¡Que se pudra el tomate!

Comenzó el boicot contra el precio del tomate. Lo organizan asociaciones de consumidores y pequeños y medianos empresarios. En paralelo, supermercadistas chinos anunciaron que 620 locales suyos no venderán esta verdura.

10 octubre, 2007

9 de la mañana. Bolívar y Carlos Calvo, barrio porteño
de San Telmo. Se entregaban en la calle bolsitas con un tomate y un cartel con
la siguiente leyenda: “No pague más, evite la especulación.
Precio oficial $3,99”. También se pegaban obleas en verdulerías
y restaurantes con el mismo rezo. Esta escena se repetirá en diferentes
lugares de la ciudad y el conurbano hasta el próximo viernes.

La campaña de repudio contra el precio del tomate que tiene como objetivo
concientizar a los argentinos para que no compren los productos a precios exorbitantes,
es organizada por las asociaciones Centro de Educación al Consumidor
(CEC), Defensa de Usuarios y Consumidores (DEUCO), Asociación de Defensa
de Usuarios y Consumidores (ADUC) y Asociación Civil por la Igualdad
y la Justicia (ACIJ), más pequeños y medianos productores asociados
a Fedecámaras.

Pero la iniciativa la habían tomado el viernes pasado los supermercadistas
chinos, cuando anunciaron que en 620 locales de la ciudad porteña y del
gran Buenos Aires no se venderían tomates. Esta medida se tomó,
según explicaron, en reacción a la distorsión de los precios
en la cadena de comercialización. Mientras los productores de tomates
reciben entre 3,3 y 4,4 por kilo, a los minoristas llega a más de 8 pesos
y se pudo encontrar en verdulerías a 18 pesos.

Según la cámara que nucléa a los supermedados de origen
chino, la misma acción fue tomada en su momento contra el aumento de
precios en cortes populares de carne; y funcionó. En las próximas
semanas, harían lo mismo con el zapallo.

Los reclamos

El objetivo principal es que los consumidores puedan comprar los tomates a
los precios registrados para septiembre por el Indec. Según el organismos
de estadísticas oficial, el kilo de tomates debe rondar los 4 pesos.

Para Pedro Bussetti, presidente de DEUCO, se trata de defender el poder adquisitivo
de la población contra la especulación de los empresarios. El
directivo estima que, de cumplirse mayoritariamente la medida que impulsan,
en menos de 10 días el tomate debería bajar a mitad de su valor
actual, según informó la agencia Télam.

Susana Andrada, titular de CEC, contó que la intención es que
tanto consumidores minoristas como restaurantes prescindan de comprar tomates
durante una semana, para evitar de esta forma la inflación por especulación.
La intermediación entre los productores y los consumidores finales es
“desmedida”, afirmó Andrada; y denunció: “…hay
sectores que guardaron el tomate la semana pasada para que el producto se encarezca.”

Del lado de los supermercadistas chinos, Miguel Ángel Calvete, el titular
de la cámara, denunció en Radio 10 que existe un componente especulativo
y que los aumentos no se deben sólo a temas estacionales. Seguidamente,
exigió que el gobierno “controle” e “intervenga”
en el Mercado Central.

El Gobierno

Desde inicios de 2006, el gobierno nacional comenzó a poner en práctica
acuerdos de precios con diferentes sectores productivos y comerciales, para
controlar la inflación. Pero a un año y medio de esa iniciativa,
los acuerdos tambalean.

Desde fines del año pasado, la brecha registrada entre la inflación
de “precios libres” con la de “precios bajo acuerdo” es
cada vez menor. Este año, los precios controlados crecieron 6,8%, contra
5% de los “libres”. En septiembre, la inflación real (estimada
por consultoras privadas) fue de 1,7%; pero para el Indec fue solo de 0,8%.
De todos los aumentos, el tomate encabeza la lista, con un incremento de 200%
respecto a tres meses atrás.

En tanto, el gobierno acusó a la oposición de politizar el tema
y se despachó contra las consultoras privadas que reflejan el “índice
de la oposición”; mientras el presidente Kirchner aseguró
que el índice oficial “está perfecto”.

Pero si hace unas semanas el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, aseguraba
que no existía la inflación en Argentina; este lunes, la candidata
presidencial oficialista, la primera dama, Cristina Fernández de Kirchner,
explicó que, en realidad, la inflación existe, pero es de 7 a
11%. E insistió en que no hay ningún dato que autorice a pensar
que estamos en una espiral inflacionaria.

Sea o no como lo señala la senadora, el gobierno nacional no logra zanjar
la brecha que existe entre los números que afirma reales y los que indican
los pizarrones de las verdulerías.

Las causas

Son varios los factores que explican la inflación. Analistas y gobierno
se disputan prioridades: crecimiento inédito de 8% promedio durante los
últimos cuatro años; el redimensionamiento del mercado interno;
la puja distributiva; fenómenos estacionales como las heladas de este
invierno; especulación y falta de competencia; inflación importada
(vía encarecimiento de las exportaciones de bienes primarios o importación
de maquinaria); o escasez de oferta y falta de incentivos para la inversión
productiva.

Las asociaciones de consumidores y pequeños y medianos empresarios apuntaron
el lunes de forma preferencial contra los que distorsionan los precios en el
camino entre el productor y el consumidor. Esta semana llamarán para
que nadie compre los tomates y que se pudran, si es necesario para que bajen
los precios, las existencias actuales.

Esperarán, entonces, que los tomates no tomen la iniciativa, como en
la ficción estadounidense “Tomates Asesinos”, de John De Bello,
donde los frutos, gigantes, se comen a las personas. Sufrirán, mientras,
cuando recuerden las “tomatinas” de la comunidad valenciana de Buñol,
donde hace poco más de un mes se reventaron 200 toneladas del fruto del
que hoy hablan todos.

9 de la mañana. Bolívar y Carlos Calvo, barrio porteño
de San Telmo. Se entregaban en la calle bolsitas con un tomate y un cartel con
la siguiente leyenda: “No pague más, evite la especulación.
Precio oficial $3,99”. También se pegaban obleas en verdulerías
y restaurantes con el mismo rezo. Esta escena se repetirá en diferentes
lugares de la ciudad y el conurbano hasta el próximo viernes.

La campaña de repudio contra el precio del tomate que tiene como objetivo
concientizar a los argentinos para que no compren los productos a precios exorbitantes,
es organizada por las asociaciones Centro de Educación al Consumidor
(CEC), Defensa de Usuarios y Consumidores (DEUCO), Asociación de Defensa
de Usuarios y Consumidores (ADUC) y Asociación Civil por la Igualdad
y la Justicia (ACIJ), más pequeños y medianos productores asociados
a Fedecámaras.

Pero la iniciativa la habían tomado el viernes pasado los supermercadistas
chinos, cuando anunciaron que en 620 locales de la ciudad porteña y del
gran Buenos Aires no se venderían tomates. Esta medida se tomó,
según explicaron, en reacción a la distorsión de los precios
en la cadena de comercialización. Mientras los productores de tomates
reciben entre 3,3 y 4,4 por kilo, a los minoristas llega a más de 8 pesos
y se pudo encontrar en verdulerías a 18 pesos.

Según la cámara que nucléa a los supermedados de origen
chino, la misma acción fue tomada en su momento contra el aumento de
precios en cortes populares de carne; y funcionó. En las próximas
semanas, harían lo mismo con el zapallo.

Los reclamos

El objetivo principal es que los consumidores puedan comprar los tomates a
los precios registrados para septiembre por el Indec. Según el organismos
de estadísticas oficial, el kilo de tomates debe rondar los 4 pesos.

Para Pedro Bussetti, presidente de DEUCO, se trata de defender el poder adquisitivo
de la población contra la especulación de los empresarios. El
directivo estima que, de cumplirse mayoritariamente la medida que impulsan,
en menos de 10 días el tomate debería bajar a mitad de su valor
actual, según informó la agencia Télam.

Susana Andrada, titular de CEC, contó que la intención es que
tanto consumidores minoristas como restaurantes prescindan de comprar tomates
durante una semana, para evitar de esta forma la inflación por especulación.
La intermediación entre los productores y los consumidores finales es
“desmedida”, afirmó Andrada; y denunció: “…hay
sectores que guardaron el tomate la semana pasada para que el producto se encarezca.”

Del lado de los supermercadistas chinos, Miguel Ángel Calvete, el titular
de la cámara, denunció en Radio 10 que existe un componente especulativo
y que los aumentos no se deben sólo a temas estacionales. Seguidamente,
exigió que el gobierno “controle” e “intervenga”
en el Mercado Central.

El Gobierno

Desde inicios de 2006, el gobierno nacional comenzó a poner en práctica
acuerdos de precios con diferentes sectores productivos y comerciales, para
controlar la inflación. Pero a un año y medio de esa iniciativa,
los acuerdos tambalean.

Desde fines del año pasado, la brecha registrada entre la inflación
de “precios libres” con la de “precios bajo acuerdo” es
cada vez menor. Este año, los precios controlados crecieron 6,8%, contra
5% de los “libres”. En septiembre, la inflación real (estimada
por consultoras privadas) fue de 1,7%; pero para el Indec fue solo de 0,8%.
De todos los aumentos, el tomate encabeza la lista, con un incremento de 200%
respecto a tres meses atrás.

En tanto, el gobierno acusó a la oposición de politizar el tema
y se despachó contra las consultoras privadas que reflejan el “índice
de la oposición”; mientras el presidente Kirchner aseguró
que el índice oficial “está perfecto”.

Pero si hace unas semanas el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, aseguraba
que no existía la inflación en Argentina; este lunes, la candidata
presidencial oficialista, la primera dama, Cristina Fernández de Kirchner,
explicó que, en realidad, la inflación existe, pero es de 7 a
11%. E insistió en que no hay ningún dato que autorice a pensar
que estamos en una espiral inflacionaria.

Sea o no como lo señala la senadora, el gobierno nacional no logra zanjar
la brecha que existe entre los números que afirma reales y los que indican
los pizarrones de las verdulerías.

Las causas

Son varios los factores que explican la inflación. Analistas y gobierno
se disputan prioridades: crecimiento inédito de 8% promedio durante los
últimos cuatro años; el redimensionamiento del mercado interno;
la puja distributiva; fenómenos estacionales como las heladas de este
invierno; especulación y falta de competencia; inflación importada
(vía encarecimiento de las exportaciones de bienes primarios o importación
de maquinaria); o escasez de oferta y falta de incentivos para la inversión
productiva.

Las asociaciones de consumidores y pequeños y medianos empresarios apuntaron
el lunes de forma preferencial contra los que distorsionan los precios en el
camino entre el productor y el consumidor. Esta semana llamarán para
que nadie compre los tomates y que se pudran, si es necesario para que bajen
los precios, las existencias actuales.

Esperarán, entonces, que los tomates no tomen la iniciativa, como en
la ficción estadounidense “Tomates Asesinos”, de John De Bello,
donde los frutos, gigantes, se comen a las personas. Sufrirán, mientras,
cuando recuerden las “tomatinas” de la comunidad valenciana de Buñol,
donde hace poco más de un mes se reventaron 200 toneladas del fruto del
que hoy hablan todos.

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