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El impacto intelectual de la crisis ya es colosal. La doctrina “Greenspanista” en política monetaria está en retirada. Ya no parece tan claro que sea más fácil para los bancos centrales barrer los escombros que quedan luego de que exploten las burbujas de precios que pincharlas cuando son pequeñas. Las autoridades monetarias tendrán que preocuparse más por la estabilidad financiera y los desequilibrios globales que permitieron a unos pocos países acumular vastos excedentes mientras otros acumulaban déficit. <br />
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Las finanzas ya cambiaron de manera irrevocable. Los grandes bancos de inversión que alguna vez caminaban solos o colapsaron o se sumaron al rebaño de bancos minoristas. Los gobiernos ahora son prestamistas, prestatarios, inversores y aseguradores de última instancia en el sistema financiero. El futuro de las finanzas estará determinado por sus esfuerzos por desenmarañarse de la selva de garantías que tuvieron que hacer. La profundidad de la crisis determinará la facilidad con que la manejen. <br />
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El costo fiscal de este episodio no está claro. Algunas naciones necesitarán hacer frente a ajustes fiscales extraordinarios en los próximos años. El impacto doméstico del gasto del gobierno – y sus ramificaciones geopolíticas – podría todavía ser colosal. Aquí otra vez, mucho depende de la celeridad con que termine la declinación. <br />
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Hay una certeza. Mientras que las recesiones son inevitables, profundas depresiones – o colapso o como se las quiera llamar– no son ni necesarias ni bienvenidas. Destruyen riqueza, chupan felicidad y aplastan viejas certidumbres. Lo que es más, la creciente pobreza es una grave amenaza para la estabilidad y democracia mundial. Las revoluciones suelen comenzar como revueltas por reclamo de pan, y los países económicamente estancados pueden ser vecinos beligerantes. El crecimiento debe recomenzar. <br />
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En 1933, durante la última lucha comparable por reiniciar la economía mundial, 66 gobiernos se encontraron en Londres con aranceles elevados y ánimos caldeados. Franklin Roosevelt, recientemente elegido presidente de Estados Unidos, envió delegados a la “Conferencia Económica y Monetaria”. Pero más que un escenario para la recuperación, la conferencia colapsó. El reciente encuentro del G20 en Londres no debe sufrir el mismo destino. Los participantes deben coincidir en tres puntos. <br />
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Primero, la demanda mundial está en caída libre. Hace falta estímulo. Los países superavitarios con más margen para aumentar el gasto interno – Japón y Alemania, en particular – todavía no están haciendo lo suficiente. Además, si esos habituales exportadores se convirtieran en serios importadores, sería políticamente más fácil contener el proteccionismo. <br />
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Segundo, los gobiernos deben aceptar la responsabilidad de ordenar sus sistemas financieros. La toxicidad que comenzó con los títulos hipotecarios se está expandiendo por los bancos del mundo a medida que aumenta la cantidad de activos que se malogran en la recesión. Los políticos deben asegurar que sus sistemas bancarios estén adecuadamente capitalizados y sepan manejar los títulos ilíquidos que están en el corazón de la crisis. <br />
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Tercero, los gobiernos deben avenirse a apartar más dinero para el Fondo Monetario Internacional La recesión entraría en un capítulo más negro si hubiera una sucesión de crisis financieras en Europa oriental, Asia o América del Sur. Los fondos actuales del Fondo son inadecuados. La idea de una gran emisión de Derechos Especiales de Retiro (SDR, <em>Special Drawing Rights</em>) _ los activos de reserva del fondo – es excelente. Los cambios en el peso del voto, para aumentar la participación de Asia y bajar la de Europa, también son inevitables y deseables. <br />
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Plan de supervivencia del capitalismo global
J. K. Galbraith ha dicho que 1929 fue una fecha tan importante como 1066, 1776, 1914, 1945 y 1989. El mundo de hoy fue moldeado con los esfuerzos de los gobiernos por superar el colapso económico de los años 30 y las consecuencias de sus fracasos. Aun si esta crisis no resulta tan mala como la Gran Depresión, tendrá consecuencias que moldearán la época.