El viernes, el jefe del estado mayor conjunto y comandante de la infantería de marina, general Peter Pace, proclamó que el secretario de defensa, Doanld Rumsfeld, actuaba guiado directamente por Dios. Lo hizo en Miami y en presencia del funcionario más objetado del gabinete. El sábado, sonó otra campana: desde Bagdad, Alberto Fernández sostuvo que “el gobierno mostró arrogancia y estupidez en Irak. Un fracaso en lograr la paz sería un desastre en toda Asia occidental”.
Hay una notable diferencia entre ambas posturas. Pace es un militar profesional de escasas luces y fundamentalista. Fernández dirige una sección en la oficina de asuntos regionales, departamento de estado. O sea, depende de Condoleezza Rica, la mayor crítica de Rumsfeld –y del vicepresidente Richard Cheney- en el gabinete. El segundo objetor no público es Henry Paulson, secretario de hacienda y hombre de Wall Street ante la Casa Blanca.
Durante este mismo fin de semana, entretanto, Bush encabezó una reunión de emergencia del consejo de guerra. Hablando por radio y TV, el mandatario señaló que existe una gama de alternativas más o menos flexibles. Pero faltan apenas dieciséis días para los comicios parlamentarios.
Según analistas allegados al Pentágono y a dos cancillerías de Europa occidental, parece haber ocho opciones. La primera empieza con el retiro británico de Irak meridional, que podría completarse en menos de un año- La segunda contempla que se vaya toda la coalición. Eso acentuará la guerra civil, sostienen los norteamericanos, pero –dicen sus proponentes- dejará a los grupos insurgentes sin excusas para seguir luchando.
El problema es que, por lo menos hasta las elecciones del día 7, el orgullo y la arrogancia de Bush no admitirán semejante humillación, aunque la guerrilla shi´’í de Moqtada as-Sadr haya tomado ya una ciudad. La tercera opción –por ahora la más aceptable para Estados Unidos.- es ir dejando Irak en varias fases y Gran Bretaña quisiera anunciarla en pocos días.
La cuarta amplía la anterior añadiéndole conversaciones con Siria e Irán. Bush no quiere contactos directos, pero los admitiría mediante el gobierno de Bagdad. La quinta es inversa. Insatisfechos por la extrema inepcia del gobierno iraquí, EE.UU. y Gran Bretaña pondrían un “hombre fuerte” (¿quién?) en lugar del primer ministro Nur al-Malikí, lo cual implicará liquidar el régimen constitucional el motivo político de la ocupación.
La sexta alternativa es dividir el país en tres áreas, no muy distintas a las antiguas provincias otomanas –juntadas por Londres en 1923-, pero dejando a Bagdad como “capital federal” encargada de relaciones exteriores y otras áreas. Serían el noreste kurdo, el centrosur shi’í y el sudoeste sunní. Es el esquema de James Baker, cuya génesis data de la guerra de 1991.
La séptima propuesta, típica de Washington, consiste en que las tropas ocupantes abandonen ciudades y poblaciones importanres, para acantonarse en una especie de “superbase” en el desierto occidental, desde donde lanzar vastos ataques. Una variante sería dejar completamente Irak y operar desde bases en países vecinos.
Ambas salidas distan de ser factibles, salvo en un primer momento. Turquía, Kuweit y Saudiarabia no permitirán ser usadas como plataformas de ataques a Irak que, eventualmente, pongan en riesgo a Jordania, Líbano e Israel. La octava opción parece más bien un sueño de militares: aumentar el número de efectivos y la seguridad en las ciudades. Primero, es demasiado tarde para reducir el poder de las guerrillas. Segundo, EE.UU, no tiene ya recursos terrestres –quizá tampoco financieros- suficientes para afrontar Irak, Afganistán y Norcorea al mismo tiempo.
También durante este fin de semana, el agravamiento de la guerra en la Mesopotamia motivaba otra reunión, de cariz muy diferente. Unos treinta dirigentes religiosos shi’íes y sunníes fueron convocados por la Organización de la conferencia islámica (OCI) en La Meca, ciudad santa por excelencia de todas las facciones. La reunión instó a terminar con el derramamiento desangre musulmana. “Suena a demasiado ideal”, señalaba el diario en árabe que se publica en Londres (“Al-Quds al ‘arabí”).
El viernes, el jefe del estado mayor conjunto y comandante de la infantería de marina, general Peter Pace, proclamó que el secretario de defensa, Doanld Rumsfeld, actuaba guiado directamente por Dios. Lo hizo en Miami y en presencia del funcionario más objetado del gabinete. El sábado, sonó otra campana: desde Bagdad, Alberto Fernández sostuvo que “el gobierno mostró arrogancia y estupidez en Irak. Un fracaso en lograr la paz sería un desastre en toda Asia occidental”.
Hay una notable diferencia entre ambas posturas. Pace es un militar profesional de escasas luces y fundamentalista. Fernández dirige una sección en la oficina de asuntos regionales, departamento de estado. O sea, depende de Condoleezza Rica, la mayor crítica de Rumsfeld –y del vicepresidente Richard Cheney- en el gabinete. El segundo objetor no público es Henry Paulson, secretario de hacienda y hombre de Wall Street ante la Casa Blanca.
Durante este mismo fin de semana, entretanto, Bush encabezó una reunión de emergencia del consejo de guerra. Hablando por radio y TV, el mandatario señaló que existe una gama de alternativas más o menos flexibles. Pero faltan apenas dieciséis días para los comicios parlamentarios.
Según analistas allegados al Pentágono y a dos cancillerías de Europa occidental, parece haber ocho opciones. La primera empieza con el retiro británico de Irak meridional, que podría completarse en menos de un año- La segunda contempla que se vaya toda la coalición. Eso acentuará la guerra civil, sostienen los norteamericanos, pero –dicen sus proponentes- dejará a los grupos insurgentes sin excusas para seguir luchando.
El problema es que, por lo menos hasta las elecciones del día 7, el orgullo y la arrogancia de Bush no admitirán semejante humillación, aunque la guerrilla shi´’í de Moqtada as-Sadr haya tomado ya una ciudad. La tercera opción –por ahora la más aceptable para Estados Unidos.- es ir dejando Irak en varias fases y Gran Bretaña quisiera anunciarla en pocos días.
La cuarta amplía la anterior añadiéndole conversaciones con Siria e Irán. Bush no quiere contactos directos, pero los admitiría mediante el gobierno de Bagdad. La quinta es inversa. Insatisfechos por la extrema inepcia del gobierno iraquí, EE.UU. y Gran Bretaña pondrían un “hombre fuerte” (¿quién?) en lugar del primer ministro Nur al-Malikí, lo cual implicará liquidar el régimen constitucional el motivo político de la ocupación.
La sexta alternativa es dividir el país en tres áreas, no muy distintas a las antiguas provincias otomanas –juntadas por Londres en 1923-, pero dejando a Bagdad como “capital federal” encargada de relaciones exteriores y otras áreas. Serían el noreste kurdo, el centrosur shi’í y el sudoeste sunní. Es el esquema de James Baker, cuya génesis data de la guerra de 1991.
La séptima propuesta, típica de Washington, consiste en que las tropas ocupantes abandonen ciudades y poblaciones importanres, para acantonarse en una especie de “superbase” en el desierto occidental, desde donde lanzar vastos ataques. Una variante sería dejar completamente Irak y operar desde bases en países vecinos.
Ambas salidas distan de ser factibles, salvo en un primer momento. Turquía, Kuweit y Saudiarabia no permitirán ser usadas como plataformas de ataques a Irak que, eventualmente, pongan en riesgo a Jordania, Líbano e Israel. La octava opción parece más bien un sueño de militares: aumentar el número de efectivos y la seguridad en las ciudades. Primero, es demasiado tarde para reducir el poder de las guerrillas. Segundo, EE.UU, no tiene ya recursos terrestres –quizá tampoco financieros- suficientes para afrontar Irak, Afganistán y Norcorea al mismo tiempo.
También durante este fin de semana, el agravamiento de la guerra en la Mesopotamia motivaba otra reunión, de cariz muy diferente. Unos treinta dirigentes religiosos shi’íes y sunníes fueron convocados por la Organización de la conferencia islámica (OCI) en La Meca, ciudad santa por excelencia de todas las facciones. La reunión instó a terminar con el derramamiento desangre musulmana. “Suena a demasiado ideal”, señalaba el diario en árabe que se publica en Londres (“Al-Quds al ‘arabí”).