Reflación: ¿salida estilo japonés para Estados Unidos?

A primera vista, son propuestas de Stephen Roach (Morgan Stanley) y James Grant, un asesor de inversiones. En realidad, la idea de “reflación” proviene de Paul Krugman y Benjamin Bernanke (Reserva Federal). Pero el tema está sobre el tapete.

31 diciembre, 2002

“En el fondo, EE.UU. teme volver a la depresión deflatoria de los 30, de donde emergió gracias a un plan keinesiano y a la II guerra mundial”, comentaba Robert Kuttner aludiendo al “programa global de reflación” lanzado días atrás por Grant en su boletín privado Grant’s interest rate observer. Lo de “global” es novedoso, pues el econometrista financiero propone una acción internacional contra la deflación, encabezada por Washington.

En cuanto a Roach, también analista de mercado y no economista sistémico, habla de “reflación” para devolver un poco de optimismo a Wall Street. “La economía norteamericana –sostiene- debe luchar con la deflación y sus riesgos”. A diferencia de Grant, Roach y Paul McCulley –asesor de Pacific Investment Management, fondo especializado en bonos de deuda- no creen que regresar al oro sea receta apropiada. “De vez en cuando –recordaba Krugman al respecto-, alguien invoca al fantasma de Jacques Rueff y al patrón áureo, que nunca sirvió para quebrar fases deflatorias. Tampoco las guerras lo hacen siempre, como muestra el caso del golfo Pérsico en 1990/1”.

Roach, Grant, Bernanke y los otros coinciden, eso sí, en un punto: las políticas desarrolladas entre 1974 y mediados de los 90 estaban tan apegadas a la lucha contra la inflación que, ahora, las burocracias de los grandes bancos centrales siguen con lo mismo, en un cuadro opuesto. “El Sistema de Reserva Federal y el Banco del Japón son las únicas excepciones”, recordaba Bernanke. “El Banco Central Europeo, el Bundesbank, el Banco de Inglaterra y el Fondo Monetario persisten en el fundamentalismo antinflacionario. El Fondo lo impone a economías periféricas, con efectos devastadores”, puntualizaba Kuttner.

Básicamente, por “reflación” se entiende inflar economías estancadas o de bajo crecimiento promoviendo la demanda real -para impedir que los precios sigan cediendo- y frenar el desempleo. Hace tres años, “reflación” era mala palabra y se la asociaba a “rebeldes” tipo Malasia, Brasil o Turquìa. Argentina, por entonces, era el ejemplo favorito de banqueros, firmas transnacionales y funcionarios del FMI (como subrayaba Roberto Frenkel este fin de semana). Hoy el debate se ha dado vuelta.

En parte, advierte Krugman, “porque Washington precisa esgrimir presuntas guerras en Iraq y Norcorea como estimulantes de la economía nacional”. Sea como fuere, “la retórica ha cambiado y Alan Greenspan ha sido pionero en esta materia. Bernanke –señala McCulley- ha presentado una serie de medidas para salir de la deflación… antes de que EE.UU. siga el camino abierto por Japón en 1991”.

En cierto sentido, las “nuevas” ideas reflejan el fracaso de recetas puramente contables. Así como, en la Argentina actual, los que le auguraban vida eterna a la convertibilidad con paridad rígida cambian a cada rato de libreto, en el Primer Mundo “preocupa la deflación. ¿Por qué? (inquiere Grant) Porque controlarla es mucho más difícil que controlar la inflación”. O sea, lo que solían notar John Maynard Keynes, Raúl J.Prébisch, Celso Furtado y otros. Tangencialmente, los estímulos ofertistas tan caros a los Bush también pierden efecto: aun sabiendo que el gobierno busca seguir bajándoles impuestos a los ricos y promover la especulación bursátil, Wall Street no reacciona.

“En el fondo, EE.UU. teme volver a la depresión deflatoria de los 30, de donde emergió gracias a un plan keinesiano y a la II guerra mundial”, comentaba Robert Kuttner aludiendo al “programa global de reflación” lanzado días atrás por Grant en su boletín privado Grant’s interest rate observer. Lo de “global” es novedoso, pues el econometrista financiero propone una acción internacional contra la deflación, encabezada por Washington.

En cuanto a Roach, también analista de mercado y no economista sistémico, habla de “reflación” para devolver un poco de optimismo a Wall Street. “La economía norteamericana –sostiene- debe luchar con la deflación y sus riesgos”. A diferencia de Grant, Roach y Paul McCulley –asesor de Pacific Investment Management, fondo especializado en bonos de deuda- no creen que regresar al oro sea receta apropiada. “De vez en cuando –recordaba Krugman al respecto-, alguien invoca al fantasma de Jacques Rueff y al patrón áureo, que nunca sirvió para quebrar fases deflatorias. Tampoco las guerras lo hacen siempre, como muestra el caso del golfo Pérsico en 1990/1”.

Roach, Grant, Bernanke y los otros coinciden, eso sí, en un punto: las políticas desarrolladas entre 1974 y mediados de los 90 estaban tan apegadas a la lucha contra la inflación que, ahora, las burocracias de los grandes bancos centrales siguen con lo mismo, en un cuadro opuesto. “El Sistema de Reserva Federal y el Banco del Japón son las únicas excepciones”, recordaba Bernanke. “El Banco Central Europeo, el Bundesbank, el Banco de Inglaterra y el Fondo Monetario persisten en el fundamentalismo antinflacionario. El Fondo lo impone a economías periféricas, con efectos devastadores”, puntualizaba Kuttner.

Básicamente, por “reflación” se entiende inflar economías estancadas o de bajo crecimiento promoviendo la demanda real -para impedir que los precios sigan cediendo- y frenar el desempleo. Hace tres años, “reflación” era mala palabra y se la asociaba a “rebeldes” tipo Malasia, Brasil o Turquìa. Argentina, por entonces, era el ejemplo favorito de banqueros, firmas transnacionales y funcionarios del FMI (como subrayaba Roberto Frenkel este fin de semana). Hoy el debate se ha dado vuelta.

En parte, advierte Krugman, “porque Washington precisa esgrimir presuntas guerras en Iraq y Norcorea como estimulantes de la economía nacional”. Sea como fuere, “la retórica ha cambiado y Alan Greenspan ha sido pionero en esta materia. Bernanke –señala McCulley- ha presentado una serie de medidas para salir de la deflación… antes de que EE.UU. siga el camino abierto por Japón en 1991”.

En cierto sentido, las “nuevas” ideas reflejan el fracaso de recetas puramente contables. Así como, en la Argentina actual, los que le auguraban vida eterna a la convertibilidad con paridad rígida cambian a cada rato de libreto, en el Primer Mundo “preocupa la deflación. ¿Por qué? (inquiere Grant) Porque controlarla es mucho más difícil que controlar la inflación”. O sea, lo que solían notar John Maynard Keynes, Raúl J.Prébisch, Celso Furtado y otros. Tangencialmente, los estímulos ofertistas tan caros a los Bush también pierden efecto: aun sabiendo que el gobierno busca seguir bajándoles impuestos a los ricos y promover la especulación bursátil, Wall Street no reacciona.

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