Mientras Plame canta, piden la cabeza de González y Rove

La ex agente de la CIA depuso ante el congreso y apuntó a la Casa Blanca, no sólo a Lewis Libby. Entretanto, arrecian presiones contra el secretario de justicia y Karl Rove, eminencia gris de George W.Bush.

17 marzo, 2007

Valerie Plame, ex CIA y ex esposa del ex diplomático Joseph Wilson, sostuvo ante los legisladores que ”la filtración a la prensa de mi identidad y todo el operativo se montó para desacreditar a mi ex marido. Participaron el vicepresidente Richard Cheney, Libby, Karl Rove y, por ende, el presidente estaba al tanto”.

En julio de 2003, Wilson reveló que se habían manipulado datos de inteligencia para invadir Irak (lo mismo un experto inglés, luego empujado al suicidio por el MI6). Saddam Huséin. En efecto, no tenía armas de destrucción masiva ni contactos con al-Qa’eda. Dìas después, Plame fue nombrada por el columnista conservador Robert Novak, Su fuente y la del “Washington post” era Libby. Pero éste actuaba por instrucciones de Cheney –era su máximo asesor- y apoyo de Rove.

Simultáneamente, Rove aparecía involucradp en el escándalo por el despido de ocho fiscales federales molestos para la Casa Blanca. Hasta ahora, la oposición exigía la renuncia del titular de justicia, Alberto González (otro ultraconservador). Desde el viernes, también pide la de Rover, un predicador fundamentalista que ya ha sobrevivido varias situaciones comprometidas.

Un nuevo paquete de e-mails, entregado por el ejecutivo al legislativo, demuestra que Rove participó en reuniones sobre el asunto, junto con altos funcionarios, a poco de ser reelegido Bush (2005).González, Cheney, Rove y Marriet Miers –fallida candidata a la Corte Suprema- analizaron posibilidades de echar no a ocho sino a los 93 fiscales del fuero en todo el país. Algunos relacionan esa propuesta extrema con el “lobby”de estudios contables opuesto a la ley Sarbanes-Oxley, que Bush luego empezaría a criticar.

Aunque los presidentes tienen facultades para despedir fiscales, en este caso había un ingrediente político: investigaciones sobre fraudes electorales que afectaban a diversos dirigentes republicanos. En particular una investigación iniciada en 2001 por manipuleo de urnas en Florida, atribuido al gobernador Jeb Bush y un grupo de cubanos allegado a González. Posteriormente, éste fue consejero en la Casa Blanca y juez federal en Tejas.

Sin embargo, los correos electrónicos ahora difundidos perjudican mayormente a Rove. Uno de ellos explica que éste “preguntó cómo se planeaba proceder con los fiscales. O sea, si se le pedía la renuncia a todos para luego aceptársela a los más molestos”. Eso presentaba un riesgo: si un solo fiscal se negase a dimitir, habría un conflicto entre los poderes judicial y ejecutivo, aun con una corte sesgada a favor de los republicanos.

Valerie Plame, ex CIA y ex esposa del ex diplomático Joseph Wilson, sostuvo ante los legisladores que ”la filtración a la prensa de mi identidad y todo el operativo se montó para desacreditar a mi ex marido. Participaron el vicepresidente Richard Cheney, Libby, Karl Rove y, por ende, el presidente estaba al tanto”.

En julio de 2003, Wilson reveló que se habían manipulado datos de inteligencia para invadir Irak (lo mismo un experto inglés, luego empujado al suicidio por el MI6). Saddam Huséin. En efecto, no tenía armas de destrucción masiva ni contactos con al-Qa’eda. Dìas después, Plame fue nombrada por el columnista conservador Robert Novak, Su fuente y la del “Washington post” era Libby. Pero éste actuaba por instrucciones de Cheney –era su máximo asesor- y apoyo de Rove.

Simultáneamente, Rove aparecía involucradp en el escándalo por el despido de ocho fiscales federales molestos para la Casa Blanca. Hasta ahora, la oposición exigía la renuncia del titular de justicia, Alberto González (otro ultraconservador). Desde el viernes, también pide la de Rover, un predicador fundamentalista que ya ha sobrevivido varias situaciones comprometidas.

Un nuevo paquete de e-mails, entregado por el ejecutivo al legislativo, demuestra que Rove participó en reuniones sobre el asunto, junto con altos funcionarios, a poco de ser reelegido Bush (2005).González, Cheney, Rove y Marriet Miers –fallida candidata a la Corte Suprema- analizaron posibilidades de echar no a ocho sino a los 93 fiscales del fuero en todo el país. Algunos relacionan esa propuesta extrema con el “lobby”de estudios contables opuesto a la ley Sarbanes-Oxley, que Bush luego empezaría a criticar.

Aunque los presidentes tienen facultades para despedir fiscales, en este caso había un ingrediente político: investigaciones sobre fraudes electorales que afectaban a diversos dirigentes republicanos. En particular una investigación iniciada en 2001 por manipuleo de urnas en Florida, atribuido al gobernador Jeb Bush y un grupo de cubanos allegado a González. Posteriormente, éste fue consejero en la Casa Blanca y juez federal en Tejas.

Sin embargo, los correos electrónicos ahora difundidos perjudican mayormente a Rove. Uno de ellos explica que éste “preguntó cómo se planeaba proceder con los fiscales. O sea, si se le pedía la renuncia a todos para luego aceptársela a los más molestos”. Eso presentaba un riesgo: si un solo fiscal se negase a dimitir, habría un conflicto entre los poderes judicial y ejecutivo, aun con una corte sesgada a favor de los republicanos.

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