Nielsen: “un sector del FMI sabotea la relación con Argentina”

Confirmando un adelanto de este sitio, días atrás, Guillermo Nielsen -secretario de Finanzas- sostiene que “una sector interno sdel FMI sabotea las relaciones con Argentina”. También hay maniobras de gente allegada a los “nuevos halcones”.

3 julio, 2003

En sus últimas declaraciones, Nielsen aclaró “que la deuda pública emitida con posterioridad al cese de pagos no va a reestructurarse, por lo tanto respetaremos los términos de los Boden”. El funcionario hablaba luego de poner en funciones al flamante titular de la Comisión Nacional de Valores, Hugo Medina. No por casualidad, sus declaraciones siguen de cerca al documento optimista hecho público por el propio director gerentes del Fondo Monetario Internacional, Horst Köhler, tras su reciente visita y las entrevistas con el presidente Néstor Kirchner y el ministro de Economía, Roberto Lavagna.

Lógicamente, el matutino porteño y los tres periódicos sectoriales que habían difundido las versiones que enojaron a Lavagna y Nielsen sostienen ahora que, en realidad, todo se origina en la persistente desconfianza del mundillo financiero local y exterior respecto de la gestión local y hasta del propio Köhler. En una forma más sutil de desmentido, anoche JP Morgan Chase volvió a recomendar la compra de bonos argentinos.

A fines de junio, Steve Hanke, ex asesor rentado de Domingo F.Cavallo hoy en el entorno de George W.Bush-, iniciaba una campaña pro dolarización y para frustrar el acuerdo FMI-Argentina. Esta vez, un ala de la operación adopta ropaje institucional y se presenta como “informe bicameral del Congreso norteamericano”. En realidad, es un trabajo destinado al comité económico conjunto y firmado por su vicepresidente, el senador republicano James Sexton, incondicional de los recortes tributarios y allegado al sector financiero atlántica. Sus autores reales son Hanke y Kurt Schüler, apóstoles de la convertibilidad a ultranza.

Naturalmente, el informe se centra en una “catástrofe”. Pero el propio FMI la asocia ahora a la gestión 1991-2001 (inclusive, destaca la corrupción imperante en esa gestión de gobierno), dominada por el modelo que Hanke mismo armó para Cavallo. Por supuesto, el trabajo responde a la campaña de Washington contra el Fondo. Aun con este sesgo, la versión del estudio en Internet Red admite que la crisis sistémica internacional iniciada en el sudeste asiático (julio de 1997) y contagiada a Rusia, Brasil, etc., inició en Argentina la recesión que haría crisis en 2001. Pero omite el papel decisivo de la paridad cambiaria rígida que sobrevaluó el peso ya desde el principio (12,5% en abril de1991).

Tras una larga serie de disquisiciones, Schüler recomienda una nueva dolarización, con baja de salarios reales, “estado chico” y priorización del derecho de propiedad y del capital financiero. En este aspecto, la prédica de Saxton, Hanke, Schüler y la secretaría de Hacienda (John Snow) se aparta de la ultraderecha patriótica orientada por Robert Kagan y Richard Perle, que privilegia la misión imperial sobre “los simples números” (Proyecto para el Nuevo Siglo Norteamericano, 1997 y 2002).

El texto difundido retoma la visión “ultramonetarista” asociada al Consenso de Washington (1989), aunque no menciona la desastrosa política fiscal de Bush, la multiplicación exponencial de los “déficits gemelos” y su papel en la licuación final de aquel Consenso. Los autores exhiben cierto humor: quieren dolarizar, pero no ya a un peso por dólar. La otra ala de la ofensiva, también ligada a la ultraderecha republicana, “sólo” busca impedir un nuevo crédito contingente (“stand by”). También trata de que Argentina no aplique controles sobre flujos de capitales cortoplacistas, al estilo chileno. Pero aquí hay un dato de la realidad: Thomas Dawson, vocero del FMI, apoyó esa medida y, de inmediato, Snow la censuró. Simultáneamente, en Buenos Aires medios y columnistas vinculados al sector financiero o bursátil se alineaban con Snow.

Snow y su segundo, JohnTaylor, no abrevan –como Schüler o Hanke- en la universidad John Hopkins, sino en otro semillero ultraconservador, la Heritage Foundation. El subsecretario, por su parte, consulta frecuentemente a Alan Meltzer y Adam Lerrick, por lo común vía una allegada a todos ellos: Anne Krueger, segunda ejecutiva del FMI, hoy en vísperas de dejar el cargo por sus críticas a los gastos bélicos de EE.UU. La HF opera, en esta oportunidad, a través de dos analistas económicos, Ana Eiras y Stephen Johnson. En forma colateral, este grupo sostiene a Krueger y hasta la postula como sucesora de Köhler, a quien censuran su “actitud blanda hacia Argentina”.

En sus últimas declaraciones, Nielsen aclaró “que la deuda pública emitida con posterioridad al cese de pagos no va a reestructurarse, por lo tanto respetaremos los términos de los Boden”. El funcionario hablaba luego de poner en funciones al flamante titular de la Comisión Nacional de Valores, Hugo Medina. No por casualidad, sus declaraciones siguen de cerca al documento optimista hecho público por el propio director gerentes del Fondo Monetario Internacional, Horst Köhler, tras su reciente visita y las entrevistas con el presidente Néstor Kirchner y el ministro de Economía, Roberto Lavagna.

Lógicamente, el matutino porteño y los tres periódicos sectoriales que habían difundido las versiones que enojaron a Lavagna y Nielsen sostienen ahora que, en realidad, todo se origina en la persistente desconfianza del mundillo financiero local y exterior respecto de la gestión local y hasta del propio Köhler. En una forma más sutil de desmentido, anoche JP Morgan Chase volvió a recomendar la compra de bonos argentinos.

A fines de junio, Steve Hanke, ex asesor rentado de Domingo F.Cavallo hoy en el entorno de George W.Bush-, iniciaba una campaña pro dolarización y para frustrar el acuerdo FMI-Argentina. Esta vez, un ala de la operación adopta ropaje institucional y se presenta como “informe bicameral del Congreso norteamericano”. En realidad, es un trabajo destinado al comité económico conjunto y firmado por su vicepresidente, el senador republicano James Sexton, incondicional de los recortes tributarios y allegado al sector financiero atlántica. Sus autores reales son Hanke y Kurt Schüler, apóstoles de la convertibilidad a ultranza.

Naturalmente, el informe se centra en una “catástrofe”. Pero el propio FMI la asocia ahora a la gestión 1991-2001 (inclusive, destaca la corrupción imperante en esa gestión de gobierno), dominada por el modelo que Hanke mismo armó para Cavallo. Por supuesto, el trabajo responde a la campaña de Washington contra el Fondo. Aun con este sesgo, la versión del estudio en Internet Red admite que la crisis sistémica internacional iniciada en el sudeste asiático (julio de 1997) y contagiada a Rusia, Brasil, etc., inició en Argentina la recesión que haría crisis en 2001. Pero omite el papel decisivo de la paridad cambiaria rígida que sobrevaluó el peso ya desde el principio (12,5% en abril de1991).

Tras una larga serie de disquisiciones, Schüler recomienda una nueva dolarización, con baja de salarios reales, “estado chico” y priorización del derecho de propiedad y del capital financiero. En este aspecto, la prédica de Saxton, Hanke, Schüler y la secretaría de Hacienda (John Snow) se aparta de la ultraderecha patriótica orientada por Robert Kagan y Richard Perle, que privilegia la misión imperial sobre “los simples números” (Proyecto para el Nuevo Siglo Norteamericano, 1997 y 2002).

El texto difundido retoma la visión “ultramonetarista” asociada al Consenso de Washington (1989), aunque no menciona la desastrosa política fiscal de Bush, la multiplicación exponencial de los “déficits gemelos” y su papel en la licuación final de aquel Consenso. Los autores exhiben cierto humor: quieren dolarizar, pero no ya a un peso por dólar. La otra ala de la ofensiva, también ligada a la ultraderecha republicana, “sólo” busca impedir un nuevo crédito contingente (“stand by”). También trata de que Argentina no aplique controles sobre flujos de capitales cortoplacistas, al estilo chileno. Pero aquí hay un dato de la realidad: Thomas Dawson, vocero del FMI, apoyó esa medida y, de inmediato, Snow la censuró. Simultáneamente, en Buenos Aires medios y columnistas vinculados al sector financiero o bursátil se alineaban con Snow.

Snow y su segundo, JohnTaylor, no abrevan –como Schüler o Hanke- en la universidad John Hopkins, sino en otro semillero ultraconservador, la Heritage Foundation. El subsecretario, por su parte, consulta frecuentemente a Alan Meltzer y Adam Lerrick, por lo común vía una allegada a todos ellos: Anne Krueger, segunda ejecutiva del FMI, hoy en vísperas de dejar el cargo por sus críticas a los gastos bélicos de EE.UU. La HF opera, en esta oportunidad, a través de dos analistas económicos, Ana Eiras y Stephen Johnson. En forma colateral, este grupo sostiene a Krueger y hasta la postula como sucesora de Köhler, a quien censuran su “actitud blanda hacia Argentina”.

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