Rusia y Ucrania llegaron a arreglo en el conflicto del gas

El principio de acuerdo coincidió con una reunión de emergencia en la Comisión Europea para analizar la inestabilidad de oferta en hidrocarburos. El síntoma alacanza a Rusia, segunda exportadora mundial de crudos y gas.

4 enero, 2006

Pero los mercados aún no suspiran de alivio. Por ejemplo, el miércoles por la noche se ignoraba cuál sería el precio a cobrar por Moscú a Kíyev. Cabe recordar que la crisis se desató tras de que los rusos cuadruplicasen el costo del gas natural. En este clima, no soprende que el petróleo tejano intermedio siga clavado en US$ 63,30 el barril.

Cabe señalar que también el martes se esperaba un acuerdo. Mientras tanto, varios países de Europa se veían afectados por una marcada baja en la presión de los gasoductos que llevan el gas siberiano hacia el oeste, a través de Ucrania. Ese mismo día, al saberse que la crisis rusoucraniana seguía trabando el abasto de gas natural y metano a Occidente y los Balcanes, el crudo sobre febrero pasó a US$ 63,20 (tejano medio) y 61,30 (Brent nórdico). O sea, 37% y 33% sobre un año antes.

En realidad, hubo dos crisis. La primera pudo ser superada, el lunes, minutos antes de abrirse los mercados de hidrocarburos, cuando Moscú aceptó reanudar bombeos por un gasoducto que cruza Ucrania. Pero esto no acabó con la otra crisis, es decir las disputas en torno de precios y pagos ni, mucho menos, con los temores europeos, cifrados en su excesiva dependencia del fluido ruso.

“Kíyev continúa robando gas. Gazprom compensa, una vez más, a los usarios europeos. Pero no podrá hacerlo por siempre”. Así declaró Syerghiéi Kupríyanov, funcionarios de la empresa. Ahí se prendieron luces amarillas y rojas. A su vez, un vocero del presidente ucraniano, Víktor Yushchenko, negó haber substraído gas ruso, pero advirtió: “lo haremos si las temperaturas siguen varios grados bajo cero”.

Por supuesto, en medio de un crudo invierno, la UE se ha puesto nervioasa. Si bien Rusia empezó a reanudar exportaciones de fluido. Francia e Italia, muy afectadas, temen que el fluido vuelva a interrumpirse. EE.UU. mira de afuera.

Al principio, casi todos los países al oeste de Rusia fueron parcialmente afectados por una reducción de suministros, resultante “técnica” de haberse interrumpido el abastecimiento a Ucrania. En gas natural, la UE recibe de los yacimientos gasíferos de Uryengói (Siberia occidental) casi 25% de sus necesidades. A su vez, las aplicaciones dominantes son residencial y comercial (38,5%), industrial (34,5%) y energética, o sea usinas termoeléctricas (22,2%).

En la fase inicial del ataque contra Ucrania, quizá no por error ni accidente, se produjeron reducciones de 100% (Moldavia), 50% (Serbia-Montenegro), 40% (Hungría, Polonia, repúblicas bálticas), 30 a 35% (Austria, Rumania, Eslovaquia, Francia, Italia), 15 a 20% (Alemania, Croacia, Bosnia-Hertsegóvina, Eslovenia). No hubo problemas en Bulgaria, Chequia, Suiza ni el Benelux. En la segunda fase de la “guerra del gas”, cunde la incertidumbre.

Irónicamernte, las áreas ucranianas más perjudicadas son filorrusas y están en el eje Dóñetsk-Jarkov. Los alcances de la red moscovita, 95% de la cual está en poder del megaholding Gazprom, abarcan casi 140.000 kilómetros de ductos. La Federación Rusa controla 32% de las reservas mundiales cubicadas.

Tal era la magnitud del conflicto, que gobiernos, dirigentes, expertos y medios europeos ni pensaban los crudos. Hasta el salto del martes a más de US$ 63. Como auguraban analistas geopolíticos de la UE, Estados Unidos y Asia oriental, Vladyímir Putin simplemente está recreando una superpotencia sucesora de la ex URSS, sin su carga militar.

Antes, el poder residía en un arsenal nuclear (persiste como costosa e inane obsesión del Pentágono). Ahora, Gazprom y subsidiarias revelan que los nuevos equilibrios globales no pasan ya por el terror bélico ni los mercados especulativos, sino por los hidrocarburos, la gran vulnerabilidad norteamericana. Hasta que se agoten.

.

En lugar de bloques rígidos, prima la selección flexible de socios, aliados y enemigos. Por de pronto, la Comisión Europea inicias este miércoles una ronda informal de contactos con Rusia, Ucrania, los países balcánicos, Turquía, las autocracias de habla turca al sur de la frontera rusa y EE.UU.

Entretanto, Moscú ha elegido campo y momento de la batalla: el golpe a Kíyev coincide con la asunción de Putin como presidente de turno en el Grupo de los 8. Pero esto quizá no sea lo esencial, porque el G-8 es una ficción política, compuesta del G-7 (potencias económicas) y un gigante en desarrollo, Rusia misma.

Seguro de tener la sartén por el mango, el Kremíin se plantea una estrategia doble. De una parte, presiona sobre Ucrania –acusándola de robar gas- para forzar un gabinete de coalición entre Yushchenko y dirigentes filorrusos. Si la idea funciona, se repetirá en Letonia (40% de su población habla ruso) y Moldavia (similar perfil étnico). Estas ambiciones preocupan en Bruselas.

Ese aspecto de la “estrategia Gazprom” apunta a otros estados de la ex URSS o sus satélites (Polonia, Lituania, Eslovaquia, Georgia, Azerbaidyán). El segundo objetivo es Europa occidental y la táctica es, por ahora, psicológica: el gas obra como espada de Damocles (por eso el “corte accidental” del lunes y la veloz reanudación de envíos. Eso explica la extrema cautela de la CE y el clamoroso silencio alemán, contrapartida de las advertencias públicas provenientes de los países escandinavos; Finlandia, en particular.

Como recuerdan expertos europeos, los choques entre Rusia y Ucrania en torno del gas datan de 1993, cuando Gazprom cortó sumnistros por falta de pagos. Lo mismo ocurrió en 1994/7: Kíyev se comprometía a pagar, pero no lo hacía. En 2000, el presidente prorruso Lyéonid Kuchma reconoció que Ucrania había substraído 15.000 millones de m3 de gas desde 1994. En 2004, Yushchenko desaloja del poder a los aliados de Moscú. Al año siguiente, Gazprom aumenta 400% el precio del gas desde 2006 y cumple con una vieja amenaza (1995) de cortar el abastecimiento.

Pero los mercados aún no suspiran de alivio. Por ejemplo, el miércoles por la noche se ignoraba cuál sería el precio a cobrar por Moscú a Kíyev. Cabe recordar que la crisis se desató tras de que los rusos cuadruplicasen el costo del gas natural. En este clima, no soprende que el petróleo tejano intermedio siga clavado en US$ 63,30 el barril.

Cabe señalar que también el martes se esperaba un acuerdo. Mientras tanto, varios países de Europa se veían afectados por una marcada baja en la presión de los gasoductos que llevan el gas siberiano hacia el oeste, a través de Ucrania. Ese mismo día, al saberse que la crisis rusoucraniana seguía trabando el abasto de gas natural y metano a Occidente y los Balcanes, el crudo sobre febrero pasó a US$ 63,20 (tejano medio) y 61,30 (Brent nórdico). O sea, 37% y 33% sobre un año antes.

En realidad, hubo dos crisis. La primera pudo ser superada, el lunes, minutos antes de abrirse los mercados de hidrocarburos, cuando Moscú aceptó reanudar bombeos por un gasoducto que cruza Ucrania. Pero esto no acabó con la otra crisis, es decir las disputas en torno de precios y pagos ni, mucho menos, con los temores europeos, cifrados en su excesiva dependencia del fluido ruso.

“Kíyev continúa robando gas. Gazprom compensa, una vez más, a los usarios europeos. Pero no podrá hacerlo por siempre”. Así declaró Syerghiéi Kupríyanov, funcionarios de la empresa. Ahí se prendieron luces amarillas y rojas. A su vez, un vocero del presidente ucraniano, Víktor Yushchenko, negó haber substraído gas ruso, pero advirtió: “lo haremos si las temperaturas siguen varios grados bajo cero”.

Por supuesto, en medio de un crudo invierno, la UE se ha puesto nervioasa. Si bien Rusia empezó a reanudar exportaciones de fluido. Francia e Italia, muy afectadas, temen que el fluido vuelva a interrumpirse. EE.UU. mira de afuera.

Al principio, casi todos los países al oeste de Rusia fueron parcialmente afectados por una reducción de suministros, resultante “técnica” de haberse interrumpido el abastecimiento a Ucrania. En gas natural, la UE recibe de los yacimientos gasíferos de Uryengói (Siberia occidental) casi 25% de sus necesidades. A su vez, las aplicaciones dominantes son residencial y comercial (38,5%), industrial (34,5%) y energética, o sea usinas termoeléctricas (22,2%).

En la fase inicial del ataque contra Ucrania, quizá no por error ni accidente, se produjeron reducciones de 100% (Moldavia), 50% (Serbia-Montenegro), 40% (Hungría, Polonia, repúblicas bálticas), 30 a 35% (Austria, Rumania, Eslovaquia, Francia, Italia), 15 a 20% (Alemania, Croacia, Bosnia-Hertsegóvina, Eslovenia). No hubo problemas en Bulgaria, Chequia, Suiza ni el Benelux. En la segunda fase de la “guerra del gas”, cunde la incertidumbre.

Irónicamernte, las áreas ucranianas más perjudicadas son filorrusas y están en el eje Dóñetsk-Jarkov. Los alcances de la red moscovita, 95% de la cual está en poder del megaholding Gazprom, abarcan casi 140.000 kilómetros de ductos. La Federación Rusa controla 32% de las reservas mundiales cubicadas.

Tal era la magnitud del conflicto, que gobiernos, dirigentes, expertos y medios europeos ni pensaban los crudos. Hasta el salto del martes a más de US$ 63. Como auguraban analistas geopolíticos de la UE, Estados Unidos y Asia oriental, Vladyímir Putin simplemente está recreando una superpotencia sucesora de la ex URSS, sin su carga militar.

Antes, el poder residía en un arsenal nuclear (persiste como costosa e inane obsesión del Pentágono). Ahora, Gazprom y subsidiarias revelan que los nuevos equilibrios globales no pasan ya por el terror bélico ni los mercados especulativos, sino por los hidrocarburos, la gran vulnerabilidad norteamericana. Hasta que se agoten.

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En lugar de bloques rígidos, prima la selección flexible de socios, aliados y enemigos. Por de pronto, la Comisión Europea inicias este miércoles una ronda informal de contactos con Rusia, Ucrania, los países balcánicos, Turquía, las autocracias de habla turca al sur de la frontera rusa y EE.UU.

Entretanto, Moscú ha elegido campo y momento de la batalla: el golpe a Kíyev coincide con la asunción de Putin como presidente de turno en el Grupo de los 8. Pero esto quizá no sea lo esencial, porque el G-8 es una ficción política, compuesta del G-7 (potencias económicas) y un gigante en desarrollo, Rusia misma.

Seguro de tener la sartén por el mango, el Kremíin se plantea una estrategia doble. De una parte, presiona sobre Ucrania –acusándola de robar gas- para forzar un gabinete de coalición entre Yushchenko y dirigentes filorrusos. Si la idea funciona, se repetirá en Letonia (40% de su población habla ruso) y Moldavia (similar perfil étnico). Estas ambiciones preocupan en Bruselas.

Ese aspecto de la “estrategia Gazprom” apunta a otros estados de la ex URSS o sus satélites (Polonia, Lituania, Eslovaquia, Georgia, Azerbaidyán). El segundo objetivo es Europa occidental y la táctica es, por ahora, psicológica: el gas obra como espada de Damocles (por eso el “corte accidental” del lunes y la veloz reanudación de envíos. Eso explica la extrema cautela de la CE y el clamoroso silencio alemán, contrapartida de las advertencias públicas provenientes de los países escandinavos; Finlandia, en particular.

Como recuerdan expertos europeos, los choques entre Rusia y Ucrania en torno del gas datan de 1993, cuando Gazprom cortó sumnistros por falta de pagos. Lo mismo ocurrió en 1994/7: Kíyev se comprometía a pagar, pero no lo hacía. En 2000, el presidente prorruso Lyéonid Kuchma reconoció que Ucrania había substraído 15.000 millones de m3 de gas desde 1994. En 2004, Yushchenko desaloja del poder a los aliados de Moscú. Al año siguiente, Gazprom aumenta 400% el precio del gas desde 2006 y cumple con una vieja amenaza (1995) de cortar el abastecimiento.

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