Noriega: ¿un desplante personal u órdenes de Bush?

En un clima tenso y confuso, el ultraderechista Rafael Noriega, subsecretario para Latinoamérica, tachó de “izquierdista” al gobierno de Néstor Kirchner. Eso tras confirmarse un encuentro con George W.Bush, pedido por éste.

7 enero, 2004

Kirchner había anunciado que marcharía a una cumbre hemisférica en México DF, junto con Roberto Lavagna. Luego del desplante de Noriega –un hispano “duro”-, fuentes argentinas indicaron que el viaje de ambos funcionarios seguía en pie. No obstante, observadores brasileños creen que Luiz Inácio (Lula) da Silva le recomendó a su colega argentino no ir a ese cónclave.

Según Noriega, “Estados Unidos está decepcionado con la política exterior argentina y ve un giro a la izquierda”, especialmente en cuanto a actitudes hacia Cuba (en verdad, demasiado tolerantes). Pero algunos analistas en San Pablo y Montevideo sospechan que Noriega sólo le añadió ingredientes de su cosecha a una bajada de línea, dispuesta en Washington, cuya clave es “insistir en que los países latinoamericanos se alineen con la política de Washington en Irak y den libertad de acción a las empresas privadas estadounidenses”.

Esto último se encargó de decirlo en público John Maisto, embajador estadounidense ante la OEA; a su vez, virtual dependencia de Washington. Volviendo a Noriega, le censuró al canciller Rafael Bielsa su escaso entusiasmo por la causa de disidentes encarcelados, perseguidos o maltratados por el régimen castrista. Tanto que la cadena Fox (Rupert Murdoch, embarcado en la reelección de Bush) y otros medios afines a la derecha republicana especulan con “un desplazamiento de Bielsa antes de que se reúnan ambos presidentes”.

En el tema de la deuda y su renegociación, Noriega fue menos tajante. Aun cuando el propio Lavagna saliera a refirmar la postura oficial. “Algunos sostienen que la restructuración lleva más de dos años y es preciso apurarla. Error –le explicó a un matutino conservador porteño- porque, ya en abril de 2002, indicamos que el proceso sólo podrían empezar al tenerse un plan de mediano plazo cerrado con el FMI y otros entes multilaterales”.

Durante más de un año “no hubo predisposición a negociar por parte del Fondo ni los acreedores privados. Recién cuando la economía comienza a recobrarse, para sorpresa inclusive del FMI, los acreedores o sus representantes se vuelcan a negociar”.

Lógicamente, la reacción de Bielsa al desplante de Noriega fue tan veloz como dura. El canciller llamó al embajador norteamericano, Lino Gutiérrez, y se manifestó “personalmente agraviado por manifestaciones parciales y sesgadas”. A su vez, el diplomático se confesó molesto y, por canales informales, su antecesor –James Walsh, viejo allegado a la inteligencia de su país- hizo saber su desaprobación a los exabruptos del subsecretario.

Esta mañana, Brasil, Paraguay, el Grupo Andino (salvo Chile), Canadá, España, Francia e Italia salían en apoyo de Argentina. Uruguay mantuvo llamativo silencio, al igual que medios argentinos allegados al sector financiero. Tampoco había señales claras desde Washington. Mientras Colin Powell no decía palabra, otros funcionarios adherían a Noriega. Éste dijo que la reunión Bush-Kirchner habia sido exigida por el primero para pedir explicaciones sobre Cuba, renegociación de deudas y apertura económica.

Kirchner había anunciado que marcharía a una cumbre hemisférica en México DF, junto con Roberto Lavagna. Luego del desplante de Noriega –un hispano “duro”-, fuentes argentinas indicaron que el viaje de ambos funcionarios seguía en pie. No obstante, observadores brasileños creen que Luiz Inácio (Lula) da Silva le recomendó a su colega argentino no ir a ese cónclave.

Según Noriega, “Estados Unidos está decepcionado con la política exterior argentina y ve un giro a la izquierda”, especialmente en cuanto a actitudes hacia Cuba (en verdad, demasiado tolerantes). Pero algunos analistas en San Pablo y Montevideo sospechan que Noriega sólo le añadió ingredientes de su cosecha a una bajada de línea, dispuesta en Washington, cuya clave es “insistir en que los países latinoamericanos se alineen con la política de Washington en Irak y den libertad de acción a las empresas privadas estadounidenses”.

Esto último se encargó de decirlo en público John Maisto, embajador estadounidense ante la OEA; a su vez, virtual dependencia de Washington. Volviendo a Noriega, le censuró al canciller Rafael Bielsa su escaso entusiasmo por la causa de disidentes encarcelados, perseguidos o maltratados por el régimen castrista. Tanto que la cadena Fox (Rupert Murdoch, embarcado en la reelección de Bush) y otros medios afines a la derecha republicana especulan con “un desplazamiento de Bielsa antes de que se reúnan ambos presidentes”.

En el tema de la deuda y su renegociación, Noriega fue menos tajante. Aun cuando el propio Lavagna saliera a refirmar la postura oficial. “Algunos sostienen que la restructuración lleva más de dos años y es preciso apurarla. Error –le explicó a un matutino conservador porteño- porque, ya en abril de 2002, indicamos que el proceso sólo podrían empezar al tenerse un plan de mediano plazo cerrado con el FMI y otros entes multilaterales”.

Durante más de un año “no hubo predisposición a negociar por parte del Fondo ni los acreedores privados. Recién cuando la economía comienza a recobrarse, para sorpresa inclusive del FMI, los acreedores o sus representantes se vuelcan a negociar”.

Lógicamente, la reacción de Bielsa al desplante de Noriega fue tan veloz como dura. El canciller llamó al embajador norteamericano, Lino Gutiérrez, y se manifestó “personalmente agraviado por manifestaciones parciales y sesgadas”. A su vez, el diplomático se confesó molesto y, por canales informales, su antecesor –James Walsh, viejo allegado a la inteligencia de su país- hizo saber su desaprobación a los exabruptos del subsecretario.

Esta mañana, Brasil, Paraguay, el Grupo Andino (salvo Chile), Canadá, España, Francia e Italia salían en apoyo de Argentina. Uruguay mantuvo llamativo silencio, al igual que medios argentinos allegados al sector financiero. Tampoco había señales claras desde Washington. Mientras Colin Powell no decía palabra, otros funcionarios adherían a Noriega. Éste dijo que la reunión Bush-Kirchner habia sido exigida por el primero para pedir explicaciones sobre Cuba, renegociación de deudas y apertura económica.

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