Un saldo decepcionante en materia de actividad económica dejó el año que concluyó. No sólo cayeron el PBI y las importaciones, sino también las exportaciones, la inversión y el consumo, principal motor del crecimiento en los últimos años.
Estas cifras no sorprenden, teniendo en cuenta que se trató de un año recesivo, con aceleración de la inflación y un nuevo default de la deuda pública a comienzos del segundo semestre, lo que profundizó la desconfianza de los agentes económicos, señala Ecolatina en su informe semanal. El primer punto a destacar es que casi todos los rubros del consumo mostraron una retracción (de mayor o menor intensidad) durante 2014.
Incluso se observó una caída (moderada) del consumo masivo, que se caracteriza por tener una demanda muy inelástica. La contracción exhibida del consumo agregado se dio a pesar de la expansión del gasto público nacional, cuyo crecimiento nominal superó la tasa de inflación de 2014 (mostrando una expansión en términos reales).
De todas formas, la devaluación, la suba de tarifas y un incremento más acotado de las erogaciones provinciales, contrarrestaron el impulso del gasto público nacional. La gran incógnita es qué va a suceder con el consumo en 2015. Dicha variable no sólo ha sido el principal motor del crecimiento de los últimos años, sino que tiene una gran incidencia en el humor de los electores.
Siendo éste un año de recambio presidencial, el oficialismo tiene buenos motivos para intentar apuntalar el consumo. Pero, ¿podrá lograrlo?
Enfriamiento La primera pregunta sería: ¿qué motivó el enfriamiento del consumo?
En primer lugar, la devaluación de enero impactó negativamente sobre el poder adquisitivo de las familias, al generar un pico de inflación que socavó el salario de los argentinos (que cayó 5% en 2014). Además, redujo fuertemente el salario medido en dólares, el cual descendió un promedio de 12,6%.
A ello se suman los elevados niveles de incertidumbre en el plano cambiario, y la inestabilidad laboral. Ante la contracción de la producción, numerosas firmas decidieron suspender turnos, adelantar vacaciones y, en algunos casos, reducir personal.
De hecho, según relevamientos privados <https://mail.google.com/mail/u/0/#_ftn1>, en 2014 las suspensiones se multiplicaron por siete, mientras que los despidos se triplicaron. Este clima enrarecido generó cautela por parte de las familias a la hora de realizar compras.
Otro de los factores que frenaron el consumo fue la autorización oficial que permitió a los trabajadores de mayores ingresos comprar moneda extranjera para tenencia. Si bien la cantidad de dólares que cada individuo puede adquirir representa una proporción pequeña de su salario, la posibilidad de adquirir dólares al precio oficial (más el 20% de retención impositiva) resultó tentadora.
Aunque parte de los pesos reingresaron al circuito financiero a través de la venta de divisas en el mercado informal, algunos individuos prefirieron conservar sus dólares, priorizando el ahorro en lugar del consumo. El crédito fue otro factor que explica la caída del gasto de las familias: en promedio, los préstamos personales de 2014 se contrajeron 13,5% i.a. en términos reales. Aunque el consumo con tarjetas de crédito mostró mayor dinamismo, tampoco logró ganarle a la inflación.
La mala *performance* de los préstamos no solamente se debió a la caída del salario real y al incremento de la incertidumbre, sino también al encarecimiento del financiamiento. A comienzos del año pasado el BCRA subió sus tasas de interés pasivas, elevando fuertemente los costos de los préstamos al consumo, que llegaron a 43% anual en el primer trimestre de 2014 (más de 4,5 puntos respecto del cierre de 2013).
Para contrarrestar la tendencia declinante del crédito, a mediados de 2014 el BCRA fijó topes a las tasas de interés activas (las que cobran los bancos sobre sus préstamos). Ello, junto con la liquidez acumulada hasta entonces, permitió reducir el costo del financiamiento y devolver las tasas de interés a niveles similares a los de comienzo de año. Gracias a estas medidas, el crédito al consumo detuvo las caídas y se recompuso, marginalmente, en el último trimestre del año. Las compras con tarjeta ganaron mayor dinamismo gracias a un considerable impulso del Plan Ahora 12, que permite la compra de electrodomésticos, indumentaria y otros rubros en doce cuotas sin interés.
Sin embargo, estos esfuerzos no fueron suficientes para contrarrestar la dinámica del resto del año. Al desagregar el consumo por rubros, todos ellos mostraron una contracción en 2014. No obstante, el deterioro del consumo de bienes durables (electrodomésticos, automóviles e inmuebles) fue significativamente mayor al resto, mientras que aquellos rubros de demanda más inelástica (consumo masivo) mostraron bajas acotadas. En primer lugar, el volumen de venta de electrodomésticos se retrajo 8,4% anual, según la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), 2 puntos por debajo del promedio total (-6,5% anual). Además, el patentamiento de automóviles 0 Km se retrajo 28,6% anual, volviendo a niveles similares a los de 2010. Incluso la venta de vehículos usados se vio perjudicada por el enfriamiento del consumo, al contraerse 11% anual.
Finalmente, la compraventa de inmuebles se hundió tanto en la Ciudad como en la Provincia de Buenos Aires: las escrituras se contrajeron por tercer año consecutivo (-6% y -8% anual, respectivamente). En cuanto al comportamiento del consumo masivo, éste fue desparejo según el canal de venta.
Las compras en grandes supermercados se mantuvieron estables gracias a la implementación de descuentos y promociones, y la adhesión al programa de Precios Cuidados.
En cambio, se observaron fuertes caídas en las ventas del canal tradicional (almacenes, pequeños autoservicios y negocios de barrio) y de autoservicios chinos (-6,5% y -8,2% anual, respectivamente). Estos últimos exhibieron su primera baja desde 2002. En síntesis, en términos de consumo, 2014 fue un año para el olvido.
¿Logrará el gobierno apuntalar el consumo en 2015?
Para 2015 esperamos que el consumo agregado se estabilice o incluso crezca producto de diversos estímulos estatales. Prevemos que el gobierno acelere el gasto corriente (empleo, plantes sociales, etc.), limite los incrementos de tarifas de servicios públicos y acote la devaluación para apuntalar el ingreso de las familias. Si el Ejecutivo logra moderar algo la inflación y las paritarias cierran con incrementos nominales similares a los del año pasado, habría una recomposición del salario real (lo opuesto a lo sucedido en 2014). No obstante, apuntalar el consumo implica una mayor demanda de divisas, tanto por un incremento en las importaciones de insumos o como de bienes finales.
Además, si la confianza de las familias vuelve a exhibir un deterioro, el consumo privado podría verse nuevamente desalentado, afectando el resultado agregado. ¿Podrá el gasto público compensar la debilidad del privado en 2015? Más importante aún ¿cómo se financiará el creciente déficit fiscal?
De poco sirve una política fiscal ultra-expansiva para apuntalar el consumo si ello implica exacerbar la emisión del BCRA, redundando en crecientes tensiones cambiarias e inflacionarias que desalienten el gasto privado, contrarrestando los esfuerzos del Ejecutivo.