Rusia quiere invertir más en hidrocarburos fuera de sus fronteras

Tras la pálida reunión previa a la cumbre de los Ocho, en julio, hay un problema. Occidente afrontan presiones rusas para ganar espacios e invertir en petróleo y gas natural... en Estados Unidos y la Unión Europea.

13 junio, 2006

Un borrador que se someterá al grupo de los Ocho en Petersburgo torna explícitas aspiraciones rusas, a la luz de un objetivo del mercado: acceso de capitales privados a ese país, una de las mayores fuentes mundiales de petróleo y gas natural. Hasta ahora, por cierto, las inversiones rusas al oeste han sido más bien modestas; verbigracia, la cadena de 2.000 estaciones se servicio Lukoil en Estados Unidos.

Hace pocos meses, el enorme monopolio estatal Gazprom se interesó en comprar la mayor distribuidora británica de gas, levantó una reacción “nacionalista” similar a las provocadas por la china Cnooc en su intento de tomar la californiana Unocal o por una firma de Dubái que estaba en pos de seis puertos estratégicos en la costa atlántica de EE.UU.

El clima viene denso desde enero, cuando la suspensión del abasto de gas natural a Ucrania, que afectó entregas a Europa occidental, levantó resquemores. En aquel momento, se sostuvo que era una represalia rusa ante señales de independencia política en un país considerado, hasta entonces, como satélite de Moscú.

Tiempo después, algunos altos funcionarios norteamericanos se dedicaron a castigar a Rusia por el creciente control estatal sobre hidrocarburos, intentos de frustrar proyectos en el mar Caspio y escasa tolerancia al disenso interno. En realidad, Washington trata de asegurarse líneas de abastecimiento que no pasen por Rusia.

En esas condiciones, la meta de las nuevas negociaciones será limar asperezas y buscar puntos de entendimiento. Así coinciden Faryar Shirzad (pese al nombre, funcionarios norteamericano), Maurice Gourdault (Francia) y Yígor Shuválov (asesor de Vladyímir Putin). A criterio de éste, Rusia aceptaría participación extranjera en la explotación de enormes reservas de gas bajo el mar de Barents. Claro, si Occidente admite la participación rusa en proyectos e instalaciones relacionadas con hidrocarburos en EE.UU. y la Unión Europea.

Gazprom y Lukóil no están solas. Hoy, los rusos se interesan en ductos y plantas conversoras de gas en el litoral norteamericano, cuya aparición podran reavivar la hostilidad ya creada en los casos Cnooc y puertos. Gazprom aún no especifica qué busca en Norteamérica, pero se sospecha que no será diferente a lo hecho en Alemania y Europa oriental.

Obviamente, Putin empleará la cumbre de julio para exigir respeto a Rusia como potencia fiable en energía y combustibles. De paso, replicará los argumentos de sus críticos estadounidenses, según quienes el Grupo de los 8 debiera seguir siendo de los 7.

Un borrador que se someterá al grupo de los Ocho en Petersburgo torna explícitas aspiraciones rusas, a la luz de un objetivo del mercado: acceso de capitales privados a ese país, una de las mayores fuentes mundiales de petróleo y gas natural. Hasta ahora, por cierto, las inversiones rusas al oeste han sido más bien modestas; verbigracia, la cadena de 2.000 estaciones se servicio Lukoil en Estados Unidos.

Hace pocos meses, el enorme monopolio estatal Gazprom se interesó en comprar la mayor distribuidora británica de gas, levantó una reacción “nacionalista” similar a las provocadas por la china Cnooc en su intento de tomar la californiana Unocal o por una firma de Dubái que estaba en pos de seis puertos estratégicos en la costa atlántica de EE.UU.

El clima viene denso desde enero, cuando la suspensión del abasto de gas natural a Ucrania, que afectó entregas a Europa occidental, levantó resquemores. En aquel momento, se sostuvo que era una represalia rusa ante señales de independencia política en un país considerado, hasta entonces, como satélite de Moscú.

Tiempo después, algunos altos funcionarios norteamericanos se dedicaron a castigar a Rusia por el creciente control estatal sobre hidrocarburos, intentos de frustrar proyectos en el mar Caspio y escasa tolerancia al disenso interno. En realidad, Washington trata de asegurarse líneas de abastecimiento que no pasen por Rusia.

En esas condiciones, la meta de las nuevas negociaciones será limar asperezas y buscar puntos de entendimiento. Así coinciden Faryar Shirzad (pese al nombre, funcionarios norteamericano), Maurice Gourdault (Francia) y Yígor Shuválov (asesor de Vladyímir Putin). A criterio de éste, Rusia aceptaría participación extranjera en la explotación de enormes reservas de gas bajo el mar de Barents. Claro, si Occidente admite la participación rusa en proyectos e instalaciones relacionadas con hidrocarburos en EE.UU. y la Unión Europea.

Gazprom y Lukóil no están solas. Hoy, los rusos se interesan en ductos y plantas conversoras de gas en el litoral norteamericano, cuya aparición podran reavivar la hostilidad ya creada en los casos Cnooc y puertos. Gazprom aún no especifica qué busca en Norteamérica, pero se sospecha que no será diferente a lo hecho en Alemania y Europa oriental.

Obviamente, Putin empleará la cumbre de julio para exigir respeto a Rusia como potencia fiable en energía y combustibles. De paso, replicará los argumentos de sus críticos estadounidenses, según quienes el Grupo de los 8 debiera seguir siendo de los 7.

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