Salario real estancado, pero récord en dólares

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El consumo y al salario real son las principales variables a dinamizar en vísperas de elecciones. Las remuneraciones privadas crecieron 1,4% en agosto, pero con caída del 4,7% en el poder de compra, según Ecolatina.

El comportamiento es razonable, ya que los gobiernos cada dos años se juegan buena parte de su capital político en las elecciones (tanto ejecutivas como legislativas), y necesitan de una economía que traccione votos. Este año no fue la excepción, el salario real del sector privado creció 1,4% i.a en agosto (último dato disponible). Esta evolución no sería preocupante si durante 2014 el poder de compra de los trabajadores no hubiera caído, en promedio, 4,7% anual, señala Ecolatina en su ISE 1043.

 

De esta manera, si se compara el actual salario real contra el existente en agosto de 2013 se observa una contracción del orden del 2,8%. A su vez, la evolución de corto plazo del salario real no fue homogénea entre el sector privado y el público. Este último fue el que menos aumentos recibió durante buena parte de la última década, pero desde hace más de dos años que viene mostrando los mayores incrementos.

 

De hecho, el año pasado el sector privado formal sufrió una contracción mayor al 5%, mientras que la caída fue cercana al 3% para los empleados públicos registrados.

 

Además, durante los primeros ocho meses de 2015 los asalariados del sector privado no vieron cambios relevantes en su poder de compra, mientras que el salario real del sector público creció casi 3,5%, recuperando completamente lo perdido el año pasado.

Por otra parte, al tipo de cambio oficial el salario promedio registrado rompe récords afectando la competitividad externa de nuestra economía (otros costos de producción relevantes como el gasto en logística y el costo de capital tocan máximos en dólares), lo que refleja la fuerte apreciación cambiaria que sufre nuestro país. Pese al pico del salario en dólares, el poder de compra de los trabajadores registrados es similar al de 2007, año en el cual no había apreciación cambiaria. Salario real vs salario en dólares: estancamiento vs crecimiento continuo Una característica distintiva de la devaluación de 2002 fue su acotado traspaso a precios.

 

Entre diciembre de 2001 y fines de 2002 el tipo de cambio oficial trepó 250%, mientras que los precios lo hicieron sólo 41%. Más allá de las razones que posibilitaron esta asimétrica evolución (alto desempleo, depresión, deflación, etc.), tuvo importantes repercusiones. En términos salariales la contracción del poder de compra por aquellos meses superó el 20%, desmejorando un frente social que ya mostraba claras señales de deterioro.

 

Pero la caída en el salario medido en dólares fue mucho mayor alcanzando 70% hacia fines de 2002. Aquel año fue la muestra de que salario real y en dólares no siempre caen al mismo ritmo. Es necesario aclarar que, a los fines de mejorar las condiciones económicas de la sociedad, el índice a observar es el salario real ya que mide el poder de compra en términos de bienes y servicios asequibles localmente.

 

En cambio, el nivel salarial en dólares da cuenta de la capacidad de ahorro en divisas y de consumo de bienes y servicios dolarizados (como viajes al exterior o bienes adquiridos en el extranjero).

 

No dice nada, por ejemplo acerca de la capacidad de una familia de alcanzar la línea de pobreza o indigencia, aunque si acerca de la competitividad externa de una economía. Una vez que tanto el salario real como el salario en dólares tocaron un piso a mediados de 2002, la recuperación fue veloz en ambos frentes.

 

Ya en agosto de 2006 el salario real recuperó el nivel previo al colapso de la Convertibilidad, mientras que medido en dólares alcanzó el mismo punto en agosto de 2010. Una vez que alcanzaron aquellos niveles, las series continuaron por distintos caminos. El salario real, que había crecido por cuatro años de forma ininterrumpida comenzó a estancarse hacia fines de 2007 e inició un proceso de oscilamiento que continua hasta el día de hoy.

 

Detrás de esta evolución se encuentra la aceleración de la inflación y la pérdida de una herramienta clave a la hora de formar expectativas: el IPC elaborado por INDEC.

 

A partir de ese punto las negociaciones paritarias perdieron el faro con el cual compararse, al mismo tiempo que la inflación se aceleraba y las principales variables macroeconómicas desmejoraban. Pero esta evolución zigzagueante no se replicó en el salario medido en moneda extranjera. Mientras que precios y salarios aumentaban a la par, el tipo de cambio oficial creció sistemáticamente a un menor ritmo. De esta forma, el salario en dólares continuó creciendo en forma sostenida, minando la competitividad externa del país sin mostrar un beneficio claro para los trabajadores (su poder de compra no creció). Si bien la devaluación de 2014 contrajo el indicador (junto con el salario real), rápidamente se recuperó la tendencia previa y actualmente el salario en dólares supera en más de 3% el pico anterior.

 

Este nuevo record lo sitúa en valores 45% superiores a los existentes durante la salida de la Convertibilidad, casi 10 p.p. por encima de la inflación acumulada en Estados Unidos desde 2001. En suma, la evolución del salario real y en dólares no fue favorable: en los últimos años los trabajadores no lograron adquirir con su salario más bienes y servicios, al mismo tiempo que el creciente salario en dólares funcionaba como un desincentivo a la creación de puestos de trabajo e inversión en el sector transable.

 

No es casualidad que a partir de 2007 el empleo haya evolucionado sólo en línea con el crecimiento poblacional, dejando atrás tasas de expansión significativas. Además de desincentivar la creación de puestos de trabajo e inversión, el elevado salario en dólares funcionó como un estímulo a la compra de bienes producidos en el exterior. Esto repercutió en un incremento de las importaciones y de la compra de divisas para atesoramiento parcialmente contenido por la instauración del cepo cambiario. Son muchos quienes alegan que la frágil situación externa del país tiene a la apreciación cambiaria como principal causa.

 

Bajo esta misma lógica, asumen que una depreciación real de la moneda es lo que se necesita para recuperar competitividad y generar nichos de rentabilidad en sectores exportadores que, al tipo de cambio oficial, no están en condiciones de competir en el mercado internacional.

Queda claro que un ajuste cambiario traería aparejada una disminución del salario en dólares, pero la pregunta clave a dilucidar es su impacto sobre el salario real. En un informe anterior (ver* ISE 1038*) mostramos que la mayoría de los países de América Latina lograron este año depreciar fuertemente sus monedas sin acelerar significativamente su inflación en el proceso.

 

De esta manera, consiguieron reducir el salario en dólares sin generar un impacto importante en el poder de compra de los trabajadores. Lamentablemente, esto no sucedería en Argentina: nuestro país es la excepción a la regla respecto de lo que sucede en la región. La inflación en el centro del problema La diferencia entre la evolución del salario real y el salario en dólares debe buscarse en el incremento de los precios. Desde 2007 estos crecen al 25% promedio anual, ritmo similar a los salarios del sector registrado, y muy por encima del deslizamiento del tipo de cambio oficial (+14% promedio anual) en dicho período. Si el próximo presidente electo decide utilizar la política cambiaria para mejorar la competitividad externa del país va a requerir mucha pericia y credibilidad para acotar el impacto negativo de esta medida sobre el salario real.

 

La pregunta clave a dilucidar en nuestro país, es cómo depreciar el dólar oficial sin generar una brusca aceleración de la inflación.

 

A diferencia de la región, parece imposible reducir el salario en dólares (para mejorar la competitividad externa) sin golpear el poder adquisitivo de los trabajadores. El traslado a precios de la devaluación depende del nivel previo de inflación, pero también de la percepción de los agentes respecto de la consistencia del plan económico.

 

Si creen que el ajuste cambiario es el primero de muchos por venir se cubrirán preventivamente aumentando los precios de acuerdo a sus creencias (la elevada inflación inercial y la falta de un termómetro oficial creíble de inflación no ayudan a contener expectativas). Se desprende de esto que, en pos de minimizar la pérdida de salario real y mejorar la competitividad externa del país se necesita un plan económico consistente pero también un equipo profesional que genere confianza y pueda implementar en la práctica dicho plan.

 

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