<p>Este lunes era obvio que Estados Unidos tomaba distancia de El Cairo apoyando “una transición ordenada hacia la democracia”, como sostuvo la secretaria de estado Hillary Rodham Clinton. En otras palabras, el egipcio ya no es “amigo de la familia” ni “líder que garantiza estabilidad”, según afirmaban hace cinco días los israelíes. Mucho más cerca de la realidad estaban aquellos cables filtrados tiempo atrás por Wikileaks, que ofrecían una visión nada grata de la autocracia cairota a ojos de Estados Unidos.<br />
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Sin duda, la suerte del improbable faraón es todo un embarazo para Washington, Tel Aviv, Ammán y Riyadh. Aquellas infidencias revelan que Obama y Clinton insistían desde 2008 en presionar al régimen para hacer reformas políticas, sociales y económicas. Ahora, un cambio de guardia parece inevitable, porque la violencia en las ciudades egipcias estalló como secuela de lo sucedido en Túnez y, a su vez, despertó émulos en Argelia, Jordania, Yemen y un sultanato secularmente apacible, Omán.<br />
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Naturalmente, los republicanos salieron a afirmar que todo este desmadre es producto de Obama y su abandono de las “doctrinas de George W.Bush”. No obstante, Alemania, Francia, Gran Bretaña y Rusia han señalado varias veces que EE.UU. bajo Obama no ha modificado políticas tales como la ayuda militar a Egipto. Inclusive, Mohammed el-Baradéi –único opositor creíble, de nuevo en libertad, reprocha a Washington por su tolerancia hacia los abusos de la familia Mubarak.<br />
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En verdad, al gestionar equilibrios geopolíticos en extremo complejos, sucesivos gobiernos norteamericanos han practicado la misma realpolitik ante los “faraones” Faruk, Fu’ad II, Mohammed Naghib, Gamal Abdel Nasser, Anwar es-Sadat y Mubarak. Ahora, las explosiones en cadena dificultan extraordinariamente la tarea de EE.UU., Israel y Saudiaarabia. Mientras los crudos aumentan, los tres aliados deben sacarse de encima a un autócrata con treinta años en el poder –gracias a ellos-, en tanto la división de Sudán recorre un camino por lo menos accidentado hasta julio.<br />
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Obama a punto de soltarle la mano a Hosni Mubarak
Algunos le llaman síndrome del faraón, pero no tiene mucho sentido. Más directos, los europeos dan por sentado que Barack Obama ya despidió Al presidente egipcio. Irónico: ambos apellidos contienen barak, bendito en árabe o benedictus en latín.