Rusia no debiera estar en el G-8 y éste ni debiera existir

“Inflación astronómica, exiguo PBI por habitante y casi total falta de democracia”. Así caracteriza a Rusia su ex representante ante el Grupo de los 8, Andriéi Illariónov. Vladyímir Putin lo echó a principios de 2005.

19 abril, 2006

Como varios observadores occidentales, Illariónov cree que la próxima reunión del G-8 (en junio) ni siquiera debe realizarse. “Lo de G-8 es simple maquillaje para potabilizar la inclusión de Rusia, una economía todavía muy retrasada”. El problema no es ése, advierten medios de la Eurozona, sino “el enorme peso geopolítico del país más extenso del mundo”.

Pero sucede que el G-8 no es otra cosa que el Grupo de los Siete (antes eran cinco) más Moscú. Según la declaración de Rambouillet (origen del G-5 en 1975), el grupo “debe estar constituido por los países más democráticos y desarrollados del globo”. Más de treinta años de actividad, adhesión –algo hipócrita, es cierto- a la Organización Mundial de Comercio y otras estructuras subrayan el compromiso fundacional.

Por supuesto, apunta el economista ruso, “el tamaño geopolítico no es condición insoslayable. Más bien es a la inversa: los dos países más poblados del planeta, China e India, no están en el grupo debido al sistema dictatorial (Beijing) o al desarrollo insuficiente (Delhi). Aparte de su extensión territorial, no parece que Rusia reúna condiciones aptas. Es quizá la primera potencia petrolera, pero también son fuertes Saudiarabia e Irán y nadie sueña con incorporarlas al G.-7”. En tren de suspicacias, Illariónov repara en un detalle “Rusia es un país blanco, los otros no. Era un argumento de los europeos que apoyaban al tsar en la guerra con Japón, 1905”.

No obstante, hay un criterio que responde a las exigencias del G-7: el producto bruto interno nominal, décimo del mundo en 2005. A valores constantes, empero, ese guarismo pasa al décimotercio puesto, detrás de China, India, Canadá y Brasil. “Sin embargo, aplicando un parámetro mucho más consistente, el PBI por habitante, Rusia cede al 69° lugar y representa apenas un tercio del promedio en el G-7. A precios constantes es peor: con 15% del promedio de ese grupo, cae al puesto número 160 entre 180 países”.

En términos sociopolíticos, desde 2004/5 Rusia ha dejado casi totalmente de ser un país libre. En esta materia, ocupa el lugar número 168 en un total de 192. Aquí cabe una aclaración: la fuente (Freedon House) no es muy fiable y no existen tantos estados en serio. Para otra entidad bastante discutible pero influyente, Transparency International, en corrupción Moscu figura 128 entre 169. En esta lista, el número uno es el de mejor calidad institucional. Similares calificaciones recibe Rusia en cuanto a autonomía de los poderes legislativo y judicial respecto del ejecutivo.

En resumen, para Illariónov, “tal como lo han inventado, el G-8 ni siquiera debiera existir. Rusia no lo necesita (tampoco China o India) para desempeñar un papel influyente en el juego internacional. Por ejemplo, Moscú pesa mucho más que su rival petrolera, Saudiarabia, quizá como legado de la Unión Soviética y el mundo bipolar. Por el contrario, el G-8 arriesga ser más pequeño que el G-7 si Moscú sigue adentro”.

Como varios observadores occidentales, Illariónov cree que la próxima reunión del G-8 (en junio) ni siquiera debe realizarse. “Lo de G-8 es simple maquillaje para potabilizar la inclusión de Rusia, una economía todavía muy retrasada”. El problema no es ése, advierten medios de la Eurozona, sino “el enorme peso geopolítico del país más extenso del mundo”.

Pero sucede que el G-8 no es otra cosa que el Grupo de los Siete (antes eran cinco) más Moscú. Según la declaración de Rambouillet (origen del G-5 en 1975), el grupo “debe estar constituido por los países más democráticos y desarrollados del globo”. Más de treinta años de actividad, adhesión –algo hipócrita, es cierto- a la Organización Mundial de Comercio y otras estructuras subrayan el compromiso fundacional.

Por supuesto, apunta el economista ruso, “el tamaño geopolítico no es condición insoslayable. Más bien es a la inversa: los dos países más poblados del planeta, China e India, no están en el grupo debido al sistema dictatorial (Beijing) o al desarrollo insuficiente (Delhi). Aparte de su extensión territorial, no parece que Rusia reúna condiciones aptas. Es quizá la primera potencia petrolera, pero también son fuertes Saudiarabia e Irán y nadie sueña con incorporarlas al G.-7”. En tren de suspicacias, Illariónov repara en un detalle “Rusia es un país blanco, los otros no. Era un argumento de los europeos que apoyaban al tsar en la guerra con Japón, 1905”.

No obstante, hay un criterio que responde a las exigencias del G-7: el producto bruto interno nominal, décimo del mundo en 2005. A valores constantes, empero, ese guarismo pasa al décimotercio puesto, detrás de China, India, Canadá y Brasil. “Sin embargo, aplicando un parámetro mucho más consistente, el PBI por habitante, Rusia cede al 69° lugar y representa apenas un tercio del promedio en el G-7. A precios constantes es peor: con 15% del promedio de ese grupo, cae al puesto número 160 entre 180 países”.

En términos sociopolíticos, desde 2004/5 Rusia ha dejado casi totalmente de ser un país libre. En esta materia, ocupa el lugar número 168 en un total de 192. Aquí cabe una aclaración: la fuente (Freedon House) no es muy fiable y no existen tantos estados en serio. Para otra entidad bastante discutible pero influyente, Transparency International, en corrupción Moscu figura 128 entre 169. En esta lista, el número uno es el de mejor calidad institucional. Similares calificaciones recibe Rusia en cuanto a autonomía de los poderes legislativo y judicial respecto del ejecutivo.

En resumen, para Illariónov, “tal como lo han inventado, el G-8 ni siquiera debiera existir. Rusia no lo necesita (tampoco China o India) para desempeñar un papel influyente en el juego internacional. Por ejemplo, Moscú pesa mucho más que su rival petrolera, Saudiarabia, quizá como legado de la Unión Soviética y el mundo bipolar. Por el contrario, el G-8 arriesga ser más pequeño que el G-7 si Moscú sigue adentro”.

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