Europa reaccionó con mucha rapidez y mucha furia a la decisión de Trump de retirarse del acuerdo nuclear con Irán. El problema no es simplemente que la administración Trump haya debilitado uno de los grandes logros de la política exterior europea sino que su inherente volatilidad, su imprevisibilidad y principalmente su falta de compromiso con la alianza transatlántica significa que ahora es posible esperar cualquier acto de disrupción de Estados Unidos. La santa indignación es el idioma de hoy y abundan las predicciones sobre la muerte de la alianza transatlántica.
En la visión de Jeremy Shapiro, dirctor de investigaciones del European Council of Foreign Relations, los lamentos y la indignación no agregan nada a la estrategia. La verdadera cuestión no es si los europeos están furiosos sino si van a hacer algo en respuesta a las acciones de Trump. y lo más probable es que no.
El retiro norteamericano del acuerdo con Irán marca un momento crítico en las relaciones transatlánticas. Para los europeos ese acuerdo fue un esfuerzo coordinado con una clara influencia de Estados Unidos en un momento fundamental para la seguridad internacional. La decisión de retirarse es, por lo tanto, no simplemente una amenaza a la estabilidad regional y a la no proliferación nuclear sino también un repudio a la idea de que Europa puede influir en Estados Unidos en temas difíciles de seguridad.
Europa se unificó en la condena. Francia, Alemania y Gran Bretaña emitieron un comunicado conjunto expresando su desencanto, preocupación y dolor y reafirmó su intención de honrar el acuerdo. Hasta ahora ningún país europeo ha dicho que respalda a Estados Unidos. Los medios muestran enojo y frustración.”
Lo que ocurre es que los europeos necesitan la alianza más que los norteamericanos. Para Europa la alianza transatlántica es su roca de estabilidad en un mundo cambiante y la base sobre la que ha construido la seguridad y la integración. Comparten con Estados Unidos valores e intereses, mucho más que con Rusia o China.
Estados Unidos da valor a la alianza transatlántica. Quiere ayudar en temas de seguridad internacional como Afganistán o siria, y a sus funcionarios les gusta proclamar que Estados Unidos lidera el mundo. Pero la realildad es que ese país no necesita la alianza con Europa para su propia seguridad. Como lo ha sugerido Trump tantas veces, se puede retirar de la relación.
En teoría, los europeos podrían juntarse todos y procurarse su propia seguridad. Combinados, tienen tanto peso económico y militar como Estados Unidos y mucho más que cualquiera de sus posibles rivales, incluida Rusia. En la práctica, sin embargo, prefieren confiar en Estados Unidos para su seguridad en lugar de confiarse entre sí.
Después de todo, Estados Unidos es una potencia distante con un interés pasajero en los asuntos internos de Europa. Por el contrario, los países de la UE están profundamente involucrados en los asuntos de cada uno y tienen innumerables disputas de todo tipo. Buscan a Estados Unidos no solamente para seguridad ante amenazas externas sino también para tener un aliado en sus disputas internas con otros estados europeos. En suma, lo que buscan es que el país americano los proteja los unos de los otros. Sólo Estados Unidos puede aportar eso.
Esta asimétrica dependencia, dice Shapiro, se encuentra en el corazón de la alianza y significa que hasta ahora los europeos han tenido que mantener la paz con la administración Trump. Por eso lo que se ve hasta ahora es sólo retórica.