Paul Wolfowitz, al frente del Banco Mundial desde junio

El directorio del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) eligió presidente, por unanimidad, al ideólogo de la guerra preventiva. Asume el 1 de junio. Sus primeras propuestas convencen sólo en las economías centrales.

1 abril, 2005

El próximo jefe del Banco Mundial anunció que centraría su gestión en ir disminuyendo las deudas de los países pobres y la estructura de la institución. Esto puede interpretarse como una especie de discriminación en desmedro de la “clase media del ex Tercer Mundo”, como cree Jeffrey Sachs (ex Foro Económico Mundial, Davos). En otras palabras, en el futuro el BIRF preferirá la asistencia directa a economías subdesarrolladas, por encima de las “en desarrollo”, a veces llamadas “emergentes”.

A criterio del todavía subsecretario de Defensa, el plan “va más allá de préstamos. Preveo políticas comerciales y subsidios, junto con la creación de condiciones aptas para atraer capitales privados”. Sin duda, la escasa experiencia del funcionario le impide explicar cómo será eso factible en paíase tan poco viables como Haití, buena parte de África subsahariana o los miniestados de Oceanía.

Ése fue exactamente el problema contra el cual chocó hace treinta años Robert McNamara, precursor ideológico de Wolfowitz, en su intento de orientar los créditos a aliados estratégicos y tácticos de EE.UU. Aunque fuesen gobiernos venales, autoritarios o directamemte dictaduras.

Dejando de lado las críticas de medio centenar de países, los veinticuatro directores aprobaron sin fisuras a quien, poco antes, recomendaba la virtual liquidación del BM. Pero algunos analistas independientes y varios economistas subrayan que Wolfowitz tiene razón en un punto clave: la alta burocracia estable del BIRF ha fomentado todo tipo de corruptelas en sus operaciones con países subdesarrollados o en desarrollo.

Casos como Yacyretá, Salto Grande (Argentina, Paraguay, Uruguay), Asuán, etc, ilustran ese punto. También lo destacan consultores bien conetactos con los burócratas, que se han hecho ricos vendiendo proyectos de aire. De hecho, se sabe en Washington que –ya antes de ser candidato oficial para el cargo- Wolfowitz armó un equipo encargado de “auditorear desde fuera” una larga serie de créditos otorgados en los últimos 25 años.

No es difícil que, en algunos meses, empiece a eliminar funcionarios y técnicos con feudos propios en una estructura por demás densa y costosa. Al respecto, existe un borrador a medida: el informe de Alan Metlzer 2000, presentado por uno de los principales promotores de la quiebra soberana. O sea, de cerrar el Fondo Monetario, el otro resabio de Bretton Woods.

El próximo jefe del Banco Mundial anunció que centraría su gestión en ir disminuyendo las deudas de los países pobres y la estructura de la institución. Esto puede interpretarse como una especie de discriminación en desmedro de la “clase media del ex Tercer Mundo”, como cree Jeffrey Sachs (ex Foro Económico Mundial, Davos). En otras palabras, en el futuro el BIRF preferirá la asistencia directa a economías subdesarrolladas, por encima de las “en desarrollo”, a veces llamadas “emergentes”.

A criterio del todavía subsecretario de Defensa, el plan “va más allá de préstamos. Preveo políticas comerciales y subsidios, junto con la creación de condiciones aptas para atraer capitales privados”. Sin duda, la escasa experiencia del funcionario le impide explicar cómo será eso factible en paíase tan poco viables como Haití, buena parte de África subsahariana o los miniestados de Oceanía.

Ése fue exactamente el problema contra el cual chocó hace treinta años Robert McNamara, precursor ideológico de Wolfowitz, en su intento de orientar los créditos a aliados estratégicos y tácticos de EE.UU. Aunque fuesen gobiernos venales, autoritarios o directamemte dictaduras.

Dejando de lado las críticas de medio centenar de países, los veinticuatro directores aprobaron sin fisuras a quien, poco antes, recomendaba la virtual liquidación del BM. Pero algunos analistas independientes y varios economistas subrayan que Wolfowitz tiene razón en un punto clave: la alta burocracia estable del BIRF ha fomentado todo tipo de corruptelas en sus operaciones con países subdesarrollados o en desarrollo.

Casos como Yacyretá, Salto Grande (Argentina, Paraguay, Uruguay), Asuán, etc, ilustran ese punto. También lo destacan consultores bien conetactos con los burócratas, que se han hecho ricos vendiendo proyectos de aire. De hecho, se sabe en Washington que –ya antes de ser candidato oficial para el cargo- Wolfowitz armó un equipo encargado de “auditorear desde fuera” una larga serie de créditos otorgados en los últimos 25 años.

No es difícil que, en algunos meses, empiece a eliminar funcionarios y técnicos con feudos propios en una estructura por demás densa y costosa. Al respecto, existe un borrador a medida: el informe de Alan Metlzer 2000, presentado por uno de los principales promotores de la quiebra soberana. O sea, de cerrar el Fondo Monetario, el otro resabio de Bretton Woods.

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