Se frenó el festival de compras

Ya aflojó el pánico en Wall Street y los bancos vuelven a mostrar mayor disposición a los préstamos. Pero quedó una profunda desconfianza entre los consumidores que, por ahora, se defienden atrincherándose en la actitud de no gastar.

12 noviembre, 2008

La sociedad consumista ahora consume menos. Las ventas de autos cayeron 32% en el tercer trimestre. Para el año que viene se calcula que el gasto de los consumidores caerá por primera vez desde 1980 y en una magnitud que sería la más grande desde 1942.

Ahora que Wall Street pudo alejarse de la cornisa, el tema de corto plazo que más preocupa a la economía es la crisis de confianza de los consumidores. Nadie pone en duda que la gente tiene que comenzar a ahorrar como no lo ha hecho en varias décadas. Pero si el cambio de conducta es demasiado abrupto, podría dañar agudamente la economía.

Si continúa la caída de ventas (General Motors está en serios problemas y Circuit City pidió la quiebra)  existe el peligro de entrar en un círculo vicioso donde los recortes de gastos y los despidos se realimenten mutuamente.

No se ve con claridad lo que se pueda hacer, inclusive Barack Obama y su administración entrante, para calmar las preocupaciones actuales. Obama reclama un paquete de estímulos que compensará en parte la retracción del consumidor. El y sus asesores también tratarán de recuperar la confianza proyectando una  eficiente calma  y una disposición a ser más agresivos que la administración Bush. Todo eso podría ayudar.

Pero el citado paquete de estímulos significaría nada más que US$ 150.000 millones en gasto nuevo del gobierno. La diferencia entre un buen año (en gasto de los consumidores) y un mal año es de US$ 400.000 millones.
De manera que 2009 podría terminar siendo un año bastante miserable. El consumidor estadounidense, desde hace tiempo la variable de gasto de último recurso de la economía global, podría estar, finalmente, agotado.

En realidad, esto se viene escuchando desde hace mucho. Los agoreros anuncian desde hace años y nunca había ocurrido. Wall Street había impuesto un cliché: “Nunca subestimen al consumidor estadounidense”.

Como muchos clichés, éste también tiene algo de verdad. Incluso antes del reciente  boom inmobiliario, el gasto del consumidor constituía, en la economía de Estados Unidos,  una parte más grande que, por ejemplo, en las economías francesa o alemana.  A los americanos les gusta comprar cosas, y tampoco les dura mucho el pesimismo.

Andrew Kohut, presidente del Pew Research Center, dice que sus últimas encuestas muestran un aumento en el número de personas que proyectan recortar su gasto, pero también un aumento entre los que creen que la economía va a estar mejor el año que viene. “Lo que la economía estadounidense tiene a su favor es el innato optimismo del público”.

Tal vez, la caída en los precios de los combustibles o la victoria de Obama les sacuda la apatía, dice Kohut. Una encuesta de Gallup muestra que la confianza del consumidor creció un poquito después de las elecciones.  Sobre la base de la historia reciente es fácil imaginar que la tendencia continuará y que el gasto pronto se recuperará.

Sin embargo, si el año pasado ha demostrado algo, es que no deberíamos suponer que  algo no puede ocurrir sólo porque todavía no ocurrió.  Las frías realidades económicas merecen el beneficio de la duda, aun cuando señalen conclusiones incómodas. Y en este momento, las realidades económicas están señalando una seria recesión en el consumo.

La sociedad consumista ahora consume menos. Las ventas de autos cayeron 32% en el tercer trimestre. Para el año que viene se calcula que el gasto de los consumidores caerá por primera vez desde 1980 y en una magnitud que sería la más grande desde 1942.

Ahora que Wall Street pudo alejarse de la cornisa, el tema de corto plazo que más preocupa a la economía es la crisis de confianza de los consumidores. Nadie pone en duda que la gente tiene que comenzar a ahorrar como no lo ha hecho en varias décadas. Pero si el cambio de conducta es demasiado abrupto, podría dañar agudamente la economía.

Si continúa la caída de ventas (General Motors está en serios problemas y Circuit City pidió la quiebra)  existe el peligro de entrar en un círculo vicioso donde los recortes de gastos y los despidos se realimenten mutuamente.

No se ve con claridad lo que se pueda hacer, inclusive Barack Obama y su administración entrante, para calmar las preocupaciones actuales. Obama reclama un paquete de estímulos que compensará en parte la retracción del consumidor. El y sus asesores también tratarán de recuperar la confianza proyectando una  eficiente calma  y una disposición a ser más agresivos que la administración Bush. Todo eso podría ayudar.

Pero el citado paquete de estímulos significaría nada más que US$ 150.000 millones en gasto nuevo del gobierno. La diferencia entre un buen año (en gasto de los consumidores) y un mal año es de US$ 400.000 millones.
De manera que 2009 podría terminar siendo un año bastante miserable. El consumidor estadounidense, desde hace tiempo la variable de gasto de último recurso de la economía global, podría estar, finalmente, agotado.

En realidad, esto se viene escuchando desde hace mucho. Los agoreros anuncian desde hace años y nunca había ocurrido. Wall Street había impuesto un cliché: “Nunca subestimen al consumidor estadounidense”.

Como muchos clichés, éste también tiene algo de verdad. Incluso antes del reciente  boom inmobiliario, el gasto del consumidor constituía, en la economía de Estados Unidos,  una parte más grande que, por ejemplo, en las economías francesa o alemana.  A los americanos les gusta comprar cosas, y tampoco les dura mucho el pesimismo.

Andrew Kohut, presidente del Pew Research Center, dice que sus últimas encuestas muestran un aumento en el número de personas que proyectan recortar su gasto, pero también un aumento entre los que creen que la economía va a estar mejor el año que viene. “Lo que la economía estadounidense tiene a su favor es el innato optimismo del público”.

Tal vez, la caída en los precios de los combustibles o la victoria de Obama les sacuda la apatía, dice Kohut. Una encuesta de Gallup muestra que la confianza del consumidor creció un poquito después de las elecciones.  Sobre la base de la historia reciente es fácil imaginar que la tendencia continuará y que el gasto pronto se recuperará.

Sin embargo, si el año pasado ha demostrado algo, es que no deberíamos suponer que  algo no puede ocurrir sólo porque todavía no ocurrió.  Las frías realidades económicas merecen el beneficio de la duda, aun cuando señalen conclusiones incómodas. Y en este momento, las realidades económicas están señalando una seria recesión en el consumo.

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