¿Nueva fase o final para la guerra de Israel contra Hezbol-lá?

Inesperadamente, el martes el gobierno israelí desplazó a quien comandaba la campaña en Líbano. Desde ahora, el general Moshé Kaplinski reemplaza a Udí Adam. Pero luego se dispuso arrasar el suir de Líbano.

9 agosto, 2006

Hasta ese momento, el patrón bélico parecía más o menos fijo, con fuerzas israelíes trabadas con Helbol-lá –no ya un simple grupo terrorista, sino una guerrilla orgánica- en el sur de Líbano. El resultado de la batalla seguía y sigue incierto. Los mecanismos diplomáticos recién empezaban este martes a destrabarse, pero sin prisa: Israel, en un cambio relevante, se mostraba dispuesta a discutir una propuesta del gobierno libanés (algo que irritaba a muchos analistas vinculados con el Pentágono, dentro y fuera de Estados Unidos).

De un modo otro, algo estaba en marcha. El lunes 7, el gabinete israelí parecía desechar toda opción diplomática y anunciaba que sus fuerzas tendrían carta blanca hasta el río Litaní. Días después, empero, el jefe de estado mayor, general Dan Haluts, informaba que Kaplinski substituiría a Adam (hombre de su confianza) en el comando norte “por todo cuanto dure esta guerra”. Ahora, entonces, surge un plazo implícito.

Haluts, oficial de aeronáutica, ha sido criticado por ampliar la campaña aérea, causando tragedias pero sin perturbar los ataques enemigos con proyectiles. Acaba, entonces, de ceder autoridad en lo atinente a conducir la guerra. Como es obvio, eso implica severas objeciones al desempeño militar en las últimas semanas. También deja la puerta entreabierta para una masiva ofensiva terrestre hasta Beirut, que podría chocar con Washington, donde George W.Bush ya no quiere seguir siendo operador político de Israel.

El significado de estas movidas dista, empero, de ser claro. Tal vez una o varias unidades adicionales sean incorporadas a la campaña para forzar una decisión en el plano militar o en el diplomático. Quizá se proyecte un ataque sobre el valle de Beka’a o Beirut mismo. Lo único obvio es que los judíos han salido de la fase triunfalista para ingresar a otra, más realista.

Como afirman expertos allegados al Pentágono, Hezbol-lá tiene relativamente pocas opciones en esta etapa. En el sur, está comprometida con una forma estática de defensa que maneja bien. En el Beka’a, podría resistir o, bien, tentar a los israelíes para meterse en una trampa estilo Afganistán. Igual podría suceder en Beirut meridional, sin perjuicio de apelar a proyectiles de mayor alcance geográfico.

Hay en juego demasiados factores de incertidumbre. No obstante, Tel Aviv está marcando cambios que podían facilitar una nueva ronda de negociaciones, aunque algunos analistas lo duden. Sea como fuere, al primer ministro Ehud Olmert ya no le quedaba espacio de maniobra en la estrategia seguida hasta hace pocos días. Por ende, necesita otra, pero ¿cuál? La repentina decisión de profundizar la guerra terrestre en el sur de Líbano, adoptada el miércoles, hace sospechar divergencas en Tel Aviv.

Hasta ese momento, el patrón bélico parecía más o menos fijo, con fuerzas israelíes trabadas con Helbol-lá –no ya un simple grupo terrorista, sino una guerrilla orgánica- en el sur de Líbano. El resultado de la batalla seguía y sigue incierto. Los mecanismos diplomáticos recién empezaban este martes a destrabarse, pero sin prisa: Israel, en un cambio relevante, se mostraba dispuesta a discutir una propuesta del gobierno libanés (algo que irritaba a muchos analistas vinculados con el Pentágono, dentro y fuera de Estados Unidos).

De un modo otro, algo estaba en marcha. El lunes 7, el gabinete israelí parecía desechar toda opción diplomática y anunciaba que sus fuerzas tendrían carta blanca hasta el río Litaní. Días después, empero, el jefe de estado mayor, general Dan Haluts, informaba que Kaplinski substituiría a Adam (hombre de su confianza) en el comando norte “por todo cuanto dure esta guerra”. Ahora, entonces, surge un plazo implícito.

Haluts, oficial de aeronáutica, ha sido criticado por ampliar la campaña aérea, causando tragedias pero sin perturbar los ataques enemigos con proyectiles. Acaba, entonces, de ceder autoridad en lo atinente a conducir la guerra. Como es obvio, eso implica severas objeciones al desempeño militar en las últimas semanas. También deja la puerta entreabierta para una masiva ofensiva terrestre hasta Beirut, que podría chocar con Washington, donde George W.Bush ya no quiere seguir siendo operador político de Israel.

El significado de estas movidas dista, empero, de ser claro. Tal vez una o varias unidades adicionales sean incorporadas a la campaña para forzar una decisión en el plano militar o en el diplomático. Quizá se proyecte un ataque sobre el valle de Beka’a o Beirut mismo. Lo único obvio es que los judíos han salido de la fase triunfalista para ingresar a otra, más realista.

Como afirman expertos allegados al Pentágono, Hezbol-lá tiene relativamente pocas opciones en esta etapa. En el sur, está comprometida con una forma estática de defensa que maneja bien. En el Beka’a, podría resistir o, bien, tentar a los israelíes para meterse en una trampa estilo Afganistán. Igual podría suceder en Beirut meridional, sin perjuicio de apelar a proyectiles de mayor alcance geográfico.

Hay en juego demasiados factores de incertidumbre. No obstante, Tel Aviv está marcando cambios que podían facilitar una nueva ronda de negociaciones, aunque algunos analistas lo duden. Sea como fuere, al primer ministro Ehud Olmert ya no le quedaba espacio de maniobra en la estrategia seguida hasta hace pocos días. Por ende, necesita otra, pero ¿cuál? La repentina decisión de profundizar la guerra terrestre en el sur de Líbano, adoptada el miércoles, hace sospechar divergencas en Tel Aviv.

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