Primera huelga para De la Rúa

Pulseada inaugural entre el gobierno y los gremios rebeldes. La sombra ominosa de Saúl Ubaldini. Una línea divisoria en la política socioeconómica. Adhesión o rechazo a la globalización y al FMI. Corte vertical de posiciones.

5 mayo, 2000

La madrugada amaneció lluviosa, fría y con algunos incidentes: clavos miguelito en puntos estratégicos de las calles de Buenos Aires y agresiones contra taxistas.

Esta primera imagen no es suficiente para percibir los alcances de la huelga general dispuesta por el sector rebelde de la CGT, con el apoyo de la CTA –sus puntos fuertes son los estatales y los docentes– y de dos gremios tradicionales, metalúrgicos y SMATA (industria automotriz). La Unión Obrera de la Construcción, desertó.

Es la primera prueba a la que el presidente de la Nación se ve sometido en el escaso tiempo de ejercicio del poder. La sombra ominosa de la sucesión de paros que desató Saúl Ubaldini sobre el gobierno de Raúl Alfonsín planea, de todas maneras, sobre la Casa Rosada. La gimnasia de los gremialistas y los planteos militares fueron causas principales del retiro del líder radical de sus responsabilidades de gobierno antes del vencimiento de su mandato constitucional.

Al analizar el movimiento más allá de lo episódico, se percibe en rasgos primarios la existencia de una línea divisoria que separa a los contendientes. Está dada por la adhesión incondicional o el rechazo a las exigencias que plantea el Fondo Monetario Internacional a los países en desarrollo. Felipe González dijo hace pocas horas que por cada peso prestado al Africa, ésta había devuelto dos, seguía más endeudada y está enfrentada a la miseria y al “genocidio” provocado por el SIDA y la hambruna.

En términos mucho menos dramáticos, la Argentina ha cumplido prolijamente los compromisos contraídos, privatizó todas su grandes empresas del Estado y, pese a “vender todas las joyas de la abuela”, como se suele decir, su deuda aumenta.

También aumenta el desempleo, el número de ricos y de pobres y la marginación del mercado de consumo de crecientes sectores populares.

No es posible auscultar los motivos recónditos que movilizan a Hugo Moyano y sus huestes. Si tienen o no motivaciones de orden político. En verdad, si fuera así, ellas cabalgan sobre una realidad. “Y la realidad es la única verdad” en materia política, como dijo alguien.

El dirigente camionero plantea como fundamento de la movilización del viernes el repudio a la política económica vigente, el desempleo, los bajos salarios y la decisión del gobierno de reformar las leyes laborales. Argumentos que, quiérase o no, encuentran eco en vastas franjas de la población que superan el marco de identificación justicialista.

Incluso, se podría aventurar que trazan una línea vertical que separan en dos a partidos políticos, sindicatos, empresarios y otros sectores de opinión.

Los observadores adelantan que al cierre de la jornada, la contabilización del paro señalará el impacto de la adhesión de los camioneros, colectiveros, docentes, personal de tierra de líneas aéreas, parte de los bancarios y de trabajadores de la sanidad. Se lo anticipa fuerte en la ciudad de Buenos Aires, en Córdoba, Santa Fe, Chaco y otras provincias donde la protesta social se ha hecho sentir.

Moyano, entusiasmado, se jugó al éxito total. De la Rúa, esperanzado, deslizó: “La huelga no es general. Se suman algunos gremios, pero son muchos más los que no adhieren”.

Al finalizar la jornada se conocerá el balance. El mal tiempo, de todas maneras, juega a favor de una imagen favorable a los huelguistas. Enfría los propósitos de quienes anunciaban su intención de ir al trabajo de cualquier manera. Los más gananciosos son los remiseros y los taxistas, en la medida en que no se generalice contra ellos los episodios de violencia de la mañana.

La madrugada amaneció lluviosa, fría y con algunos incidentes: clavos miguelito en puntos estratégicos de las calles de Buenos Aires y agresiones contra taxistas.

Esta primera imagen no es suficiente para percibir los alcances de la huelga general dispuesta por el sector rebelde de la CGT, con el apoyo de la CTA –sus puntos fuertes son los estatales y los docentes– y de dos gremios tradicionales, metalúrgicos y SMATA (industria automotriz). La Unión Obrera de la Construcción, desertó.

Es la primera prueba a la que el presidente de la Nación se ve sometido en el escaso tiempo de ejercicio del poder. La sombra ominosa de la sucesión de paros que desató Saúl Ubaldini sobre el gobierno de Raúl Alfonsín planea, de todas maneras, sobre la Casa Rosada. La gimnasia de los gremialistas y los planteos militares fueron causas principales del retiro del líder radical de sus responsabilidades de gobierno antes del vencimiento de su mandato constitucional.

Al analizar el movimiento más allá de lo episódico, se percibe en rasgos primarios la existencia de una línea divisoria que separa a los contendientes. Está dada por la adhesión incondicional o el rechazo a las exigencias que plantea el Fondo Monetario Internacional a los países en desarrollo. Felipe González dijo hace pocas horas que por cada peso prestado al Africa, ésta había devuelto dos, seguía más endeudada y está enfrentada a la miseria y al “genocidio” provocado por el SIDA y la hambruna.

En términos mucho menos dramáticos, la Argentina ha cumplido prolijamente los compromisos contraídos, privatizó todas su grandes empresas del Estado y, pese a “vender todas las joyas de la abuela”, como se suele decir, su deuda aumenta.

También aumenta el desempleo, el número de ricos y de pobres y la marginación del mercado de consumo de crecientes sectores populares.

No es posible auscultar los motivos recónditos que movilizan a Hugo Moyano y sus huestes. Si tienen o no motivaciones de orden político. En verdad, si fuera así, ellas cabalgan sobre una realidad. “Y la realidad es la única verdad” en materia política, como dijo alguien.

El dirigente camionero plantea como fundamento de la movilización del viernes el repudio a la política económica vigente, el desempleo, los bajos salarios y la decisión del gobierno de reformar las leyes laborales. Argumentos que, quiérase o no, encuentran eco en vastas franjas de la población que superan el marco de identificación justicialista.

Incluso, se podría aventurar que trazan una línea vertical que separan en dos a partidos políticos, sindicatos, empresarios y otros sectores de opinión.

Los observadores adelantan que al cierre de la jornada, la contabilización del paro señalará el impacto de la adhesión de los camioneros, colectiveros, docentes, personal de tierra de líneas aéreas, parte de los bancarios y de trabajadores de la sanidad. Se lo anticipa fuerte en la ciudad de Buenos Aires, en Córdoba, Santa Fe, Chaco y otras provincias donde la protesta social se ha hecho sentir.

Moyano, entusiasmado, se jugó al éxito total. De la Rúa, esperanzado, deslizó: “La huelga no es general. Se suman algunos gremios, pero son muchos más los que no adhieren”.

Al finalizar la jornada se conocerá el balance. El mal tiempo, de todas maneras, juega a favor de una imagen favorable a los huelguistas. Enfría los propósitos de quienes anunciaban su intención de ir al trabajo de cualquier manera. Los más gananciosos son los remiseros y los taxistas, en la medida en que no se generalice contra ellos los episodios de violencia de la mañana.

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