Petróleo, Latinoamérica y peligrosas ideas cerca de Bush

Arguyendo “gobiernos populistas, malas políticas y pobre infraestructura”, gente del vicepresidente Richard Cheney tiene ideas peligrosas. Por ejemplo, “disciplinar a Latinoamérica” para atender las necesidades petroleras de Estados Unidos.

6 diciembre, 2004

Al empezar diciembre, ya había en el gabinete de George W.Bush dos cubanos fieles a Cheney y críticos de ciertos gobiernos al sur del río Bravo. En esencia, Venezuela, Méjico, Colombia y Trinidad-Tobago. Una frase publicada en el “Wall Street Journal” resume la nueva bajada de línea: “En esta crisis petrolera, Latinoamérica no ayuda a Estados Unidos”.

Pese a “sus grandes reservas de hidrocarburos y de haberle dado una mano a EE.UU. durante anteriores alzas de precios, Venezuela, Méjico y otros exportadores de la región no están hoy en condiciones de ayudar. Motivos: políticas populistas, trabas regulatorias y falta de inversión en anticuadas estructuras”. Una sola razón técnica contra dos políticas, extrañamente similares a algunas esgrimidas antes de invadir Irak.

En aquel momento Cheney, neurona de George W.Bush, asumía la representación de Halliburton y otras grandes empresas petroleras o vinculadas al sector, deseosas de controlar el país que sigue cuarto en volumen de reservas conocidas. Según la consultora Wood Mackenzie, Latinoamérica produce unos 10.800.000 de barriles diarios, o sea 13% del total mundial, Venezuela, sola, dispone de 250.000 millones de barriles de crudos extrapesados, volumen próximo al de Saudiarabia (nada menos).

En general se les objeta a varios países algo de lo cual son responsables algunas grandes petroleras privadas: no explorar, cubicar ni extraer lo suficiente. Tan es así que, donde existen empresas estatales o paraestatales “testigos” (Brasil, Méjico, Venezuela), son las únicas que hacen algo al respecto. Pero los “cruzados de Cheney” prefieren soslayar este aspecto, ligado a una característica del sector privado: eludir el riesgo minero.

El área azteca del golfo de Méjico –señala un vocero de la ofensiva, David Luhnow- “podría doblar las reservas de ese país y elevarlas a 100.000 millones de barriles, casi como las de Irán. Productores más chicos, por ejemplo Ecuador, tienen campos aún por localizar”. Este argumento ha sido reflotado tras el hallazgo de unos mil millones de barriles en reservas, bajo el Atlántico sur, por la cateadora británica Desire Petroleum. Irónicamente, la noticia ha sido silenciada en los medios regionales por presiones de varias firmas petroleras.

Los fundamentos políticos de la campaña se hacen claros cuando se afirma: “el aumento de producción requiere capitales –que los estados de la zona no tienen- y asistencia de compañías privadas no bienvenidas en buena parte de la región. El presidente de Bolivia debió renunciar en 2003 por presión de grupos que se oponían exportar gas natural”. Como se sabe, no fue exactamente así…

“Hay un potencial de recursos en Latinoamérica, pero no parece que vaya a transformase en combustibles y energía”. Asi afirma Lawrence Goldstein, que encabeza la Petroleum Industry Research Foundation, “lobby” controlado por las mayores firmas norteamericanas. “Durante la II guerra mundial o en las crisis de 1973/5, 1979/81 y 1990/1 –apunta-, Venezuela bombeo cuanto podía para asegurar suministros estables a EE.UU.”.

No obstante, subrayan Goldstein, Luhnow y Wood Mackenzie, “Caracas, quinto exportador mundial, ha resultado ser tan inestable políticamente como sus rivales de Levante. Méjico no está mejor y su constitución veda la iniciativa privada en cuanto a reservas”. Ya se sabe cómo ha resuelto Washington la “inestabilidad” en Irak o cómo Cheney y su aliado, Donald Rumsfeld, quieren resolverla en Irán. Pero aplicar la “solucion final” a Venezuela y Méjico es lo que en inglés se llama “tall order”.

Al empezar diciembre, ya había en el gabinete de George W.Bush dos cubanos fieles a Cheney y críticos de ciertos gobiernos al sur del río Bravo. En esencia, Venezuela, Méjico, Colombia y Trinidad-Tobago. Una frase publicada en el “Wall Street Journal” resume la nueva bajada de línea: “En esta crisis petrolera, Latinoamérica no ayuda a Estados Unidos”.

Pese a “sus grandes reservas de hidrocarburos y de haberle dado una mano a EE.UU. durante anteriores alzas de precios, Venezuela, Méjico y otros exportadores de la región no están hoy en condiciones de ayudar. Motivos: políticas populistas, trabas regulatorias y falta de inversión en anticuadas estructuras”. Una sola razón técnica contra dos políticas, extrañamente similares a algunas esgrimidas antes de invadir Irak.

En aquel momento Cheney, neurona de George W.Bush, asumía la representación de Halliburton y otras grandes empresas petroleras o vinculadas al sector, deseosas de controlar el país que sigue cuarto en volumen de reservas conocidas. Según la consultora Wood Mackenzie, Latinoamérica produce unos 10.800.000 de barriles diarios, o sea 13% del total mundial, Venezuela, sola, dispone de 250.000 millones de barriles de crudos extrapesados, volumen próximo al de Saudiarabia (nada menos).

En general se les objeta a varios países algo de lo cual son responsables algunas grandes petroleras privadas: no explorar, cubicar ni extraer lo suficiente. Tan es así que, donde existen empresas estatales o paraestatales “testigos” (Brasil, Méjico, Venezuela), son las únicas que hacen algo al respecto. Pero los “cruzados de Cheney” prefieren soslayar este aspecto, ligado a una característica del sector privado: eludir el riesgo minero.

El área azteca del golfo de Méjico –señala un vocero de la ofensiva, David Luhnow- “podría doblar las reservas de ese país y elevarlas a 100.000 millones de barriles, casi como las de Irán. Productores más chicos, por ejemplo Ecuador, tienen campos aún por localizar”. Este argumento ha sido reflotado tras el hallazgo de unos mil millones de barriles en reservas, bajo el Atlántico sur, por la cateadora británica Desire Petroleum. Irónicamente, la noticia ha sido silenciada en los medios regionales por presiones de varias firmas petroleras.

Los fundamentos políticos de la campaña se hacen claros cuando se afirma: “el aumento de producción requiere capitales –que los estados de la zona no tienen- y asistencia de compañías privadas no bienvenidas en buena parte de la región. El presidente de Bolivia debió renunciar en 2003 por presión de grupos que se oponían exportar gas natural”. Como se sabe, no fue exactamente así…

“Hay un potencial de recursos en Latinoamérica, pero no parece que vaya a transformase en combustibles y energía”. Asi afirma Lawrence Goldstein, que encabeza la Petroleum Industry Research Foundation, “lobby” controlado por las mayores firmas norteamericanas. “Durante la II guerra mundial o en las crisis de 1973/5, 1979/81 y 1990/1 –apunta-, Venezuela bombeo cuanto podía para asegurar suministros estables a EE.UU.”.

No obstante, subrayan Goldstein, Luhnow y Wood Mackenzie, “Caracas, quinto exportador mundial, ha resultado ser tan inestable políticamente como sus rivales de Levante. Méjico no está mejor y su constitución veda la iniciativa privada en cuanto a reservas”. Ya se sabe cómo ha resuelto Washington la “inestabilidad” en Irak o cómo Cheney y su aliado, Donald Rumsfeld, quieren resolverla en Irán. Pero aplicar la “solucion final” a Venezuela y Méjico es lo que en inglés se llama “tall order”.

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