Navidad en el mundo: duras homilías de la Iglesia Católica

El Papa condenó la "cultura de la muerte; exhortó a respetar los derechos de la persona y a terminar con las guerras y la violencia. En la Argentina, varios obispos coincidieron en la necesidad de implementar una política orientada a lo social.

26 diciembre, 2000

En su mensaje de Navidad, el papa Juan Pablo II condenó ayer “la cultura de la muerte” que se cierne sobre el futuro y exhortó a la humanidad del tercer milenio a respetar los derechos de la personas, a terminar con las guerras, la violencia y los abusos contra los niños y las mujeres.

El Pontífice se refirió también a Tierra Santa, donde “la violencia continúa manchando de sangre el fatigoso camino hacia la paz”.

Juan Pablo II expresó , también, su preocupación por la situación de los católicos de Indonesia, un país mayoritariamente musulmán, que pasan “una situación de dolor y sufrimiento”, tras ser atacados varios lugares de culto con un saldo de 14 muertos, en una escalada de hostilidades.

El mensaje papal fue actualizado a última hora para incluir los atentados contra algunas iglesias en varias ciudades de ese país.

El conductor de la Iglesia Católica dijo que el mensaje navideño es para “todos los pueblos que en el mundo se orientan con valentía hacia los valores de la democracia, la libertad, el respeto y la aceptación recíproca. A ellos se dirige el alegre anuncio de la Navidad: Paz en la Tierra a los hombres que Dios ama”.

Pero el Papa no fue el único representante de la Iglesia que realizó polémicas declaraciones; en estas fiestas, varios obispos argentinos manifestaron una profunda preocupación por la crisis socioeconómica que padece el país.

En su homilía, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Bergoglio, señaló: “Nosotros sabemos que en Buenos Aires hay muchos pesebres, no los que piadosamente y con cariño armamos en nuestras casas, me refiero a los otros que son cobertizos oscuros sin esperanza y necesitan que Dios nazca allí”. El prelado indicó que hoy, en esos “pesebres”, hace falta un “derroche de projimidad, de cercanía”.

Uno de los más críticos fue el obispo de San Isidro y titular de Caritas Argentina, monseñor Jorge Casaretto, que aseguró que la pobreza y la exclusión social demuestran que el país “viene en franca decadencia”.

Casaretto lamentó que la clase dirigente no esté “a la altura de las circunstancias” e insistió en que “no hay signos de recuperación ético-moral en la actual cultura argentina”.

Los obispos José Pozzi (Alto Valle), Rubén Frassia (Bariloche) y Marcelo Melani (Viedma) vislumbran un futuro donde “muchísimos hombres y mujeres no tendrán ya lugar y se encontrarán cada día más excluidos”, lo cual representa “una de las consecuencias más graves de la crisis” que padece el país y que “está provocando cambios muy grandes en el campo familiar, laboral y social”.

Los prelados denuncian que “la exclusión de tan grande masa de hombres y mujeres es fruto del pecado del egoísmo e individualismo” y advirtieron que “la fuerza de este mal es tan grande que se cristaliza en estructuras sociales, económicas, políticas y culturales que provienen del egoísmo, hace que parezca normal e inevitable la exclusión presente y conduce a una exclusión mayor”.

En su mensaje de Navidad, el papa Juan Pablo II condenó ayer “la cultura de la muerte” que se cierne sobre el futuro y exhortó a la humanidad del tercer milenio a respetar los derechos de la personas, a terminar con las guerras, la violencia y los abusos contra los niños y las mujeres.

El Pontífice se refirió también a Tierra Santa, donde “la violencia continúa manchando de sangre el fatigoso camino hacia la paz”.

Juan Pablo II expresó , también, su preocupación por la situación de los católicos de Indonesia, un país mayoritariamente musulmán, que pasan “una situación de dolor y sufrimiento”, tras ser atacados varios lugares de culto con un saldo de 14 muertos, en una escalada de hostilidades.

El mensaje papal fue actualizado a última hora para incluir los atentados contra algunas iglesias en varias ciudades de ese país.

El conductor de la Iglesia Católica dijo que el mensaje navideño es para “todos los pueblos que en el mundo se orientan con valentía hacia los valores de la democracia, la libertad, el respeto y la aceptación recíproca. A ellos se dirige el alegre anuncio de la Navidad: Paz en la Tierra a los hombres que Dios ama”.

Pero el Papa no fue el único representante de la Iglesia que realizó polémicas declaraciones; en estas fiestas, varios obispos argentinos manifestaron una profunda preocupación por la crisis socioeconómica que padece el país.

En su homilía, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Bergoglio, señaló: “Nosotros sabemos que en Buenos Aires hay muchos pesebres, no los que piadosamente y con cariño armamos en nuestras casas, me refiero a los otros que son cobertizos oscuros sin esperanza y necesitan que Dios nazca allí”. El prelado indicó que hoy, en esos “pesebres”, hace falta un “derroche de projimidad, de cercanía”.

Uno de los más críticos fue el obispo de San Isidro y titular de Caritas Argentina, monseñor Jorge Casaretto, que aseguró que la pobreza y la exclusión social demuestran que el país “viene en franca decadencia”.

Casaretto lamentó que la clase dirigente no esté “a la altura de las circunstancias” e insistió en que “no hay signos de recuperación ético-moral en la actual cultura argentina”.

Los obispos José Pozzi (Alto Valle), Rubén Frassia (Bariloche) y Marcelo Melani (Viedma) vislumbran un futuro donde “muchísimos hombres y mujeres no tendrán ya lugar y se encontrarán cada día más excluidos”, lo cual representa “una de las consecuencias más graves de la crisis” que padece el país y que “está provocando cambios muy grandes en el campo familiar, laboral y social”.

Los prelados denuncian que “la exclusión de tan grande masa de hombres y mujeres es fruto del pecado del egoísmo e individualismo” y advirtieron que “la fuerza de este mal es tan grande que se cristaliza en estructuras sociales, económicas, políticas y culturales que provienen del egoísmo, hace que parezca normal e inevitable la exclusión presente y conduce a una exclusión mayor”.

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