias planteadas por la campaña política.

En la Alianza surgieron con nitidez dos personajes de fuerte perfil: por un lado del ex vicepresidente Carlos Alvarez, cuyos mensajes suelen desconcertar por su labilidad a los observadores; por el otro, Raúl Alfonsín, cuyas convicciones ideológicas marcan un paso hacia la izquierda respecto de las que prefiere sostener Fernando de la Rúa.

En trance de simplificar el análisis, apelando al recurso fácil de aplicar etiquetas, los comentaristas suelen ubicar a los dos primeros en las filas del “progresismo de izquierda” y al primer mandatario en las del liberalismo más identificado con el proceso de globalización mundial.

Quienes se empeñan en apelar a este recurso analítico se asieron esta semana de dos episodios en los que las partes marcaron actitudes discrepantes, al menos de manera parcial: las opiniones que generaron los fiscales Freiler y Delgado al apelar el fallo del juez Liporaci sobre la causa por supuestos actos de corrupción en el Senado de la Nación y la reacción que produjeron las invectivas de Fidel Castro contra el gobierno nacional. (Ver ” Alvarez insiste en cambiar el Senado” y “Alto voltaje entre Cuba y la Argentina”).

El viejo escándalo de las coimas atribuidas a IBM en la venta de equipos al Banco Nación tomó inmediata actualidad al disponer el juez federal Adolfo Bagnasco detener a Aldo Dadone, ex presidente de la institución, vinculado a Domingo Cavallo y cercano a altos funcionarios del gobierno de Carlos Menem.

Simultáneamente, la jueza María Servini de Cubría atiende las denuncias de los diputados socialistas Alfredo Bravo y Jorge Rivas, y la legisladora radical Elisa Carrió, contra el presidente del Banco Central, Pedro Pou.

Este ominoso clima donde se manejan presunciones no fáciles de demostrar sobre la actividad de grupos mafiosos, contribuye a enturbiar el panorama político argentino y a aumentar la pérdida de confianza de la ciudadanía respecto de las clases dirigentes, en particular la dirigencia .

No son pocos aquellos que se preguntan si, como lo proclama Carlos Alvarez, es posible que la sensatez y la solidaridad se unan para iluminar la mente y la decisión de quienes tienen la responsabilidad del liderazgo social.

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