Paraguay: el voto colorado se atomizó y puede tornar ingobernable el país

Lo ocurrido parece una maniobra de Lino Oviedo. Confiando en la adicción guaraní al autoritarismo, se presentó, dividió a los colorados y deja a Fernando Lugo sin mayoría parlamentaria ni diez de los doce gobiernos locales.

21 abril, 2008

En realidad, Paraguay carece de regímenes democráticos desde que Gaspar de Francia se hizo dictador tras derrotar a Manuel Belgrano en 1811. Cuarenta años después, les legó el poder a su parientes, los López. Ya en el siglo XX, Alfredo Stroeesner –un apellido alemán- instaló seis decenios de coloradismo.

Sea como fuere, el perfil del voto es inquietante: 40,8% para el izquierdista Lugo (cuya coalición social es más débil que la efímera alianza argentina de 1999/2001), 30,8% para Blanca Ovelar –candidata colorada “oficial”- y 21,9% para Oviedo, colorado “disidente”. Apenas con una primera minoría y sin programa concreto, las perspectivas del ex obispo son difíciles.

Medios conservadores de Buenos Aires, Asunción y Montevideo ya salen con pronósticos pesimistas y comparan este triunfo relativo con el de Evo Morales en Bolivia. Hay una diferencia: por razones obvias, Paraguay no sufre separatismos estilo Santa Cruz de la Sierra.

Pero Lugo carece de recursos, equipos políticos, consenso, mayoría parlamentaria ni de administraciones provinciales. Como los peronistas y sus avatares, los colorados tiene una larga tradición de autoritarismo. Cuando fueron oposición, no dejaban gobernar (Oviedo es un ejemplo de malas artes al respecto). Parte de la prensa paraguaya cree que el nuevo presidente debiera combinar el proactivismo de Néstor Kichner y del ecuatoriano Rafael Correa.

En realidad, Paraguay carece de regímenes democráticos desde que Gaspar de Francia se hizo dictador tras derrotar a Manuel Belgrano en 1811. Cuarenta años después, les legó el poder a su parientes, los López. Ya en el siglo XX, Alfredo Stroeesner –un apellido alemán- instaló seis decenios de coloradismo.

Sea como fuere, el perfil del voto es inquietante: 40,8% para el izquierdista Lugo (cuya coalición social es más débil que la efímera alianza argentina de 1999/2001), 30,8% para Blanca Ovelar –candidata colorada “oficial”- y 21,9% para Oviedo, colorado “disidente”. Apenas con una primera minoría y sin programa concreto, las perspectivas del ex obispo son difíciles.

Medios conservadores de Buenos Aires, Asunción y Montevideo ya salen con pronósticos pesimistas y comparan este triunfo relativo con el de Evo Morales en Bolivia. Hay una diferencia: por razones obvias, Paraguay no sufre separatismos estilo Santa Cruz de la Sierra.

Pero Lugo carece de recursos, equipos políticos, consenso, mayoría parlamentaria ni de administraciones provinciales. Como los peronistas y sus avatares, los colorados tiene una larga tradición de autoritarismo. Cuando fueron oposición, no dejaban gobernar (Oviedo es un ejemplo de malas artes al respecto). Parte de la prensa paraguaya cree que el nuevo presidente debiera combinar el proactivismo de Néstor Kichner y del ecuatoriano Rafael Correa.

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