Nicolas Sarkozy se impuso a Ségolène Royal por 53,1 a 46,9%

Ahora, el nuevo mandatario debe encarar el “plan para los primeros cien días” prometido durante la campaña. Pero la constitución de la V república le otorga siete años, un anacronismo en los tiempos actuales, como se vio con Jacques Chirac.

7 mayo, 2007

El programa inicial prevé convocar en sesión extraordinaria a la Asambea nacional para aprobar una larga serie de medidas. Entre ellas, vedar ingresos clandestinos, cuotificar la inmigración futura y someter a estricta supervisión la existente. Los residentes, en particular musulmanes y negros, deberán tener trabajo y salario estables si quieren llevar a Francia familiares cercanos.

Para afrontar un desempleo que orilla 10%, el nuevo gobierno flexibilizará la semana de 35 horas y no descarta ir volviendo a la de 42. También dejarán de ser obligatorios los 60 años como edad jubilatoria. Pero eso puede impedir bajar la desocupación. El mismo problema ofrece disminuir el costo de despidos y retiros anticipados, dos recetas norteamericanas que seducen al nuevo presidente, de origen húngaro.

El mecanismo para volver a elevar las horas semanales trabajadas se basará en exenciones fiscales al pago de extras. Por otra parte, se computarán como tiempo simple, salvo en domingos y feriados (cuyo número será limitado). En cuanto a aumentos salariales. Sarkozy busca ligarlos a la productividad; esto es, al menor costo del componente laboral. Ello comportará atacar las “rigideces” asociadas al tradicional poder de los sindicatos.

En un contexto pro empresario, el nuevo mandatario propondrá rebajar a 50% el impuesto a las ganancias. Se trata de una iniciativa tomada del ofertismo (Ronald Reagan, ambos Bush) y presupone que, cuanto menos tributos abone el sector privado, más destinará a inversiones de capital. No ha ocurrido así en las experiencias estadounidenses posteriores a 1984. Además, el caso francés plantea una incógnita: ¿qué sucederá con la injerencia estatal en los paquetes accionarios?

Otra medida asociada a los conservadores en Estados Unidos, Argentina, etc., consiste en reducir derechos sucesorios sobre 90% de los activos personales. No obstante, aparece una propuesta ambivalente: desgravar intereses a créditos para vivienda y, en el caso de estamentos pobres, poner al propio estado como garante.

En lo social, Sarkozy desea reducir a 16 años la edad de imputabilidad penal y aplicar penas más duras a reincidentes. En cuanto a política exterior, hay objetivos contradictorios. Por un lado, se estrecharán lazos con Washington, justamente mientras George W.Bush declina. Por otro, el futuro presidente se opone al ingreso de Turquía en la Unión Europea (quizá por su origen magyar), algo que EE.UU. apoya por razones estratégicas. En un tercer frente, Sarkozy no ve con buenos ojos el tratado constitucional –virtualmente congelado- ni la ampliación de la UE.

El programa inicial prevé convocar en sesión extraordinaria a la Asambea nacional para aprobar una larga serie de medidas. Entre ellas, vedar ingresos clandestinos, cuotificar la inmigración futura y someter a estricta supervisión la existente. Los residentes, en particular musulmanes y negros, deberán tener trabajo y salario estables si quieren llevar a Francia familiares cercanos.

Para afrontar un desempleo que orilla 10%, el nuevo gobierno flexibilizará la semana de 35 horas y no descarta ir volviendo a la de 42. También dejarán de ser obligatorios los 60 años como edad jubilatoria. Pero eso puede impedir bajar la desocupación. El mismo problema ofrece disminuir el costo de despidos y retiros anticipados, dos recetas norteamericanas que seducen al nuevo presidente, de origen húngaro.

El mecanismo para volver a elevar las horas semanales trabajadas se basará en exenciones fiscales al pago de extras. Por otra parte, se computarán como tiempo simple, salvo en domingos y feriados (cuyo número será limitado). En cuanto a aumentos salariales. Sarkozy busca ligarlos a la productividad; esto es, al menor costo del componente laboral. Ello comportará atacar las “rigideces” asociadas al tradicional poder de los sindicatos.

En un contexto pro empresario, el nuevo mandatario propondrá rebajar a 50% el impuesto a las ganancias. Se trata de una iniciativa tomada del ofertismo (Ronald Reagan, ambos Bush) y presupone que, cuanto menos tributos abone el sector privado, más destinará a inversiones de capital. No ha ocurrido así en las experiencias estadounidenses posteriores a 1984. Además, el caso francés plantea una incógnita: ¿qué sucederá con la injerencia estatal en los paquetes accionarios?

Otra medida asociada a los conservadores en Estados Unidos, Argentina, etc., consiste en reducir derechos sucesorios sobre 90% de los activos personales. No obstante, aparece una propuesta ambivalente: desgravar intereses a créditos para vivienda y, en el caso de estamentos pobres, poner al propio estado como garante.

En lo social, Sarkozy desea reducir a 16 años la edad de imputabilidad penal y aplicar penas más duras a reincidentes. En cuanto a política exterior, hay objetivos contradictorios. Por un lado, se estrecharán lazos con Washington, justamente mientras George W.Bush declina. Por otro, el futuro presidente se opone al ingreso de Turquía en la Unión Europea (quizá por su origen magyar), algo que EE.UU. apoya por razones estratégicas. En un tercer frente, Sarkozy no ve con buenos ojos el tratado constitucional –virtualmente congelado- ni la ampliación de la UE.

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