Podrían ser 400.000 muertos y 1.800.000 las personas en riesgo

En efecto, Indonesia dejó de contar al rozar 100.000. La ONU y Oxfam creen que la cifra llegará a 400.000 en la región. La ayuda suma US$ 2.200 millones, pero harán falta no menos de 50.000 millones en diez años.

3 enero, 2005

Por supuesto, los cálculos tentativos continúan alrededor de US$ 100.000 millones en 15 a 20 años y a precios corrientes. En lo tocante a varios países ricos –especialmente Estados Unidos-, la fuerte reacción de la opinión pública local e internacional los obliga a elevar drásticamente los aportes financieros. Washington, por ejemplo, pasó de US$ 35 a 350 millones. Pero Japón ya ha puesto US$ 500 millones y Gran Bretaña unos 250 millones, igual que Australia.

Sea como fuere, los US$ 2.200 millones contabilizados hasta el lunes siguen lejos de las necesidades inmediatas. Aquí surge el factor humano: hay cerca de 1,8 millón de personas con síntomas de todo tipo y otros tres millones en riesgo por inanición, intoxicación por aguas contaminadas, cólera, peste bubónica, malaria, tétanos. Así, los requerimientos de asistencia llegan a US$ 10.000 millones. Esto incluye logística, pues hay lugares, como Sri Lanka, donde (tras el maremoto) violentas inundaciones destruyen carreteras.

La posición política estadounidense no es cómoda. Desde hace tiempo, Washington se muestra tan tacaño en asistencia y promoción del desarrollo externo como manirroto en gastos bélicos y de “seguridad”. Según datos del año pasado, Estados Unidos es la potencia menos generosa, pues destina a ayudas apenas 0,15% de su producto bruto interno. Ahora, el Congreso resolvió reasignar al desastre fondos eventualmente no erogados en Irak.

No obstante, los “más malos de la película” son, hasta el momento, Rusia y China. Por un lado, Beijing no parece interesarse mucho en el cataclismo (aunque la “minidemocracia” de HongKong sí lo hace). Su viejo rival al sur, Vietnam, no se ha privado de resaltar el contraste entre sus actitudes solidarias y el “egoísmo” del gigante vecino. De hecho, el régimen paranoide de Birmania –apoyado por los chinos- ha impuesto censura y sus medios “cuentan” apenas 53 muertos. Según gente de la ONU, faltan dos ceros, por lo menos.

Pese a todo, más notable es la indiferencia casi deliberada de Rusia. En medio de fastuosos festejos por el año nuevo -civil, pues el religioso será dentro de algunos días-, Vladyímir Putin pronunció un discurso triunfalista, sin una mención al maremoto (ni a Ucrania ni a Byezlán). Moscú no es un potentado como Washington, pero su aventura chechena le sale US$ 25.000 millones anuales.

Por supuesto, los cálculos tentativos continúan alrededor de US$ 100.000 millones en 15 a 20 años y a precios corrientes. En lo tocante a varios países ricos –especialmente Estados Unidos-, la fuerte reacción de la opinión pública local e internacional los obliga a elevar drásticamente los aportes financieros. Washington, por ejemplo, pasó de US$ 35 a 350 millones. Pero Japón ya ha puesto US$ 500 millones y Gran Bretaña unos 250 millones, igual que Australia.

Sea como fuere, los US$ 2.200 millones contabilizados hasta el lunes siguen lejos de las necesidades inmediatas. Aquí surge el factor humano: hay cerca de 1,8 millón de personas con síntomas de todo tipo y otros tres millones en riesgo por inanición, intoxicación por aguas contaminadas, cólera, peste bubónica, malaria, tétanos. Así, los requerimientos de asistencia llegan a US$ 10.000 millones. Esto incluye logística, pues hay lugares, como Sri Lanka, donde (tras el maremoto) violentas inundaciones destruyen carreteras.

La posición política estadounidense no es cómoda. Desde hace tiempo, Washington se muestra tan tacaño en asistencia y promoción del desarrollo externo como manirroto en gastos bélicos y de “seguridad”. Según datos del año pasado, Estados Unidos es la potencia menos generosa, pues destina a ayudas apenas 0,15% de su producto bruto interno. Ahora, el Congreso resolvió reasignar al desastre fondos eventualmente no erogados en Irak.

No obstante, los “más malos de la película” son, hasta el momento, Rusia y China. Por un lado, Beijing no parece interesarse mucho en el cataclismo (aunque la “minidemocracia” de HongKong sí lo hace). Su viejo rival al sur, Vietnam, no se ha privado de resaltar el contraste entre sus actitudes solidarias y el “egoísmo” del gigante vecino. De hecho, el régimen paranoide de Birmania –apoyado por los chinos- ha impuesto censura y sus medios “cuentan” apenas 53 muertos. Según gente de la ONU, faltan dos ceros, por lo menos.

Pese a todo, más notable es la indiferencia casi deliberada de Rusia. En medio de fastuosos festejos por el año nuevo -civil, pues el religioso será dentro de algunos días-, Vladyímir Putin pronunció un discurso triunfalista, sin una mención al maremoto (ni a Ucrania ni a Byezlán). Moscú no es un potentado como Washington, pero su aventura chechena le sale US$ 25.000 millones anuales.

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