Ningún gran ganador en el lanzamiento del Banco del Sur

Pocas veces, detrás de una gran creación, no se encuentra algún “gran creador” ni un “gran ganador”. La iniciativa fue venezolana; Argentina la secundó; Brasil cedió; y, en teoría, beneficiará a los países más pobres de América del Sur.

11 diciembre, 2007

El pasado 9 de diciembre, seis presidentes sudamericanos firmaron el acta
fundacional del Banco del Sur, dando pie a la constitución formal de una
nueva estructura financiera subregional. Los mandatarios de Argentina,
Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Venezuela, pusieron sus firmas. Con un
día de retraso, también lo hizo el presidente de Uruguay. Mientras
que Chile
y Colombia, de cerca, esperarán por ahora.

La mayoría de los discursos presidenciales estuvieron en sintonía.
Sólo
desentonaron los de la pareja presidencial argentina, porque estuvieron más
enfocados en saludar y agradecer a cada uno de los mandatarios asistentes.

El acto estuvo cargado de palabras como “soberanía”, “autonomía”,
“patriotismo”, “emancipación” y “verdadera
democracia”. El presidente
ecuatoriano, Rafael Correa, anunció que se busca “eliminar la subordinación
de los organismos financieros internacionales y superar los límites de
la
integración meramente comercial, así como las profundas asimetrías”
de la
región. En tanto, el mandatario paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, exclamó
que la entidad “abre un proceso de emancipación financiera, nos abre
el
camino a la liberación política”. Por su parte, el gobernante
del líder
regional, el brasilero Lula Da Silva, afirmó que “es la primera vez
que los
sudamericanos tenemos en nuestras manos el manejo de una institución
financiera de este tipo.”

Brasil estuvo a la cola del furgón optimista. No sólo porque el
resto de los
discursos fueron más encendidos, sino porque el “gigante del sur”
fue uno de
los países más resistentes, cuando no escépticos, a la creación
del banco.
Luego de tires y aflojes, sólo cuando el presidente venezolano, Hugo Chávez,
advirtió que la entidad se crearía con o sin Brasil, fue que la
burocracia
brasilera decidió no quedarse afuera.

Como admitió una fuente de la cancillería brasilera -según
publicó el diario
español “El País”-, Brasil entró “sólo
para no quedarnos afuera”. Según este
funcionario, “si Brasil quiere mantener su influencia regional, no se puede
dar el lujo de no participar en una entidad donde hay otros seis países.
Simplemente, ahora tendremos dos bancos de desarrollo, el BNDES y el Banco
del Sur”, añadió.

Uno de los motivos de la resistencia de este país era que preferían
mantener
y desarrollar los canales de financiamiento existentes, como el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) o la Comunidad Andina de Fomento (CAF).
Fue justamente, a causa de ya contar con instituciones de desarrollo, entre
otros motivos, que el ex ministro de Hacienda brasilero durante la
presidencia de José Sarney (1985-1990), Mailson da Nóbrega, advirtió
que el
Mercosur se ha tornado irrelevante para Brasil y que no entiende por qué
Lula aceptó “esta idea loca”.

Es que, en realidad, como ha advertido una de las personas más influyentes
de la burocracia brasilera, el asesor internacional de la Presidencia, Marco
Aurelio García, “Brasil no puede desarrollarse cercado de países
pobres”.
Para el funcionario, “la posibilidad de nuestros desarrollo es el desarrollo
de la región”.

En efecto, uno de los objetivos del Banco del Sur será buscar el equilibrio
regional en la distribución de las inversiones, que permita canalizar fondos
a los países más empobrecidos y con mayores carencias en infraestructura.
El
ministro de Hacienda de Bolivia, Luis Arce, lo explicó así: “Para
nosotros
es una esperanza y una oportunidad, ya que al haber recibido condonaciones
de deuda, las puertas están cerradas para acceder a créditos de
mercado de
largo plazo”.

Luego del lanzamiento del último domingo, tras la firma del acta fundacional
que había sido acordada en Río de Janeiro dos meses atrás,
funcionarios de
los ministerios de Economía y Hacienda de los siete países integrantes,
tendrán 60 días para definir una batería de puntos operativos,
que darán el
perfil definitivo a la entidad. No son cuestiones de poca monta las
definiciones por venir: se debatirá su carácter democrático
y sus reales
posibilidades de funcionamiento. Esto es, el capital con el que funcionará;
cuánto y en qué tiempo aportará capital cada país;
qué poder en la
definición de créditos tendrá cada uno; cómo será
la estructura burocrática
de administración, decisión y ejecución; entre otros temas.

La entidad se postula a ser una reemplazante de los organismos tradicionales
como el Banco Mundial, el BID, la CAF, entre otras. El tenor político de
tal
decisión fue también motivo de controversia. Fue Celso Amorin, canciller
brasilero, quien señaló que ven a la entidad sólo como una
alternativa más.
En el acta firmada por los siete presidentes, se anuncia que el Banco del
Sur será un banco de desarrollo que permitirá financiar las inversiones
necesarias para la reconversión productiva, la integración física
de los
países y el desarrollo de proyectos estratégicos.

Se supone que no orientará créditos directamente a empresas privadas,
como
sí lo hacen los bancos de desarrollo nacionales. Sino que lo hará
a
proyectos presentados por cada país, según sus conveniencias, atados
a
objetivos de desarrollo productivo, infraestructura y acción social.
Pero hay más detrás del horizonte. Muchos fueron los que propusieron
intenciones que exceden al acta constitutiva. La mayoría de los caminos
propuestos llevan a la unidad monetaria.

Con tono parsimonioso, casi tímido, el ecuatoriano Correa, economista
doctorado en Estados Unidos, advirtió que esta “nueva arquitectura
financiera regional” consiste en un Banco del Sur “como corazón
de una red
de bancos de desarrollo reorientados hacia un esquema alternativo”. Pero
planteó, además, que esta iniciativa debe buscar la “articulación
de los
bancos centrales latinoamericanos en torno a las tareas de la estabilización
y la reducción de las asimetrías estructurales, con el Fondo del
Sur como
eje central”, que permitiría reunir todas las reservas latinoamericanas
-unos US$ 250 mil millones- que se encuentra en la actualidad afuera de la región;
y, a su vez, “la convergencia hacia un esquema monetario común a
partir del desarrollo de un sistema de pagos sustentado en una moneda de cuenta
regional.” La idea del Fondo del Sur, en
principio no incluida en la iniciativa actual, tendría como fin atender
las
crisis financieras y de balanzas de pagos.

El presidente boliviano, Evo Morales, también planteó que esta entidad
debería dar paso a la creación de una moneda única sudamericana.
Pero fue Lula da Silva quien marcó la “hora buena”. El mandatario
se
congració de que Argentina y Brasil ya han avanzado hacia un sistema de
pagos en monedas locales, fuera del dólar, para las operaciones de comercio
bilateral.

Una muestra más de que, como advirtió hace poco Celso Amorin, Brasil
y
Argentina serán el eje sobre el cual la región sostendrá
su desarrollo:
“Nuestra concepción del sur abarca toda América del Sur, una
integración del
Caribe a la Patagonia. Nos daría una gran fuerza, con eje en la relación
de
Brasil y Argentina”.

El Banco del Sur, una iniciativa del presidente bolivariano, Hugo Chávez,
logró hacerse realidad; favorecerá, en teoría, a los países
con mayores
carencias productivas y en infraestructura; en tanto, los funcionarios
brasileros advirtieron que “Brasil no puede desarrollarse cercado de países
pobres”. Una creación que, de funcionar, no habrá contado
con ningún “gran
creador”, con ningún “gran ganador”.

El pasado 9 de diciembre, seis presidentes sudamericanos firmaron el acta
fundacional del Banco del Sur, dando pie a la constitución formal de una
nueva estructura financiera subregional. Los mandatarios de Argentina,
Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Venezuela, pusieron sus firmas. Con un
día de retraso, también lo hizo el presidente de Uruguay. Mientras
que Chile
y Colombia, de cerca, esperarán por ahora.

La mayoría de los discursos presidenciales estuvieron en sintonía.
Sólo
desentonaron los de la pareja presidencial argentina, porque estuvieron más
enfocados en saludar y agradecer a cada uno de los mandatarios asistentes.

El acto estuvo cargado de palabras como “soberanía”, “autonomía”,
“patriotismo”, “emancipación” y “verdadera
democracia”. El presidente
ecuatoriano, Rafael Correa, anunció que se busca “eliminar la subordinación
de los organismos financieros internacionales y superar los límites de
la
integración meramente comercial, así como las profundas asimetrías”
de la
región. En tanto, el mandatario paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, exclamó
que la entidad “abre un proceso de emancipación financiera, nos abre
el
camino a la liberación política”. Por su parte, el gobernante
del líder
regional, el brasilero Lula Da Silva, afirmó que “es la primera vez
que los
sudamericanos tenemos en nuestras manos el manejo de una institución
financiera de este tipo.”

Brasil estuvo a la cola del furgón optimista. No sólo porque el
resto de los
discursos fueron más encendidos, sino porque el “gigante del sur”
fue uno de
los países más resistentes, cuando no escépticos, a la creación
del banco.
Luego de tires y aflojes, sólo cuando el presidente venezolano, Hugo Chávez,
advirtió que la entidad se crearía con o sin Brasil, fue que la
burocracia
brasilera decidió no quedarse afuera.

Como admitió una fuente de la cancillería brasilera -según
publicó el diario
español “El País”-, Brasil entró “sólo
para no quedarnos afuera”. Según este
funcionario, “si Brasil quiere mantener su influencia regional, no se puede
dar el lujo de no participar en una entidad donde hay otros seis países.
Simplemente, ahora tendremos dos bancos de desarrollo, el BNDES y el Banco
del Sur”, añadió.

Uno de los motivos de la resistencia de este país era que preferían
mantener
y desarrollar los canales de financiamiento existentes, como el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) o la Comunidad Andina de Fomento (CAF).
Fue justamente, a causa de ya contar con instituciones de desarrollo, entre
otros motivos, que el ex ministro de Hacienda brasilero durante la
presidencia de José Sarney (1985-1990), Mailson da Nóbrega, advirtió
que el
Mercosur se ha tornado irrelevante para Brasil y que no entiende por qué
Lula aceptó “esta idea loca”.

Es que, en realidad, como ha advertido una de las personas más influyentes
de la burocracia brasilera, el asesor internacional de la Presidencia, Marco
Aurelio García, “Brasil no puede desarrollarse cercado de países
pobres”.
Para el funcionario, “la posibilidad de nuestros desarrollo es el desarrollo
de la región”.

En efecto, uno de los objetivos del Banco del Sur será buscar el equilibrio
regional en la distribución de las inversiones, que permita canalizar fondos
a los países más empobrecidos y con mayores carencias en infraestructura.
El
ministro de Hacienda de Bolivia, Luis Arce, lo explicó así: “Para
nosotros
es una esperanza y una oportunidad, ya que al haber recibido condonaciones
de deuda, las puertas están cerradas para acceder a créditos de
mercado de
largo plazo”.

Luego del lanzamiento del último domingo, tras la firma del acta fundacional
que había sido acordada en Río de Janeiro dos meses atrás,
funcionarios de
los ministerios de Economía y Hacienda de los siete países integrantes,
tendrán 60 días para definir una batería de puntos operativos,
que darán el
perfil definitivo a la entidad. No son cuestiones de poca monta las
definiciones por venir: se debatirá su carácter democrático
y sus reales
posibilidades de funcionamiento. Esto es, el capital con el que funcionará;
cuánto y en qué tiempo aportará capital cada país;
qué poder en la
definición de créditos tendrá cada uno; cómo será
la estructura burocrática
de administración, decisión y ejecución; entre otros temas.

La entidad se postula a ser una reemplazante de los organismos tradicionales
como el Banco Mundial, el BID, la CAF, entre otras. El tenor político de
tal
decisión fue también motivo de controversia. Fue Celso Amorin, canciller
brasilero, quien señaló que ven a la entidad sólo como una
alternativa más.
En el acta firmada por los siete presidentes, se anuncia que el Banco del
Sur será un banco de desarrollo que permitirá financiar las inversiones
necesarias para la reconversión productiva, la integración física
de los
países y el desarrollo de proyectos estratégicos.

Se supone que no orientará créditos directamente a empresas privadas,
como
sí lo hacen los bancos de desarrollo nacionales. Sino que lo hará
a
proyectos presentados por cada país, según sus conveniencias, atados
a
objetivos de desarrollo productivo, infraestructura y acción social.
Pero hay más detrás del horizonte. Muchos fueron los que propusieron
intenciones que exceden al acta constitutiva. La mayoría de los caminos
propuestos llevan a la unidad monetaria.

Con tono parsimonioso, casi tímido, el ecuatoriano Correa, economista
doctorado en Estados Unidos, advirtió que esta “nueva arquitectura
financiera regional” consiste en un Banco del Sur “como corazón
de una red
de bancos de desarrollo reorientados hacia un esquema alternativo”. Pero
planteó, además, que esta iniciativa debe buscar la “articulación
de los
bancos centrales latinoamericanos en torno a las tareas de la estabilización
y la reducción de las asimetrías estructurales, con el Fondo del
Sur como
eje central”, que permitiría reunir todas las reservas latinoamericanas
-unos US$ 250 mil millones- que se encuentra en la actualidad afuera de la región;
y, a su vez, “la convergencia hacia un esquema monetario común a
partir del desarrollo de un sistema de pagos sustentado en una moneda de cuenta
regional.” La idea del Fondo del Sur, en
principio no incluida en la iniciativa actual, tendría como fin atender
las
crisis financieras y de balanzas de pagos.

El presidente boliviano, Evo Morales, también planteó que esta entidad
debería dar paso a la creación de una moneda única sudamericana.
Pero fue Lula da Silva quien marcó la “hora buena”. El mandatario
se
congració de que Argentina y Brasil ya han avanzado hacia un sistema de
pagos en monedas locales, fuera del dólar, para las operaciones de comercio
bilateral.

Una muestra más de que, como advirtió hace poco Celso Amorin, Brasil
y
Argentina serán el eje sobre el cual la región sostendrá
su desarrollo:
“Nuestra concepción del sur abarca toda América del Sur, una
integración del
Caribe a la Patagonia. Nos daría una gran fuerza, con eje en la relación
de
Brasil y Argentina”.

El Banco del Sur, una iniciativa del presidente bolivariano, Hugo Chávez,
logró hacerse realidad; favorecerá, en teoría, a los países
con mayores
carencias productivas y en infraestructura; en tanto, los funcionarios
brasileros advirtieron que “Brasil no puede desarrollarse cercado de países
pobres”. Una creación que, de funcionar, no habrá contado
con ningún “gran
creador”, con ningún “gran ganador”.

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