Migraciones, un problema semiglobal sin salidas a la vista

Por cierto, el triunfo del derechista Nicolas Sarkozy – detesta la gente de color, no quiere a Turquía en la Unión Europea- y el posible regreso de Silvio Berlusconi al poder complican todo. Tampoco marcha en el congreso el proyecto Bush.

11 junio, 2007

Resulta por lo menos irónico que la propuesta de George W.Bush para blanquear residentes ilegales (millones de hispanófonos) y mejorar la legislación migratoria sea lo más racional a mano. Más lo es que haya una oposición bipartidaria, cifrada en intereses parroquiales opuestos a la mano de obra latina.

Pero, en este momento, el mayor peligro es el presidente Sarkozy. Este dirigente de origen magyar –por ende, más francés que los franceses auténticos- aprovechará sus dos amplios triunfos electorales (38 y 46%) para pasar leyes inmigratoria más duras y echar unos 25.000 ilegales por año. La sociedad ha convalidado vía votos la vieja tendencia racista de los burgueses galos.

De hecho, Sarkozy ya presentó a la asamblea nacional dos propuestas. Parece absurdo, pero la argelina Rashidá Datú (ministra de justicia) firmó los proyectos junto con Brice Hortefeux, polémico titular de integración e identidad nacional. Detalle curioso: así se llamaba una oficina creada por Léon Degrelle, cuyo “partido rexista” gobernó Bélgica bajo la ocupación alemana(1940/4).

Luego de felicitar a Sarkozy por el triunfo legislativo, Berlusconi anticipó que –si logra desalojar del poder al tambaleante Romano Prodi- imitará la política francesa en materia de inmigración. En ambos países, ese tipo de medidas extremas reflejan la impotencia de izquierda. En Francia, ha perdido fuerza electoras con vistas a los próximos diez años. En Italia, es un conventillo que no logra unificarse para sostener a su propio gobierno.

Resulta por lo menos irónico que la propuesta de George W.Bush para blanquear residentes ilegales (millones de hispanófonos) y mejorar la legislación migratoria sea lo más racional a mano. Más lo es que haya una oposición bipartidaria, cifrada en intereses parroquiales opuestos a la mano de obra latina.

Pero, en este momento, el mayor peligro es el presidente Sarkozy. Este dirigente de origen magyar –por ende, más francés que los franceses auténticos- aprovechará sus dos amplios triunfos electorales (38 y 46%) para pasar leyes inmigratoria más duras y echar unos 25.000 ilegales por año. La sociedad ha convalidado vía votos la vieja tendencia racista de los burgueses galos.

De hecho, Sarkozy ya presentó a la asamblea nacional dos propuestas. Parece absurdo, pero la argelina Rashidá Datú (ministra de justicia) firmó los proyectos junto con Brice Hortefeux, polémico titular de integración e identidad nacional. Detalle curioso: así se llamaba una oficina creada por Léon Degrelle, cuyo “partido rexista” gobernó Bélgica bajo la ocupación alemana(1940/4).

Luego de felicitar a Sarkozy por el triunfo legislativo, Berlusconi anticipó que –si logra desalojar del poder al tambaleante Romano Prodi- imitará la política francesa en materia de inmigración. En ambos países, ese tipo de medidas extremas reflejan la impotencia de izquierda. En Francia, ha perdido fuerza electoras con vistas a los próximos diez años. En Italia, es un conventillo que no logra unificarse para sostener a su propio gobierno.

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