Otán: reunión accidentada y poco grata para Washington

George W.Bush y Condoleezza Rice creen que el OK al escudo nuclea en derredor de Rusia es cosa hecha. Pero, con excepciones, la Unión Europea no lo quiere. Tampoco apoya el ingreso de Ucrania, Georgia y Macedonia.

4 abril, 2008

En verdad, sólo se aprobó la entrada de Croacia y Albania a la Organización del Tratado Noratlántico. En cuanto a la Eurozona (quince adherentes a la moneda común), Zagreb está en espera y Tirana sigue lejos.

Pero el objeto real de Bush era otro: incorporar Ucrania y Georgia como miembros observadores en la Otán. Alemania –que rechaza el escudo nuclear- y Francia (que lo apoya) coincidieron en no aprobar ese ingreso, para no irritar a Rusia. En cierto modo, parecía unos de esos juegos siempre cambiantes de alianzas durante la paz armada (1871/1914), salvo que Estados Unidos desempeña el antiguo papel de Gran Bretaña.

En los papeles, la reunión de Bucarest autorizó la entrada de esos dos países, pero dejándola para mejor oportunidad. Otro sueño que Bush no podrá realizar en su mandato. En lo atinente a Macedonia, Grecia exige que cambie de nombre antes de permitirle ingresar en una Otán tan inflada como poco efectiva.

Los griegos no pueden abandonar sus viejas obsesiones históricas. No conformes con imponer en la UE dos tercios de Chipre, exigen que Macedonia deje de llamarse así. Arguyendo que Felipe II, Alejandro III y otros soberanos de hace 2.300 años gobernaban “un país entero”, no aceptan la coexistencia de una Macedonia eslava con su contraparte helena.

Todo tiene un tufo a comedia de enriedos. Para empezar, la Macedonia original ni siquiera hablaba griego, sino otro grupo de dialectos indoeuropeos. A tal punto que su clase gobernante debía aprender griego para tratar con sus vecinos del sur. En realidad, los griegos de hoy tampoco podrían entenderse con sus antiguos parientes, salvo por escrito.

Pero la historia trajo otras complicaciones. Desde el siglo X de la era común, la debilidad del imperio Bizantino dejó que los serbios fuesen ocupando Grecia hasta el Peloponeso. Eso explica que sólo la mitad meridional de Macedonia. El resto habla serbocroata y albanés.

El problema de Georgia es distinto. Ahí, EE.UU. tiene un aliado, el gobierno central en Tiflis, pero Rusia apoya tres separatismos: Abjadzia, Osetia norte y Osetia sur. Incorporar la antigua Cólquide -patria de Medea, nada menos- a la Otán sería poner un polvorín.

En verdad, sólo se aprobó la entrada de Croacia y Albania a la Organización del Tratado Noratlántico. En cuanto a la Eurozona (quince adherentes a la moneda común), Zagreb está en espera y Tirana sigue lejos.

Pero el objeto real de Bush era otro: incorporar Ucrania y Georgia como miembros observadores en la Otán. Alemania –que rechaza el escudo nuclear- y Francia (que lo apoya) coincidieron en no aprobar ese ingreso, para no irritar a Rusia. En cierto modo, parecía unos de esos juegos siempre cambiantes de alianzas durante la paz armada (1871/1914), salvo que Estados Unidos desempeña el antiguo papel de Gran Bretaña.

En los papeles, la reunión de Bucarest autorizó la entrada de esos dos países, pero dejándola para mejor oportunidad. Otro sueño que Bush no podrá realizar en su mandato. En lo atinente a Macedonia, Grecia exige que cambie de nombre antes de permitirle ingresar en una Otán tan inflada como poco efectiva.

Los griegos no pueden abandonar sus viejas obsesiones históricas. No conformes con imponer en la UE dos tercios de Chipre, exigen que Macedonia deje de llamarse así. Arguyendo que Felipe II, Alejandro III y otros soberanos de hace 2.300 años gobernaban “un país entero”, no aceptan la coexistencia de una Macedonia eslava con su contraparte helena.

Todo tiene un tufo a comedia de enriedos. Para empezar, la Macedonia original ni siquiera hablaba griego, sino otro grupo de dialectos indoeuropeos. A tal punto que su clase gobernante debía aprender griego para tratar con sus vecinos del sur. En realidad, los griegos de hoy tampoco podrían entenderse con sus antiguos parientes, salvo por escrito.

Pero la historia trajo otras complicaciones. Desde el siglo X de la era común, la debilidad del imperio Bizantino dejó que los serbios fuesen ocupando Grecia hasta el Peloponeso. Eso explica que sólo la mitad meridional de Macedonia. El resto habla serbocroata y albanés.

El problema de Georgia es distinto. Ahí, EE.UU. tiene un aliado, el gobierno central en Tiflis, pero Rusia apoya tres separatismos: Abjadzia, Osetia norte y Osetia sur. Incorporar la antigua Cólquide -patria de Medea, nada menos- a la Otán sería poner un polvorín.

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